Respuesta: El cine de Peter Weir
Master and Commander:
Si hay un claro exponente de como debe y tiene que hacerse una película, ya sea del híndole que sea, tengo clarísimo que ese es Master and Commander. Por una sencilla razón: porque Weir plasma con sencillez, calidad y maestría todos y cada uno de los movimientos, acciones, decisiones y elementos. Uno puede estar viendo como se cose el saco donde guardar los muertos y disfruta y aprende igual que cuando se está contemplando la caza de un galápago o una batalla naval enfrascada en un sinfín de cañonazos.
Weir es un director que se toma su tiempo, se deleita en rodarlo todo como si fuese algo hermoso, poético, dulce a la vista y melodía a los oídos. Es una película que es un cuadro constante, es belleza pura, esencia de cine. Desde el primer plano, con las pequeñas notas argumentales para indicar del porqué de la acción vista, hasta el último, con ese plano abierto para dar pie a una continuación anhelada y esperada, la película es magistral. En cuanto a narrativa el maestro Peter se toma su tiempo, se regodea con parsimonia y temple ante cada una de las acciones acometidas por los tripulantes de ese barco, capitaneados por el magnífico y temerario Capitán Jack "el intrépido" Aubrey y junto a su médico (y amigo) Dr. Stephen.
Siempre sentí admiración por esa jerga marinera, por esos mandos y esas ordenes, seguidas con obediencia absoluta y por ese mando fiero y templado a la vez que justo y magnánimo. Y si hay algo que lo hace llevar a buen puerto, nunca mejor dicho, aparte de la realización del maestro, no es otra que por los actores que ahí aparecen. Todos, desde Crowe hasta Bettany y acabando en el último marinero, están perfectos, impolutos y creíbles, magníficos y metidos en sus papeles como si de auténticos marinos de guerra fuesen, como si de toda la vida hubiesen estado enfrascados en guerras marinas y esgrimiendo espadas, mosquetes y achicando agua.
Pero es que no es sólo los actores, sino también las set pieces que hacen que los mismos luzcan como una auténtica moneda de oro. Son las caras, las maneras, el porte, la disciplina actoral que hacen que cada minuto y cada momento sea único. Casos claros y concisos como el enfrentamiento dialéctico entre el capitán y el doctor luchan cada uno por conseguir su objetivo (uno dar caza al barco francés y el otro investigar los animales en las Islas Galápagos), o ese momento Stendhal, que se siente, cuando el doctor ve que hay fauna nueva, sin descubrir, se refleja tan perfectamente en su rostro que se puede sentir, sientes lo que él siente. O ese momento agobiante donde todos saludan temerosos al capitán gafe (y la resolución final, triste y drástica). Pero es que hay tantas, y todas tan buenas, que es imposible enumerarlas todas y aún y así me quedaría corto. Es como querer resumir la belleza en un texto crítico. Es imposible.
Pero no puedo olvidarme o dejar pasar por alto las dos batallas navales que hay. Es una acción tan directa, tan viva, tan fiera, con unos efectos especiales tan maravillosos, creíbles y plasmados a la perfección (cada cañonazo se siente y cada estocada de espada duele). Hay tanto mimo y tanta dedicación a cada ínfimo detalle que uno no puede hacer otra cosa que quitarse el sombrero (por favor, los que puedan que la degusten en DTS, lo agradecerán). ¿Y la BSO? Es un caramelo para los oídos. No hay nota ni estrofa ni soneto que no sea perfecto. Melodía melancólica, alegre, épica, directa... es la música de la perfección. Sin más (y sin menos).
Creo que si hay un título que merezca ostentar el honor y el placer de recibir la calificación de OBRA MAESTRA, así, en mayúsculas y gritándolo a los cuatro vientos, esa es, por derecho propio, Master and Commander. No es que sea una película recomendable, que lo es, sino que es uno de los títulos imprescindibles no ya de este siglo sino de la historia del cine universal. Y cuanto más pienso que ese año fue ninguneada en los premios más se ensalza por méritos propios.