Zander dijo:
Y supongo que todo este silencio se compensa con dinero.
Sí y no, Zander. La cuestión es complicada, así que intentaré sintetizarla lo mejor que pueda:
El anhelo máximo de la inmensa mayoría de compositores hollywoodienses (o aspirantes a serlo) es conseguir su "Titanic" particular. O dicho de otro modo: obtener el reconocimiento de la industria por haber participado en un rompetaquillas, por ser un superventas y/o por conseguir un Oscar de la Academia sacrificando, si es necesario, la calidad artística de su trabajo. En definitiva, obtener peso e influencia en el mundillo (lo que, por otra parte, también te asegura trabajo continuado y grandes ingresos).
Hablando con los compositores sobre su obra, resulta curioso comprobar como reaccionan cuando reciben alabanzas por la calidad artística de ciertos trabajos para películas menores. La respuesta viene a ser un "sí, está muy bien pero nadie se acuerda ya de ella. Además, no me reportó trabajo. A mi me hubiera gustado componer la música de "El Paciente Inglés".
Esto lo comento para que te hagas una idea de cual es la mentalidad que impera por allí y como funcionan las cosas. Puedes ser un mediocre como compositor que si eres influyente no te faltará trabajo y reconocimientos (véase Gustavo Santaolalla).
La música de cine en Hollywood está controlada mayoritariamente por unos pocos lobbys, sin que los criterios artísticos intervengan para nada en el proceso de selección. Estos lobbys están formados por un puñado de agencias de representación, siendo el más importante de ellos el que dirige Hans Zimmer. A través de Remote Control (antiguamente Mediaventures) y de su inmensa plantilla de "colaboradores", Zimmer copa casi todo el espectro de grandes superproducciones adjudicándolas a dedo entre sus discípulos más "aventajados" (hace unos añitos, Zimmer cobraba a razón de un millón de dólares por película importante, así que imagina el pastizal que factura con Remote Control). El resto del pastel se lo reparten los compositores que están afiliados a las agencias anteriormente mencionadas, los que tienen el suficiente peso como para ir por libre (John Williams, James Horner, James Newton Howard...) y los que han tenido la inmensa suerte de meter la cabeza gracias a la amistad-colaboración con algún director de meteórica carrera.
A grandes rasgos, este es el
modus operandi en la 1ª división de la música de cine en EE.UU.
¿Y qué pasa con la 2ª o 3ª división (los mal llamados colaboradores)? Pues muy sencillo, sus aspiraciones de llegar a formar parte algún día de la élite pasan por hacer una buena labor como negros. Esto significa que su cometido es trabajar, ver, oír y callar. El que se sale de la línea es condenado al ostracismo. En definitiva, si te echas un buen patrón y está contento contigo, moverá los hilos para proporcionarte un futuro más prometedor.