Los centros comerciales deberían arder. Así de claro lo digo.
Las condiciones que imponen a sus proveedores son demenciales:
. De entrada, ellos cobran de los clientes al contado, pero pagan a sus proveedores a 90 días. Solo ese cash flow les permite hacer precios más baratos que el comercio tradicional. Pero es que además, a menudo retienen el pago de facturas por mil tonterías, con lo que el industrial acaba cobrando cuando puede.
. La política de "si no le gusta le devolvemos su dinero" está muy bien. Pero no lo asume el Centro Comecial, sino que éste se lo devuelve al proveedor embalado de cualquier manera y se lo descuenta de su factura. Obviamente, tanto el transporte de ida como la vuelta corren a cargo del proveedor.
. Establecen penalizaciones al proveedor por retraso en la entrega. Esto sería justo si no fuera porque ellos mismos ponen dificultades en sus almacenes para la aceptación de la mercancía. O sea, que el proveedor acaba pagando la propia incompetencia (o la mezquindad) de la gran superficie.
. Exigen cierta producción al proveedor, con penalizaciones en caso de no satisfacerla. En cambio, todo lo que sobra se devuelve sin miramientos al proveedor. A menudo, exigen niveles de producción que implica realizar inversiones. Una vez estan hechas, la gran superficie ya los tiene entrampados y los amenaza constantemente con cambiar de proveedor.
La pregunta está clara: sin son tan cabrones, entonces, por qué los industriales continuan trabajando con ellos? La respuesta también es evidente: representa un canal de ventas muy importante, y aunque el margen de beneficios sea irrisorio, al menos permite que la maquinaria productiva vaya tirando.
Obviamente, el industrial no puede perder dinero, por lo que recorta gastos generalmente en calidad.