Más que ser antifascista, el compromiso con la democracia requiere ser antitotalitario. El fascismo solo es una tipología de totalitarismo, entendido como la subordinación de toda vida individual y colectiva a un partido único que gobierna y persigue/elimina toda disidencia.
El siglo XX vió la eclosión de las formas de totalitarismo más atroces de la historia, que causaron decenas de millones de víctimas (Hitler, Stalin, Mao, entre otros). El lenguaje no es inocente, porque algunos son selectivos en su ‘anti.’ Y ser demócrata no va de eso, va de no hacer distinciones a la hora de oponerse a cualquier forma gobierno totalitario, sin blanquear o relativizar el terror en nombre de una idea, causa o bandera.