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José María Cordero es uno de esos dobladores en los que uno no se fija a priori. Ni siquiera lo pondrías en tu lista de voces favorita, si no fuera porque poco a poco te va conquistando. Los aficionados al cine italiano le recordarán por ser la VOZ de Alberto Sordi.
Se la repartió con Joaquin Díaz (Jack Lemmon, Ian Holm. Peter Ustinov) pero Cordero iba siempre un paso más allá. En modo normal, en tono conversación Díaz y Cordero podrían pasar casi uno por otro, pero Sordi es italiano, los italianos son encantadores pero también tienen el genio a flor de piel y entonces nadie mejor que Cordero para aportar su especialidad, la voz del ogro de cuento, para que le identificásemos con Sordi.
Cordero era un doblador de voz de trueno. Que subía y bajaba transformándose de agradable señor cincuentón, de esos que cogen de las mejillas a los niños y les quieren hacer una broma pero se pasan de pegajosos, voz meliflua de tío favorito (aunque plomo en ocasiones) que te cuenta cuentos al irte a dormir y se inventa juegos disparatados una tarde de domingo, en temible señor de filme de misterio. La dulzura excesiva de cuento la recordamos en su entrañable doblaje de David el Gnomo, una tierna voz con sonrisa incorporada o en el del Doctor Watson (Nigel Bruce) en la serie de películas del personaje, junto a Basil Rathbone, y la voz de ogro en sus doblajes de Orson Welles, especialmente su Charles Foster Kane de
"Ciudadano Kane".
Entre medias, toda una galería de tipos fanfarrones, chulescos y brutotes (Victor McLagen en
“El Hombre Tranquilo”, Bud Spencer aunque por detrás del gran José Martínez Blanco, Victor Mature en
“Sansón y Dalila”, Lee Van Cleef en
“El Bueno, el Feo y el malo”, Obelix en
“Asterix en Bretaña”) también grandes empresarios y oligarcas, personajes caracterizados casi siempre por estar acostumbrados a mandar y a ser obedecidos y a no ser trigo limpio. Te reciben con una alegre sonrisa pero si pueden te dañarán. Joss Ackand, a quien dobló en varias ocasiones es un buen ejemplo. Especialmente cuando encarnó a Jephro Rucastle en el episodio de la serie de Sherlock Holmes,
“Las Hayas Cobrizas”. Éste es uno de sus registros que más me gustan porque reúne lo mejor de Cordero. El personaje de Ackland juega a aparentar ser un hombre todo bondad, engatusando a una joven para que se convierta en la institutriz de su hijo, y se presenta como amigo de explicar chistes y poco a poco se acaba revelando como lo que es un hombre egoísta y cruel, capaz de todo por conservar su fortuna.