1.- Llegada la primavera, Real Madrid y Barça mostraron esplendorosa toda su competitividad y también evidenciaron, de modo clamoroso, la ausencia de juego. Sobre el regado Bernabéu hubo carreras y galopes, ataques y contraataques, goles a mansalva, lucha, pasión desbordante y voluntad de vencer. Y jugadas, muchas jugadas. Pero nada de juego si por juego entendemos la asociación colectiva. Si al Barça se le desnudó la defensa y todo su costado derecho, al Madrid se le cayó con estrépito el centro del campo, su auténtico agujero negro.
2.- Emocionante, divertido, intenso, variable y eléctrico. Así fue el partido. El Madrid apostó por soltar a la carrera a dos galgos de poderosa zancada, aunque sus goles llegaron por otra vía bien distinta. El Barça lo dejó todo en manos de Iniesta y Messi, que mandaron aunque su equipo haya dejado de construir las condiciones para que el argentino sea decisivo. Pese a ello, Messi continúa siendo decisivo y definitivo, rotundo e inapelable, y todos los intentos realizados desde dentro para aburrirle o desencantarle han chocado contra el muro de sus ansias innatas por jugar a fútbol.
3.- Las propuestas de ambos entrenadores marcaron la pauta del Clásico. Y lo hicieron para mal. Ancelotti salió con un centro del campo que en los partidos de trámite va sobrado, pero que ante maestros de la posición como son los barcelonistas equivale a ponerse una soga en el cuello. Siempre fueron tres contra cinco: Xabi Alonso, Modric y Di María se enfrentaron a Busquets, Xavi, Cesc, Iniesta y Messi. Si el Barça hubiese apostado por aquella sucesión de pases que le hizo célebre habría podido descuartizar al Madrid y a fe que durante los primeros quince minutos estuvo cerca de conseguirlo. Pero se quedó a medias en dominio y en control.
4.- El Madrid que había aprendido a enjaular a Messi y logrado inutilizar la secuencia de pases blaugrana derivándola hacia zonas estériles no apareció sobre su estadio, víctima de un olvido que no se antoja pasajero. Ni Carvajal sabía si saltar a por Iniesta cuando éste descendía al centro del campo, ni Di María comprendía ninguno de los movimientos defensivos que se exige a un interior y nadie atendía a morder la salida de Busquets, que tenía vía libre para llevar el balón hasta campo contrario. Así las cosas y con el marcador inaugurado por Iniesta, el Barça podía darse un festín entre líneas, con sus interiores siempre libres, recibiendo a gusto. Pero fallaron Messi y Neymar sendos remates francos y entonces ardió la defensa barcelonista.
5.- En realidad, ardió todo su costado derecho, el compuesto por Alves, Xavi y Neymar, tres hombres que defienden con la mirada, mal acompañados por Mascherano, que cerraba dicha zona en lugar de Piqué, a quien su entrenador llevó a la izquierda para atender a Bale, por si el galés se iba de Alba. Los tres goles madridistas llegaron por el costado débil del Barça, una llanura yerma, una autopista sin peaje, un delirio defensivo…
6.- El Tata Martino también dejó una declaración con su once titular y los acontecimientos refrendaron, pese a la trascendental victoria, a quienes sospechaban del pesado peso de las jerarquías. En efecto, la banda derecha de su equipo echó en falta la energía y el espíritu entregado de Pedro, o incluso de Alexis, tanto hacia una portería para atacar como hacia la otra para defender.
7.- Desarbolado en el centro y dominado en el marcador, el Madrid hizo lo que mejor sabe hacer: jugadas. Jugadas concretas y específicas. Todo lo pésimo que fue Di María para cerrar y defender lo revirtió en excelencia al atacar. Olfateó bien la realidad del Barça y se volcó al costado por donde Neymar miraba, Xavi paseaba y Alves protagonizaba otra explosiva noche de caos posicional. También lo vio Cristiano Ronaldo, que se dejó caer hacia la derecha arrastrando rivales y entre todos, madridistas y barcelonistas, permitieron que Di María, en pleno vahído, entonara una marcha triunfal por la banda. En seis minutos repitió tres veces la misma jugada para que Benzema marcara dos veces y Piqué salvara el tercer gol.
8.- No olvidemos a Mascherano, encargado de cerrar esa zona torturante, pero que quedó retratado en los tres tantos merengues: el primero por alto, el segundo a media altura y el tercero por raso. El cuarteto compuesto por Mascherano, Alves, Xavi y Neymar se pasó la noche haciendo regalos defensivos al rival. Lo contrario sucedió en la banda izquierda, donde Iniesta encaró, templó, mandó y se hizo el dueño auténtico, futbolista en letra mayúscula y caligrafía de reyes. Le apoyó de manera excelente Jordi Alba y con sobriedad Piqué en las coberturas.
9.- Si el Madrid remontó el marcador a base de pillar jugadas, el Barça ejecutó el mismo plan. ¡Este es el problema! En vez de jugar al juego que recita de memoria, el Barça ha desembocado en un equipo de hacer jugadas sueltas. En sí, esto ni es bueno ni es malo, pero es. La propuesta choca con las características de los jugadores, con sus hábitos de juego y su idiosincrasia. El equipo estaba acostumbrado a construir largas sucesiones de pases y a que el balón ordenara las piezas a fin de que todos estuvieran en su sitio y en disposición de lanzar a Messi, pero esto ha cambiado de manera radical. La propuesta actual es hacer jugadas y esperar que Messi las resuelva. En el Bernabéu ha salido bien porque el Madrid y su entrenador, en un forzado retorno a 2009, olvidaron lo que habían aprendido en los últimos años y no supieron cómo enfrentar a Messi cuando se desata.
10.- Messi desatado es imparable. El equipo le ha abandonado: ya no juega para edificar el contexto adecuado para él, del mismo modo que hubo un momento en que el club decidió que en vez de Leo le llamarían “este señor”. Pero es imparable, capaz de fabricar goles a partir de la nada absoluta. Llegó así el empate y el descanso, con un Madrid que recordaba más al de 2009 que al de 2012 y un Barça al que sostenían cuatro jugadores vertebrales: Piqué, Busquets, Iniesta y Messi.
11.- Si el Barça quiere seguir dominando Europa en los próximos años, pero dominando en serio y no a arreones, más le valdrá devolver los inventos tácticos adquiridos en el mercadillo y reinventarse a partir de estos cuatro futbolistas y del retorno a la olvidada cultura del esfuerzo. Pero tras el descanso nadie pareció entenderlo así, pues ante un Madrid sin otro plan que cortar y correr a lo loco el Barça no fue capaz de crear las condiciones para la deflagración de Messi. Tuvo que hacerlo todo él solo. Mejor dicho, con el apoyo de los tres mencionados.
12.- Primero se adelantó el Madrid mediante Cristiano Ronaldo y el Barça dejó un reguero de símbolos que ejemplificaban su situación: Valdés despejaba los balones en largo, regalándolos al rival, como si no importara nada salir jugando; los pases en tres cuartos eran inertes, sin utilizarlos para ordenarse y enredar al contrario; los saques de esquina se lanzaban en largo al centro del área, paradoja inmensa en un equipo carente de centímetros; y Fàbregas conseguía desorganizar a su equipo sin esfuerzo aparente…
13.- Cuando más caótico era el semblante barcelonista, que de tantos planes b ha puesto en cuarentena su gran plan a, Messi se desató. Digámoslo todo: con el club aburriendo a Messi y el equipo dejando de jugar para él, también Messi aparece cuando le apetece. Lleva tiempo así. De tanto regularse, en ocasiones ha caído en la abulia. Pero cuando despierta, lo hace de verdad. En un pis pas rompió el partido, sumó otro hat trick y se besó el escudo como diciendo que, en realidad, no van a conseguir aburrirle.
y 14.- El partido fue atrevido, hermoso, vibrante, cambiante y efectista. El fútbol estuvo ausente. El Madrid retrocedió cinco años en el apartado táctico y el Barça logró un gran triunfo a base de jugadas, que no de juego. Unos y otros tienen retos suficientes, de ahora en dos meses, como para atender únicamente a la competición, donde ambos equipos son y serán formidables, pero también dejaron esparcidos sobre el Bernabéu un montón de problemas estructurales relacionados con el juego, las asociaciones, los conceptos defensivo y ofensivo, la coherencia de las propuestas y el sentido de sus decisiones estratégicas. Di María como interior y Messi e Iniesta en su soledad son ejemplo de todo ello.