El Gobierno social-podemoide de Sánchez

¿Es mentira que Pepe Mujica no fuera un terrorista? Independientemente del régimen de Uruguay, los tupamaros fueron un grupo terrorista.

 
Rubén Amón.

Márchese, señor Marlaska. Los diputados del PP asetearon al ministro del Interior como a un San Sebastián y terminaron evocando el famoso eslogan parlamentario de Aznar contra González. “Márchese, señor...”. Le reprocharon haber traicionado a la Guardia Civil. Y la falta de vergüenza. Le acusaron de haber robado a la democracia. Y de haber triturado la separación de poderes.

Después sobrevino el ardor castrense de Vox en “honor y gloria de la Benemérita”, pero el asedio parlamentario no distrajo la estrategia escapista del ministro. No ya reacio a la dimisión, sino proclive a convertir la crisis de los tricornios en un 'problemilla' administrativo. Ni el incremento salarial a los guardias civiles es una cortina de humo ni los cambios en la cúpula del instituto armado están relacionados con la investigación del 8-M.

“¡Díganme donde está la injerencia!”, exclamaba Marlaska para resacirse de la beligerancia del diputado Gil Lázaro (Vox). Le aplaudieron los suyos, pero las ovaciones de la bancada socialista no logran secuestrar las evidencias. La más evidente de todas consiste en que el ministro del Interior tiene delante de sí un rechazo insólito de la Guardia Civil. Inoportuno, porque prevalece el estado de alarma. Y justificado, porque las presiones del Ejecutivo han desquiciado las relaciones.

Hasta la prensa más afín al Gobierno sostiene que estamos la crisis más grave desde los tiempos de Roldán. Y el motivo no es otro precisamente que la injerencia. No sabe dónde está el ministro, pero no resulta tan difícil identificarla. El coronel Pérez de los Cobos fue objeto de presiones para revelar el contenido de la investigación judicial, no ya incurriendo el Ministerio de Interior en un ejercicio de coacción telefónica, sino olvidándose de que los guardias civiles involucrados en las pesquisas únicamente respondían ante la jueza Medel.

Es ella ahora el objetivo de la campaña de desprestigio, como los son los propios agentes. Se les acusa de chapuceros igual que a la magistrada se le acusa de arbitraria, entre otras razones por las que la maniobra disuasoria aspira a desenfocar el verdadero escenario de la crisis. O sea, la profanación de la separación de poderes y la “rebelión” de la Guardia Civil.

Es la perspectiva que relativiza al mismo tiempo el desenlace del proceso judicial. Sería absurdo reclamarle penalmente a José Manuel Franco la responsabilidad de las aglomeraciones y atribuirle al propio delegado del Gobierno una temeraria decisión política cuya envergadura jerárquica solo puede recaer en Sánchez. La Abogacía del Estado ha puesto en entredicho la instrucción con buenos argumentos y llamativas sobreactuaciones, pero la manera de enfatizar los despropósitos de la jueza y de abochornar a los policías judiciales pretende encubrir el escándalo de la injerencia y el malestar de la Guardia Civil, más allá de que Grande-Marlaska pretendiera este miércoles transformarse en el gran Houdini.

Benefician al ministro la beligerancia atávica de Vox y el lirismo con que el PP exaltaba el honor mancillado del Duque de Ahumada. Le perjudica, en cambio, la lectura infantil que ha utilizado para deshacerse de la polémica. “Remodelación de equipos” es un eufemismo equivalente a la purga, aunque el mayor ejercicio de cinismo no solo consiste en que Grande Marlaska discrepe de haber represaliado a Pérez de los Cobos. También niega haber leído el informe de la Guardia Civil que ha provocado el escándalo. Y que curiosamente el Gobierno había filtrado a los medios afines.

Llama la atención la constancia y la perseverancia con que el Ejecutivo, puesto a acapararlo todo, ha decidido ocupar a la vez el Gobierno y la oposición. Es el Gobierno quien se autodestruye con el expediente de Bildu y con la gestión de la benemérita crisis. Y es El Gobierno quien coloca en la agenda los errores de los que luego se abastece el debate de la opinión pública y de los que se alimenta vorazmente la oposición ortodoxa.

Consciente de la paradoja, Pablo Iglesias trató ayer de acusar al PP de incitar la insurrección de la Guardia Civil. No estaba claro dónde había encontrado el líder de Podemos la razón de semejante sospecha y la iracundia con que fue expuesta -ni es el Parlamento el mejor lugar para jugar con la memoria de los tricornios-, pero descorazona e indigna mucho más la dulzura y la mansedumbre con que Iglesias y Sánchez parlamentaron con los portavoces de Bildu y ERC.

Nadie más felices que estos últimos con el Akelarre de la Guardia Civil. Ni más entusiastas en acogerse a la idea de que los jueces arcaicos y los picoletos son los culpables de haber urdido la campaña de España contra la libertad de los pueblos elegidos. Consciente o no de sus palabras, el portavoz Matute (Bildu) nos habló de un mundo ideal sin explotadores ni explotados. Eso era ETA: explotadores cobrándose explotados. Y eso convierte en nauseabundo el pacto con Bildu.
 
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¿Estamos en un país dónde Ministros del Gobierno llaman héroes a terroristas?

Sí, estamos en un país así.

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Hay veces que te preguntas si tu vida anterior existió realmente o forma parte de una ensoñación. Cuando leo cosas como las que hoy se están publicando a propósito del rifirrafe entre Álvarez de Toledo e Iglesias me vuelve esa sensación.

Vamos a ver, sin entrar en si el padre de Iglesias es una bellísima persona o un hijo de puta (que no lo sé), cómo fue el asunto.:

El FRAP fue una organización terrorista, al igual que ETA fue una organización terrorista. La diferencia (grandísima) estuvo en el número de muertos, pero no en el propósito ni en las formas: la lucha armada. Sus creadores fueron marxistas-leninistas que consideraban al PCE unos blandos por no liarse a tiros por las calles. Su propósito declarado era instaurar una dictadura del proletariado en España por cojones. Asesinaron a cinco personas, muchos de sus miembros fueron detenidos y tres militantes juzgados, condenados a muerte y ejecutados.

Decir ahora que luchaban contra el franquismo y por las libertades (las estalinistas, por supuesto) es de un cinismo mayúsculo, porque cuando Franco murió no sólo no se disolvieron sino que siguieron con la matraca hasta que en 1978, cuando vieron que no les hacía nadie ni puto caso debido a su fanatismo no tuvieron más remedio que plegar velas y marcharse a su casa.

Lo de hoy le ha estado muy bien al imbécil de Pablo Iglesias, que se cree con derecho a menospreciar a Cayetana Álvarez de Toledo llamándola repetidamente marquesa y no tiene media hostia cuando la susodicha le recuerda la historia de su familia; por una vez, un miembro del PP no se ha callado.

Pero estos ineptos podemitas son así de blanditos. No sé si Casado ha aprendido algo esta mañana (lo dudo), pero ya le han mostrado el camino.
 
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¿Es mentira que Pepe Mujica no fuera un terrorista? Independientemente del régimen de Uruguay, los tupamaros fueron un grupo terrorista.



Los asesinos de izquierdas siempre son valientes revolucionarios que luchan contra el fascismo. Así llevan más de un siglo, matando para hacernos libres.

Hijos de la grandísima puta, compararse con soldados es vomitivo hasta decir basta. Unos tíos que se dedicaban a repartir propaganda para ensalzar su ideología y a pegar tiros en la nuca a policías no son ni serán nunca defensores de ninguna democracia. Luchadores por la libertad mis cojones. No fueron los únicos grupos terroristas que se justificaron con la dictadura. La mayoría cayeron por la acción policial en los 70-80.
 
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