La libertad de expresión
José Antich - DIRECTOR
EL fallo de un juzgado de instrucción de Madrid condenando ayer al locutor Federico Jiménez Losantos por un delito continuado de injurias graves con publicidad es un hecho de la mayor gravedad, ya que las acusaciones han sido vertidas desde la Cope, la emisora de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Poco importa que el demandante haya sido el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, ya que si antes otras personas se lo hubieran propuesto y hubieran tenido tiempo y dinero para pagarse las costas habrían podido obtener una sentencia similar. Hace ya demasiado tiempo que la cadena episcopal ha dado vía libre a una sucesión diaria de insultos a unos y a otros - obispos incluidos-, que nada tiene que ver con lo que es y predica el ideario de la emisora. Envolverse ahora con la bandera de la libertad de expresión es algo más que un acto de cinismo, ya que no es la libertad lo que está en discusión, sino los límites del insulto y la injuria, se trate de un cargo público o de un ciudadano cualquiera. La sentencia es importante. Y llega en pleno periodo de declaración del IRPF, en el que los católicos están llamados a contribuir a la Iglesia. Coincide también con la comisión permanente de la CEE, que, entre hoy y mañana, deberá adoptar una decisión sobre el futuro de algunos de los directivos de la cadena y sus comunicadores estrella. Una corriente muy significativa del episcopado, aglutinada alrededor de los cardenales Cañizares y Sistach, con el respaldo activo del nuncio y de las principales autoridades del Vaticano, está profundamente indignada con la actuación de su emisora. En el otro polo, un cada vez más distanciado presidente de la CEE, Antonio María Rouco, que ha pulsado recientemente en Roma su alarmante pérdida de influencia y el enojo con su actuación.
La Vanguardia, 17 de junio de 2008.