Bueno, lo prometido es deuda.
La cosa comenzó tempranito. Me levanté a las seis de la mañana. Lo cual no tendría mucho mérito si no fuera por que me dormí... a las tres. Ya sé, ya sé, soy un inconsciente y tal. Lo tengo asumido.
Tras un desayuno frugal y preparación de cosas, todo listo para irme a eso de las siete menos cuarto. Avituallamiento, algo ligero y energético. Bocata de tortilla con chorizo ibérico. No, no bromeo. Las barritas energéticas son para mariquitas.
Camelbak lleno de agua con hielo, y a pedalear.
A las siete y cuarto llego a la estación de tren, y cojo el cercanías a San Fernando. Una vez allí, cojo el trazado del futuro tranvía, y metiendo un ritmo bastante curioso (unos 26 km/h de media ya que estamos en pista compactada) me planto en Chiclana. Cojo la carretera de la playa... y llego a la Barrosa.
Allí observo que están montando los aperos para una competición de windsurf. Magnífico día, por que el levante comenzaba a apretar. Me aguanto las ganas de quedarme, y sigo dándole a los pedales. Ya llevamos unos 35 kilómetros y aún no ha empezado el día.
Dirección Novo Sancti Petri, empezamos a encontrar los primeros hoteles y campos de golf. Joder, que bien vive la gente de pasta...
Justo después de echar esta foto, me encuentro a un viejecito dándole a la bici (un trasto viejo). En esta zona, es carril bici, así que solo te queda adelantar, o chupar rueda, así que meto plato grande y a por el. Pero el tipo se da cuenta, se pone de pie en la bici... y el cabrito corre más que yo.
Me tiro casi veinte minutos con la lengua fuera detrás de él, hasta que se rinde y se aparta. Lo adelanto. Entonces me fijo, y veo que pese a tener casi setenta años, el cabrón está en forma (más que yo), sin tripa alguna y con los músculos marcados. Me hace una peineta mientras me sonríe, le saludo con una sonrisa en la boca y continúo mi camino. El "trasto viejo" que parecía llevar resulta ser una Cannondale CAD con fatty. Muchos años a sus espaldas, pero menudo bicho...
Este no era la primera vez que salía.
Sigo pedaleando, y llego a la zona más abrupta de la costa. El paisaje... espectacular.
Esta zona me gusta especialmente por que está compuesta por carriles rotos de tierra compactada, muy técnicos y divertidos. Además, dependiendo del tramo, tienes pendiente, con lo que coges velocidades curiosas mientras a un par de metros se abre a tajo un acantilado de sesenta metros.
Obviamente, la recomendación es clara. NO HAGAS EL CABRA. Nunca sabes cuando te puede salir un senderista, o un conejo, o vas a derrapar, y las consecuencias pueden ser muy graves. El año pasado un chaval se asomó al precipicio, con la mala suerte de que hubo un pequeño desprendimiento (el terreno es arcilloso, no roca sólida), y cayó con fatales consecuencias.
Y como siempre que hago una recomendación de este tipo, y como bien habréis adivinado... es por que yo no la seguí. Me emocioné con el trazado, y entré en una curva a más velocidad de la debida, patinando en un montoncito de grava al intentar esquivar una piedra que me econtré. Consecuencia: me fui recto. Hacia el sitio más inapropiado. Así que me tiré al suelo para evitar salir volando. Y si no llego a agarrar la bici por la rueda trasera mientras se deslizaba, a estas alturas la crónica hubiera sido bien distinta. Os hubiera contado que me tuve que volver andando.
Bueno, siguiendo con la ruta, llegué al faro de cabo Roche. Precioso sitio.
Eso que se ve el el puerto pesquero. Del faro allí, hay una espectacular bajada, con un coeficiente de inclinación brutal, perfecta para distrutar... si no fuera por que vas todo el rato pensando que luego tienes que subirla...
Al pie de este descenso está uno de mis sitios preferidos de la zona. Un cementerio de anclas que, por su forma, deben tener unos cientos de años. Allí las recuerdo de siempre, amontonadas como testigos del pasado.
Seguimos, y nos encontramos otro acantilado espectacular...
Más adelante, otro de mis puntos preferidos. La antigua calzada romana. Me emociona pensar que por este mismo suelo pisaron las legiones romanas hace miles de años. Llamadme sentimental.
Y una urbanización que siempre me ha gustado. El entorno... incomparable. Que asco ser pobre...
Llegados a este punto, empecé a verme en dificultades. El viento era INHUMANO (más de 60 por hora, seguro), el calor insufrible, y la rodilla izquierda me estaba dando unos latigazos que no auguraban nada bueno. El acantilado de Barbate, mi meta, aún estaba a unos treinta kilómetros, y yo ya me había hecho cuarenta. La ruta se hubiera alargado más allá de lo humanamente tolerable. Era el momento de reconocer la derrota, tomar esto como una toma de contacto, y emprender el camino de vuelta.
Intentando variar un poco la ruta de regreso, me encuentro con playas como esta, que me dan ganas de un chapuzón... pero no traigo bañador, y meterme con el maillot no va a quedar estético, me temo...
Eso si, recuerdo que he traido las llaves del campo de mis padres, y hacia allí me encamino. La rodilla cada vez me duele más.
Pasamos de nuevo por el Novo Sancti Petri. Malditos roedores, digo malditos ricos...
Tras llegar allí, un bañito en la piscina... en bolas.
Estaba solo.
La verdad es que no sé si estaba ya lista, el agua estaba bastante sucia, y esa rana nadando me dio mala espina, pero... me asfixiaba. Si ese baño, no sé si hubiera aguantado.
Sobre todo por que la rodilla se me estaba hinchando. Mala cosa. Al final, llegué a duras penas. Unos ochenta kilómetros a buen ritmo. Y si no fuera por los dolores, sin problemas de esfuerzo. Aguanté muy bien, las piernas y los pulmones me responden. Tendré que mirar esto de la rodilla (hoy ya la tengo perfecta), pero estoy seguro que es un problema de calas y/o altura de tija. Habrá que echar mano de internet y calcular con exactitud la medida que me conviene. El ojímetro no parece funcionar demasiado bien (la bajé un poco hace un par de salidas).
Y eso es to... eso es to... eso es todo, hamijos...
Manu1oo1