¡Átame!
Un Almodóvar de manual y en su época dorada (o una de ellas). La historia, entre inocente y perversa, de una relación masoquista y fuera de lo común, que en realidad tiene más que ver con la vida real de lo que parece. Y que puede verse como una incorrectísima (a día de hoy) y lamentable apología de la violencia machista, aunque también como examen atento de las vulnerabilidades más profundas del típico macho español (casi un niño, en realidad, anclado a un pasado que ya no existe, casi más rico como personaje que ella). Al final todos son unos supervivientes (ese final con el “Resistiré”) y la cosa va de la soledad, de buscar la realización, de las formas extrañas que puede adoptar el amor verdadero. Comedia romántica estándar, en el fondo, con un desenlace de lo más idílico, no sé si irónico también, amén de una evolución muy trabajada (previsible también) de la pareja protagonista. Pedro es un tipo capaz de mezclar la comercialidad y el más puro clasicismo con lo rompedor, la provocación y lo inesperado; ahí está el mítico submarinista, un afán de chinchar más que evidente, bastante ilustrativo también de la ausencia de afecto que sufre quien tiene que conformarse con un amante de plástico.
Abundan unas rupturas narrativas características, en forma de número musical esperpéntico, o bien de parodia de un anuncio de la tele. El guión, una suma de ocurrencias, o cruce de historias, que funcionan libremente como muestra de un mosaico de individuos, cada uno con sus pequeños problemas e ilusiones; el tinglado del rodaje, genial fragmento de cine dentro de cine, todo un microcosmos descrito en una única secuencia. La subtrama del cineasta decadente ayuda, por otra parte, a definirla a ella como un fantasma de celuloide, necesitada de una relación carnal, real (de ahí la importancia del sexo en pantalla), pues él la ha idealizado, vampirizado casi, aún siendo un sujeto de lo más entrañable (la película supone la ruptura de cierto pesimismo). A destacar, como siempre, unos secundarios que brillan aún con una simple aparición, o bien como un tercer pilar de la película (Loles León). Morricone me ha decepcionado un poco. Lo de Antonio, sin embargo, es muy llamativo; o siempre ha tenido ese rostro de perturbado mental, o bien es que el manchego consigue sacar de él una interpretación soberbia que no ha logrado igualar hasta el momento, bravo por él.
Muy bonita, o algo.