La angustia del miedo, de Gerald Kargl (1983)
Infame contribución austríaca a la temática de asesinos en serie que propone una inmersión directa y sin contemplaciones en las andanzas de un psicópata recién salido de la cárcel, con su ansia de matar más viva que nunca y a la búsqueda de presas para satisfacerla.
Tiene el mérito de ser un film hecho con muy poco, y sobre todo, uno que prácticamente inventa su propio y enloquecido lenguaje visual para contarnos algo desde un lugar, una mirada, que nadie en su sano juicio querría compartir; la de un sujeto inhumano y sin remordimientos, capaz de lo más atroz. La película es eso y nada más, es un tirarnos el horror a la cara, buscando el impacto, hurgando la cámara en una sucesión de imágenes bruscas donde no hay ni trama, por mucho que esto se base en un suceso real, ni tampoco diálogo, pues tan sólo escuchamos la voz en off del tipo contándonos su sórdida vida y los impulsos (paranoia, deseo enfermizo, temor, ansiedad...) que le dominan mientras comete sus atrocidades, eso sí, de la manera más torpe, errática e histérica… impulsos que tienen que ver con recuerdos, frustraciones (incluyendo las de tipo sexual) y asociaciones mentales que proyecta sobre la realidad, en lo que quizá es un intento por acercarnos a la peculiar lógica de estas personas gravemente perturbadas. El informe clínico de las autoridades poco nos aclara de un horror azaroso, gratuito, una maldad que irrumpe sin razón en nuestra acomodada normalidad, ante la que nos sentimos desvalidos porque podría sucederle a cualquiera que tenga la desgracia de estar ahí.
Todo esto está muy bien, pero mi problema es que, sencillamente, me he descojonado de lo lindo con la peli… que me ha parecido que tiene mucho de comedia involuntaria. En lugar de pasarlo mal, es como si hubiera visto una especie de cartoon colosal, con situaciones disparatadas (la chica intentando… ¿morderle?), pobres actores sometidos a todo tipo de tropelías, eso sí, manteniendo una actitud como muy hierática, muy germánica e inexpresiva, en contraste con el histrionismo del prota, sus esfuerzos por liarla pero que muy parda y pasarse el GTA en modo difícil. No descarto incluso que haya algunas gotas de humor (el periódico con las palabras “guerra” primero, y más tarde, “paz”). Y para remate, un simpático perro salchicha como oportuno testigo de los acontecimientos; para mí, el genuino héroe del film.
Los demás personajes apenas puede decirse que sean tales, pues participamos de esa percepción deshumanizada y más bien son peleles sin nombre en manos de este lunático, a quien da vida un Erwin Leder que se deja el pellejo y cuya apariencia física demacrada y de rasgos turbios ya es lo suficientemente expresiva. El qué nos lo sabemos de memoria y no dice nada nuevo (abandono materno, mal ambiente familiar…). Más allá de la anécdota, lo que importa aquí es el cómo; una colección de encuadres imposibles, picados, cámara enloquecida y con movimiento propio, montaje que fracciona las figuras humanas y toda índole de recursos para crear una sensación de agobio, tensión y claustrofobia que se ven reforzados por una repetitiva banda sonora electro-ochentera que saca de quicio, como la propia película, que se estanca, avanza, retrocede, como siguiendo los impulsos de nuestro hombre… y eso que, realmente, solo tenemos una escena central realmente gore y violenta, dicho sea sin tener en cuenta posibles censuras o montajes alternativos. Todo ello en el fino límite entre lo chapucero y lo vanguardista, la obra de arte y la cutrada, sin rendir cuentas a nadie, por parte de un director del que nunca más se supo, y es que entiendo que semejante propuesta se agota a sí misma.
Decir que se puede intuir cierta crítica hacia las instituciones, que poco o nada pueden hacer ante casos tan extremos, o cierto trasfondo, muy austríaco diría yo, de personalidades resentidas con el mundo y altamente disfuncionales, con carencias que se arrastran desde la infancia.