El Gobierno social-podemoide de Sánchez

Estos videos de este tipo sin guión y con los seguidores de fondo, con sus like, son una puta mierda. O vuelve en exclusiva a sus videos enfundado en el disfraz, con su preparación y tal, o paso muchísimo.
 
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Estos videos de este tipo sin guión y con los seguidores de fondo, con sus like, son una puta mierda.O vuelve en exclusiva a sus videos enfundado en el disfraz, con su preparación y tal, paso muchísimo.
Es un coñazo ver como se tiene que interrumpir constantemente en mitad de un argumento para agradecer un like o una subscripción de alguien. Pero hacer directos comentando la actualidad es más cómodo que prepararse el guión, la edición y toda la documentación que requerían sus primeros vídeos. Por otro lado, la base del discurso ya estaba en esos primeros vídeos, no queda nada nuevo que aportar al respecto, no va a descubrirte otra vez la rueda como ya nos hizo. Solo queda ir poniendo los puntos sobre las ies a los desvarios que nos deja la actualidad, y eso se puede hacer en modo barra de bar.
 
¿Y esas comillas? ¿También te molesta con quién se casa el vecino? :inaudito

Me (nos) afecta.

Sin entrar en consideraciones religiosas:
No ha de extrañar, por otro lado, que ahora se reclame el matrimonio homosexual, pues hace ya más de medio siglo que viene produciéndose un proceso de privatización a ultranza del matrimonio, así como una clara apuesta por su fácil disolución que otorga a la voluntad unilateral de los cónyuges un mayor grado de eficacia que en otros contratos. Tampoco ha de extrañar que ese itinerario de privatización y de apertura hacia nuevos modelos no se detenga aquí.
Si se aceptan esos principios, el resultado lógico sería un matrimonio a la carta. Lo cual incluiría la posibilidad de la poligamia -tanto masculina como femenina-, que no es más contraria a la concepción tradicional de matrimonio que la ruptura de la heterosexualidad (en todo caso menos). Y eliminaría el tradicional rechazo del incesto: irrelevantes ya los argumentos morales en el contexto actual, los argumentos eugenésicos han perdido toda su fuerza frente a eficientes sistemas contraceptivos y a una política liberal en materia de aborto.
Ese potencial desarrollo futuro de los principios desde los que se preconiza el matrimonio homosexual debería mover a reflexión acerca de si el estricto individualismo es el fundamento más adecuado para redefinir una realidad, el matrimonio, que se ha juzgado esencial, universalmente, para el buen funcionamiento de una sociedad.
No se ha propiciado, y a veces ni siquiera se ha permitido, un serio debate intelectual, social o político. Podrá discutirse si el modelo tradicional de familia es de verdad inmutable, o bien si es posible sugerir una metamorfosis integral de ese modelo (o su extinción). Pero no parece adecuado transformar lo que ha sido uno de los pilares de nuestro tipo de sociedad sin abordar los problemas que su radical privatización puede plantear -y los que de hecho lleva planteando desde hace años- con cierta calma y profundidad.
Y también con real libertad de expresión, nada fácil en un clima de «discusión» mediática que tiende a estigmatizar, y a descalificar, a quienes se atreven a mantener posiciones diferentes (paradójicamente, tachándolos de dogmáticos y reaccionarios: se supone que lo más dogmático es no tolerar la opinión contraria a la propia).

De este modo, el Derecho claudica en su función primordial (que no es otra que la consecución de un bien social a través de la seguridad jurídica), para someterse a la voluntad del individuo y autorizar legalmente su capricho.
Lo que en dicho recurso se sustancia no es tanto la constitucionalidad del llamado matrimonio homosexual, sino la determinación de su naturaleza. La institución matrimonial, tal como la concibió el Derecho, no atiende a las inclinaciones o preferencias sexuales de los contrayentes, sino a la dualidad de sexos, conditio sine qua non para la continuidad social. La finalidad de la institución matrimonial no es tanto la satisfacción de derechos individuales como la supervivencia de la sociedad humana, a través en primer lugar de la procreación y luego de la transmisión de valores y derechos patrimoniales que dicha procreación genera.
Esta concepción del matrimonio como garante de la felicidad individual incorpora, además, un inexistente «derecho a la adopción». De este modo, una institución jurídica que trataba de restablecer los vínculos de filiación del niño (vínculos que presuponen a un hombre y a una mujer) se ha transformado en un nuevo «derecho» de los cónyuges; de este modo, el niño adoptado se convierte en un bien mostrenco que los contrayentes -heterosexuales u homosexuales- pueden procurarse según su capricho.
 
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