- Pienso en él y veo a Jeremy Irons con sus pelos de loco, gafas metálicas, cargado de libros y vestido con un traje muy muy arrugado. Vives humanizaba a todos los actores a los que doblaba. Su voz era varonil, aristocrática pero profundamente humana. Te arropaba y te hacía sentir como en casa. Sabía a bizcochos y té con pastas una tarde de otoño, a zapatillas y batines con pañuelos en los bolsillos, libros de viejo y a añejas fotografías en un ajado álbum.
Además de con Irons, me encantaba con Rupert Everett. Su doblaje en "La boda de mi mejor amigo" es oro puro. Conseguir que el corazón roto de Julia Roberts se ilumine en la escena final sólo podía hacerlo él.
Se nos ha ido un Grande de Grandes. Discreto la mayoría de las veces. Hasta siempre Don Salvador.
"Demonios... la vida sigue. Quizá no habrá matrimonio... quizá no habrá sexo pero por Dios seguro... que habrá baile".