El Megapost de los 80, parte 14: Fantasía. De espadas y brujos
El Megapost de los 80, parte 14: Fantasía. De espadas y brujos: Bueno, ahora por Navidades tengo tiempo y quiero dejar terminado el Megapost Ochentero, bloque Fantasía, que a buen seguro, chorreará en vuestras mentes un buen puñado de títulos que habrán sido pilares de vuestra infancia: desde La princesa prometida o Willow a esas dos maravillas de Jim Henson que son Cristal Oscuro, o Dentro del Laberinto, de Conan a Excalibur, y como se suele decir… y muchos más.
He partido la Fantasía en dos Divisiones, la primera, esta, tratará de filmes de Espada y Brujería. Eso si, hay un par de títulos que no encajaban en esta temática, realmente, pero tampoco en la temática del segundo bloque (
Fantasía infantil/juvenil) por lo que he decidido incluirlos aquí, aunque, en justicia, no sean de Espada y brujería. De hecho, alguno de estos títulos me discutiréis que sea siquiera Fantasía, y con razón, pero creo que van mejor aquí que en futuros megapost. Espero me perdonéis estas pequeñas licencias. Lamento el brutal retraso, siempre por causas ajenas a mi voluntad, pero esta vez si, el próximo tardará poquito en llegaros, ahora que tengo tiempo.
Empezaré por Conan y sucedáneos, y antes de hablar de las películas, deciros, a quienes solo conozcáis a Conan por las películas y los cómics, que el personaje de ambos medios
no hace justicia al original literario, el Conan de uno de mis escritores favoritos,
Robert Howard. Creado en los años treinta, y vendido principalmente a las típicas revistas baratas de relatos pulp (de las que han nacido más de una joya, y más de un autor consagrado) el Conan literario es muy diferente a lo que conoceréis por el cine o los cómics: es un rey, un guerrero, un brillante estratega militar, un superviviente. Si hay algo que Conan literario haya representado, es la libertad personal, el no querer atarse a nadie ni arrodillarse ante nadie. Conan representa, antes que cualquier otra cosa, el lado más franco, más humano, más básico, e incluso me atrevería a decir, más inocente (y también el más brutal) de los Hombres. Es un bárbaro, pero no un idiota. Desconoce y desprecia las sutilezas de la civilización, viene de criarse en las montañas heladas de Cimmeria, de mil batallas que pudieron ser brutales y sangrientras, y todo lo que queráis, pero donde prevalecía, ante todo, un cierto código de honor. No eran caballeros, no eran educados, ni siquiera más humanitarios que los hombres civilizados, pero iban de cara sin apuñalarse por la espalda.
Se podría hablar mucho más del personaje literario, pero
no es tampoco el lugar, así que prefiero simplemente poneros en antecedentes, y pediros (rogaros) que los que no hayáis leído nada de él, lo hagáis en un futuro cercano, pues merece la pena saber de donde viene el mito de Conan.
Tras la muerte del autor de Conan, Robert Howard (desgraciadamente prematura, se suicidó a los treinta años) se empezaron a recopilar sus relatos en tomos de rústica, y ya entonces se
empezó a acariciar la idea de llevarlo al cine, o a la tele, como seriales, pero realmente no hubo ningún proyecto tangible, hasta que Dino de Laurentiis tomó las riendas. En principio, la idea era adaptar uno de los mejores relatos de Conan, “
El coloso negro”. En tal relato, un hechicero que murió hace tres mil años, Thugra Kothan, es resucitado al caer sobre su tumba la sangre de un ladrón que pretendía robar los tesoros con los que fue enterrado, y lleva a cabo un plan de conquista para volver a recobrar su dominio sobre gran parte del mundo. Se llegó a pensar en Raquel Welch para interpretar a Yasmela, la princesa que es el interés sexual del hechicero (y también de Conan, de hecho) y
en el mismísimo Sean Connery para interpretar al mago Thugra Kothan (habría sido
muy grande, la verdad) pero por unos motivos u otros, la idea se fue perdiendo. El principal problema era que no hallaban a nadie que gustara para el personaje de Conan, hasta que alguien sugirió a Schwarzenegger. También hubo problemas para escoger director (en principio, pensaron en Ridley Scott) y finalmente, se escogió al guionista John Milius, que reescribió todo el guión junto a Oliver Stone. Curiosamente, se ha dicho que la película es, en parte un homenaje a
La guerra de las galaxias (unos ladrones que deben rescatar a una princesa, en manos de un siniestro hombre a quien presta su voz… James Earl Jones) y también, una especie de saca-espina por parte de Oliver Stone, que guionizó
Apocalypse Now y le hubiera gustado rodarla (en suma, Conan es un hombre que quiere matar a otro, y este último dirige un culto que sigue todas sus órdenes y cumple sus más absurdos caprichos). Pese a la sorpresa inicial que surge al escuchar esos dos títulos relacionados con Conan, si lo pensáis veréis que hay similitudes a lo largo del argumento.
La historia creo que todos la sabéis: Conan es un niño que vive en una especie de tribu salvaje (nunca se menciona que sean cimmerios) hasta que su poblado es atacado por unos extraños guerreros que
lo masacran todo a su paso, matan a sus padres y le venden a él como esclavo. Siendo ya mayor, es escogido como gladiador, se le enseña el arte de la lucha, y gana innumerables batallas hasta que es puesto en libertad. Entonces emprende una búsqueda para dar con los asesinos de su gente, y cobrarse venganza, y por el camino se encontrará con un ladrón (Subotai) y uina ladrona (Valeria) que le acompañarán en su viaje.
Comentar que, pese a la intención inicial de adaptar un relato de Conan para el cine, el resultado final
coge ingredientes de aquí y allá, pero no adapta nada: Valeria tiene algunos diálogos de Bélit, la pirata con la que Conan asola los mares en el relato “
La reina de la costa negra” la crucifixión en el árbol está sacada de “
Nacerá una bruja” donde Conan es crucificado por Constatinus, un enemigo, el encuentro en la cabaña con la bruja, es obra de Robert Howard, pero no de ningún relato de Conan, sino de “
Gusanos en la tierra”, el hallazgo de la espada en una especie de tumba, después de ser liberado de la esclavitud, está sacado del pastiche “
La cosa de la cripta” (no es un relato de Howard, sino de los múltiples imitadores que después escribirían sobre Conan, desvirtuando al personaje y haciéndole
más mal que bien)… vamos, un mezcleje. También comentar que Thulsa Doom también esun personaje creado por Howard, pero no es enemigo de Conan, sino de Kull, el Rey de Valusia que vivió miles de años antes que Conan…
Pese al refrito argumental, estamos ante
uno de los mejores pulp hecho cine que han existido, y que gracias a la suma de nombres más o menos afortunados en su ficha técnica y artística, supera en calidad a todos los otros pulps cinematográficos de la década, que suelen estar recluidos en el guetto de la serie B, cuando no Z, directamente.
Rodada en España, como muchos sabréis, con unos preciosos paisajes que ilustran con mayor o menor fortura la edad Hiboria donde transcurren las aventuras de Conan, y con una banda sonora que
se ha convertido en algo inseparable al personaje: ¿Quién, al pensar en Conan, no evoca esa épica música de Basil Poleiduris?
Irónicamente, pienso que el mundo de Howard se ve mejor retratado, en la película, que el propio Conan. Arnold Schwarzenegger estaba muy verde en aquella época (¿ha dejado de estarlo después?) y se limita a
cumplir con la parte física, reduciendo sus diálogos al mínimo posible (creo recordar que solo habla
siete minutos a lo largo de la película!) y se ve amparado con secundarios soberbios, como la espléndida Sandhal Bergman, o un incomensurable James Earl Jones, un magnífico
villano robaescenas, un brujo maléfico de origen reptilesco que adora a Set, el archidemonio estigio señor de las serpientes, y que tiene los mejores diálogos del film (incluyendo un “¿
Quién es tu padre ahora, sino yo?” que me recordó mucho a la célebre frase de cierto personaje a quien Jones pone la voz, y que refuerza el parecido que parece existir entre Conan el bárbaro y Star Wars). También tenemos una aparición
demasiado breve, pero fantástica,
de Max Von Sydow (por aquella época, trabajó bastante con De Laurentiis:
Los tres días del cóndor,
Dune,
Flash Gordon…) que interpreta al ajado y decadente Rey Osric, un anciano cuya hija ha huído con Thulsa Doom, y que contrata a Conan y los suyos para rescatarla. Como curiosidad, su hija estuvo interpretada por la actriz Valerie Quenessen, de rostro realmente enigmático, que también conoció un final trágico siendo demasiado joven. Y por supuesto,
nuestros españoles Nadiuska, como la madre de Conan y
Jorge Sanz como el propio Conan de niño (
su mejor interpretación, sin duda, junto con
El inquilino… ejem).
No me enrrollo más, pero baste decir que esta es una de mis películas favoritas de fantasía, que vi una noche de verano, hace muchísimos años en televisión (recuerdo que la pillé unos minutos empezada, por el momento en que se cargan a la madre de Conan) y que me fascinó por siempre. El doblaje español, por cierto,
se empeña en llamar a Thulsa Doom “Tarsa Doom” no me preguntéis porqué.
En su momento, según el audiocomentario que viene en el DVD, Milius quería hacer
una trilogía de Conan, siendo
Conan el bárbaro la primera, con las dos películas restantes con más pasta, y adaptando más cosas del autor, Robert Howard. Los motivos por los que esta trilogía no se llegó a manifestar me son desconocidos, pero dos años después llegó
Conan el destructor,
un bodriete cachondo y guasón que entraba ya en la serie B, producido por De Laurentiis, y con Arnie interpretando a un Conan más patético y alejado del original, si cabe. Como película independiente, me resulta un pulp divertido, desvergonzado, cutre, pero disfrutable para gente poco exigente. Si la ves
como una secuela de Conan el bárbaro,
es el horror, el horror… aún encuentras alguna escena que se aprovecha del material literario (esa escena con el brujo vestido de rojo en una sala de espejos traerá a la memoria el gran relato que es “
Villanos en la casa” por ejemplo… y poco más.
La historia empieza con un Conan lloroso y triste por su amada Valeria, que es emboscado por la reina Taramis (Sarah Douglas, uno de mis amores infantiles, casi
lo mejor de la película) que pide ayuda a Conan: debe viajar protegiendo a su sobrina, la princesa Jenna, que debe encontrar una especie de cuerno mágico con propiedades poderosas desconocidas. A cambio, Tramis, una poderosa hechicera,
resucitaría a Valeria de entre los muertos… Conan partirá de viaje con la princesita, rubia y viginal (o eso se supone) que pondrá ojitos tiernos a Conan; un ladrón que es el contrapunto cómico, y que me
resulta terriblemente irritante, el mago Mako, que repite su papel, si bien aquí hace magia
mediante gestos ridículos y grititos que se suponen conjuros, y que dan vergüenza ajena, y la terrorífica Grace Jones como una ¿
mujer? guerrera.
Lo peor de la película es que esté dirigida por Richard Fleischer, antaño artesano que nos regaló JOYAZAS de aventuras y fantasía o ciencia ficción como la extraordinaria
Los vikingos, o la mítica
20.000 leguas de viaje submarino, y que, en principio,
habría sido perfecto para dirigir a Conan… pero aquí se limita a filmar el ridículo texto, y en muy pocas veces se palpa la buena fantasía. Como es obvio, la reina Taramis es mala, una bruja, y el cuerno que su sobrina debe encontrar es para
resucitar a un demonio lovecraftiano (hecho de plástico) y ni que decir que la reina no tiene la menor intención de cumplir su promesa a Conan, sino que planea matarlo en cuanto tenga la joya. Pese al bochorno general, como ya digo,
me llega a resultar disfrutable, si no se piensa demasiado que se está viendo una (supuesta) adaptación de Conan.
Pero es mala. Mala a rabiar.
SI
Conan el Destructor es la secuela, carente de medios, puramente comercial, hecha ya a gloria de un Schwarzenegger que se sabía cuasi estrella,
El guerrero rojo es directamente el
explotation puro… Es evidente que,
tras el fracaso que supuso
Conan el destructor (a nivel artístico, porque comercialmente, funcionó, más o menos) no se quería arriesgar mucho dinero para explotar la gallina de los huevos de oro, y en lugar de comprar los derechos de Conan, que debían ser bastante caros, De Laurentiis, ese hombre que es el Roger Corman de la serie A (A veces)
compró los derechos de otro personaje de Robert Howard,
Red Sonja. Ni que decir tiene que no se tenía la menor intención de adaptar a Red Sonja a la pantalla (para empezar, las aventuras de este personaje
ni siquiera transcurren durante la edad Hiboria) simplemente, se mete a una tía buena y guerrera en el mundo de Conan, junto con un personaje, por supuesto, interpretado por Schwarzenegger, Kalidor (el nombre es lo de menos,
es Conan, es decir, el patético Conan en que
Conan el destructor lo convirtió) se repescan cosillas de las precedentes (vuelve a dirigir Fleischer, y sale de nuevo Sandhal Bergman,
esta vez de villana) y otra película al bote. Y rematadamente mala, además.
La historia es simple,
una mera excusa: Sonya es una chica de familia granjera (Brigette Nielsen,
esposa de Stallone por aquellos tiempos) que se convierte en objeto sexual de la pervertida reina Gedren (la Bergman). La muchacha se niega a complacer a la reina, se resiste, le deja la cara hecha unos zorros de un arañazo, esta se cabrea, y
ya la tenemos liada: hace que todos sus soldados violen a Sonya mientras manda ejecutar a toda su familia, y la abandona medio muerta, pero un espíritu del bosque le da “la fuerza de los hombres” y la envía a entrenar a un templo,
bajo el mando de un sacerdote chino (ya se sabe, chinos con barba blanca, genios del kung fu y la esgrima).
Mientras tanto, en un templo religioso, unas sacerdotisas están a punto de destruir un peligroso talismán que podría traer el mal
del Fin del mundo, debido a que sus poderes son demasiado terribles. Pero los soldados de Gedren matan a las monjas porque la reina quiere hacerse con el talismán para dominar el mundo. Una de las monjas huye moribunda, y se encuentra con un guerrero, Kalidor (Schwarzenegger) y le pide que le lleve junto a su hermana, que
casualmente es Sonya. Kalidor acepta, reencuentra a las dos hermanas, la monja le dice a Sonya que el talismán está en manos de Gedren y que debe destruirlo, y muere.
Lo que sigue es
tópico y típico: Sonya y Kalidor buscarán el talismán (y ella, también venganza) y se les unirá
un repelente niño, último miembro de la dinastía real de un reino que ha sido destruido por el talismán, ya en manos de Gedren, porque se negaron a pagarle tributo. El niño se comporta como un principito insolente y comodón, y trata al esclavo que lo acompaña como una mula de carga. Por supuesto,
Sonya se ocupará de darle lecciones de humildad. Como curiosidad, el niño es Ernie Reyes Jr, que también protagonizó una peli de Disney (y posteriormente una serie) protagonizando a
un niño karateka que ayudaba a un policía americano a resolver sus casos, y tal.
Puro años ochenta.
Así pues, en esto quedó finalmente
la soñada trilogía de John Milius: una película memorable, un bodriete simpático, y un horror con monstruos de plástico a los cuales
les ves hasta la etiqueta con el precio, en horas bajas. Bajísimas. Para la historia, el título de la película, donde,
mis queridos traductores españoles vuelven a meter la pata, ya que la traducción REAL debería ser “La guerrera roja” teniendo en cuenta que Red Sonya es la protagonista. Pero no creáis que
El guerrero rojo es lo peor… hay más (mucho más) en cuanto a explotations con tíos forzudos, tías ligeras de ropa, magos perversos y mundos de fantasía.
El primer referente, en ese sentido, es la mítica (en su momento)
El señor de las bestias. Dirigida en 1982 por Don Coscarelli, director sobre todo conocido por la saga
Phantasma, y que aquí firma una historia
sin apenas medios económicos, no demasiado bien rodada y con guión, cuanto menos, esquemático, pero que presenta ciertas escenas y tópicos que no pueden sino considerarse aciertos.
La cosa es sencilla: el Rey Zed elimina de entre su pueblo la malvada religión de Jun, que incluye sacrificios humanos de bebés. En venganza, el sacerdote exiliado volverá al reino para cobrarse la vida del hijo nonato del rey Zar (una de las mejores escenas, con el rey y la reina durmiendo
bajo el embrujo de un vistoso líquido fluorescente, y el asesinato de la reina) pero el posterior sacrificio se ve interrumpido y el niño se salva, siendo criado por granjeros que
ignoran quien es.
El niño crece, y se convierte en
Marc Singer rubiales y musculitos (más tarde alcanzaría éxito y reconocimiento por liderar la resistencia contra los lagartos invasores en
V) y su familia y su poblado se ve
arrasado por las hordas del sacerdote. Él huye, descubre que tiene extraños poderes para comunicarse con los animales (como amigos tendrá a
un halcón, un tigre y dos hurones, verdaderos héroes de la película, Codo y Podo). De paso se enamora de Kiri (la potente Tanya Roberts) y acabará uniéndose al rey Zed para luchar contra las hordas del sacerdote fanático, ambos ignorando que son padre e hijo.
La película adolece de una falta de presupuesto que llega hasta extremos vergonzosos (IMDB da presupuesto estimado de ocho millones, pero no hay más que ver la peli para darse cuenta de que debieron ser unos cuantos menos, o muy mal aprovechados). Actores sobreactuados como mínimo, guión cadavérico y
muy poca vergüenza. No son precisamente los ingredientes para cultivar una obra maestra, pero en su defensa, diré que hoy en día
queda muy divertida (ignoro si conscientemente) con todo el rollo de los jodidos hurones, y hay un puñado de escenas logradas (me encantan las brujas, de las que primero nos muestran sus cuerpos serranos en pelotas, realmente deliciosos, para pasar luego a sus rostros cadavéricos y repugnantes).
Éxito llegó a tener, al menos
en las estanterías de los videoclubs, porque gozó de dos secuelas más. La segunda,
El señor de las bestias 2, La puerta del tiempo, llegó bastante tarde, ya en los noventa, pero salió en vídeo y la echaron un porrón de veces por la tele, que así la vi yo, unas navidades. La tercera parte, en 1996 (
El señor de las bestias 3: El ojo de Braxus) jamás la vi en su momento. Me voy a detener brevemente en ellas, porque tienen una curiosidad: si en la primera apenas había caras conocidas, las otras dos
están llenas de nombres que como mínimo, os sonarán: Sarah Douglas (otra vez), Kari Wuhrer, James Avery (el
inolvidable tío Phil) Tonny Todd, Lesley Anne-Down, Casper Van Dien, o el entrañable David Warner.
La segunda parte es ya
mala de narices, con menos presupuesto que la primera, y un Marc Singer en mejor forma física, pero sin haber mejorado sus dotes como actor. Aquí, el bueno de Dar, el señor de las bestias, dirige a una compañía de rebeldes en una eterna revuelta contra el rey Arklon. Sus amiguitos siguen viajando con él por el mundo: tigre, halcón, y los dos jodidos hurones, que ahora están vivos, cuando se suponía que uno de ellos palmaba en la primera entrega. Pero bueno. El caso es que el malvado rey Arklon le captura para torturarle y tal, pero Dar logra huir. El rey, que usa un aparatito que
lanza rayos verdes destructores, se alía con una bruja bastante zorra, Lyranna (Sarah Douglas) que le promete muchísimo poder si la convierte en su reina. El plan de la bruja es, ni más ni menos que abrir un portal temporal hacia el mundo moderno, para pillar
una bomba atómica con cuya amenaza, Arklon dominará el mundo.
Mientras tanto, Dar, que ha escapado de allí, se encuentra con un
engendro indescriptible que dice ser su tía, hermana de su padre, el antiguo rey Zed, pero se convirtió en un engendro por jugar con la magia. Pues nada, su tía le dice que Dar tiene un hermano maligno, que
por supuesto, será el rey Arklon, que cuando se entere, querrá a Dar a su lado para conquistar juntos el mundo, pero Dar, ustedes saben, es un héroe, y
no se alía con los malos ni aunque tengan la misma sangre en las venas. El forzudo acabará
en plenos años noventa, ayudado por una repelente Kari Wuhrer (la marisabidilla y pija hija de un senador estadounidense, típico personaje que evoluciona de una manera totalmente irreal).
Y nada más, y en realidad, mucho menos.
Típico subproducto que acababa cogiendo polvo en las estanterías de videoclubs de medio mundo, o en la tele de horas bajas, y que resulta totalmente prescindible. No solo el presupuesto es menor que el de su predecesora (seis millones) sino que su hostiazo fue mucho mayor: tan solo recaudó
unos míseros 800.000 dólares y pico. Vamos, ni una décima parte de lo que (supuestamente) se invirtió.
Y
cuando pensabas que ya no podías ver nada peor…
El señor de las bestias 3: El ojo de Braxus, es un bodrio tan absolutamente lamentable que, confieso, no vi más de media hora, porque
aquello no había cuerpo que lo aguantase, ni mente que pudiera completar el visionado sin enloquecer. Baste decir que Dar descubre tener otro hermano (el tío al final tiene familia numerosa, pese a que
se supone que Dar era primogénito del rey Zed, y que este y la reina
murieron la misma noche en que él nació. Vamos, que el Rey tendría a sus fulanas pariendo a todo trapo, porque si no, no se me explica esto). Un despropósito.
Algo mejor resulta
Cromwell, Rey de los bárbaros, que en su día gozó de bastante prestigo, y que sacó una tajada bastante respetable de taquilla, para ser lo que es. Su responsable es el lamentable Albert Pyun (era su primera película) que
después trabajaría en subproductos varios, y de hecho
hoy en día sigue haciéndolo. El punto más álgido de su carrera lo consiguió con
Cyborg, la película de la
Cannon con Jean Claude Van Damme. La relación de Pyun con mi adorada
Cannon Group iba a ser más provechosa, ya que él iba a encargarse de dirigir los dos proyectos estrella de la compañía por aquellos años: la adaptación de
Spider-Man al cine, ya que la Cannon tenía los derechos en su poder por aquella época, y la secuela de
Masters del Universo, que la primera entrega había aumentado la venta de muñequitos y había que seguir con la franquicia. La escasa pasta que tenría la compañía en sus arcas hizo que
todas aquellas aspiraciones se truncaran, y ni
Spider-Man ni
Masters del Universo 2 vieron jamás la luz. En su lugar, Pyun dirigió
Cyborg, ni más ni menos,
la última película producida por Cannon.
De todas formas, el bueno de Albert tenía que haberse quedado con la espina clavada de no haber podido rodar Spider-Man, y en 1990 perpetró ese crimen, tan aberrante que me encanta, y que es la chapucera adaptación cinematográfica
Capitán América, un
auténtico desbarajuste de presupuesto 0, actores lamentables para los papeles principales, y estupendos actores como meros secundarios sin apenas papel, guión ridículo, poca pasta para FX, y cualquier parecido con el comic, mas allá del origen del bueno del Capitán, y la presencia de su enemigo Calavera Roja,
es pura coincidencia.
No me quiero ir más por las ramas, solo quería que os hicierais idea de
la catadura fílmica de este caballero, y es que,
Cromwell es sin duda su mejor peli. Conan le saca un año, y el personaje principal está bastante inspirado en él: pirata, bandido, mercenario… de hecho, toda la trama es sospechosamente comparable a uno de los mejores relatos de Conan, la estupenda novela corta
La hora del dragón. En dicha novela, Conan es el rey de Aquilonia, pero eso de que sea un rey justo y que intente hacer el bien a su pueblo no le mola a los corruptos, así que varios caballeros se reúnen con intención de destruirle. Como saben que, militarmente,
nada pueden contra él, resucitarán a un poderosísimo mago y nigromante que vivió miles de años atrás. Este mago no tendrá el menor problema en destruir a Conan con sus poderes, diezmando su ejército y
convirtiendo al rey en un vagabundo, pues todos creen que ha muerto. Naturalmente, el mago, extremadamente poderoso, tiene planes propios, y aquellos que le resucitaron poco podrán hacer para detenerle.
Las comparaciones con Cromwell son, como ya he dicho, muy sospechosas. Tenemos aquí a Cromwell, un tipo ambicioso e insensible que
quiere ser rey al precio que sea, pero su ejército es insuficiente para derrotar a los guardias reales. Por mediación de una bruja, Cromwell contacta con un
espantoso demonio venido del Infierno, y pacta con él para que, con sus poderes, destruya al ejército real. Así se hace, y Cromwell mata a toda la familia, mujeres y niños incluidos, salvo el joven Talon, que logra huir en el último momento, muerto de miedo. Inmediatamente, Cromwell, habiéndose coronado rey, ordena matar al demonio, pero este, de nuevo en el Infierno,
tramará su venganza, puesto que desde el principio solo pensaba usar a Cromwell.
Años después, en la ciudad real, nadie se traga a Cromwell como Rey, puesto que es un tirano, y los dos hijos de un antiguo hombre de confianza del rey legítimo aspiran a derrocarle y sentarse en el trono, pues creen que toda la familia real ha muerto. Se ha creado una “resistencia” para ayudar a los dos hermanos a conseguir sus planes, pero el chico, Mikah, es detenido por los guardias de Cromwell. Entonces, su hermana Alana no tiene más remedio que
pactar con un pirata deslenguado que la ha salvado de ser violada, y que por supuesto, es el que debería ser rey legítimo, Talon, que ha vivido todos estos años haciendo de pirata y mercenario, y ahora ha vuelto para vengarse…
Bastante curiosa, y muy manida (el argumento lo he visto repetido en docenas de novelas de fantasía épica, repleto de tópicos) pero aún así, es interesante echarle un vistazo por
lo bizarra y extraña que es, además la princesa enseña cacho, que eso siempre viene bien.
Casi insalvable, y bastante lamentable, es
El guerrero y la hechicera, un subproducto con un
David Carradine venido a menos, rodado en 1984, con un presupuesto limitadísimo y con un guión que es esencialmente, el de cualquier western o novela de bolsillo Estefanía, trasladado a un supuesto mundo de magia y tal, aunque vemos poco, más allá de
un descampado donde tiene lugar gran parte de la peli, y dos escenarios supuestamente palaciegos de cartón piedra. Todo bastante pobre. La cosa es tal que así: un guerrero sin nombre (Carradine) llega a una especie de poblado donde dos reyes rivales se pelan por la escasa agua existente, en un pozo que tienen constantemente vigilado, tratando a los que viven en la zona como esclavos. Carradine llegará y pronto se gana un nombre por derrotar a los soldados de uno de los bandos (en peleas
de lo peorcito que llevo visto) y jugará a dos bandas, mientras va enterándose de todo y enfrentándolos a todos.
Cuando le pusieron "El guerrero y la hechicera" la chica de la taberna de "Desafío total" lloró
También menciono (y solo menciono) la saga
Deathstalker, cuatro entregas producidas por
New World, la compañía de Roger Corman, y con esto entramos ya en el terreno de
explotations vergonzosas, cada vez con
menos valores destacables e historias con elementos clónicos. De hecho, del primer Deathstalker (o
El Último Guerrero) no conozco ni una cara. La historia es tan simple como mascar chicle: forzudo rubiales que va de ladrón mercenario y que, por mediación de una bruja descubre la existencia de
tres objetos cuyo poseedor podría adueñarse del mundo (
una espada, un cáliz y un amuleto). Pero un mago tenebroso tiene ya el cáliz y el amuleto. Sin embargo, nuestro rubiales conseguirá la espada y tratará de conseguir los otros dos objetos. Y de mientras… monstruos, peleítas, mazmorras, torturas, y tías en pelotas (muchas) con
cualquier excusa o sin ella. De hecho, da la impresión de que ver tías en bolas es el objetivo de la película, más que los monstruos o las hostias. La película, como digo, tuvo varias secuelas, pero solo me detendré en la segunda parte,
Deathstalker, El cazador de la muerte 2. No por sus valores ni
mucho menos por su calidad, sino por su protagonista, otro rubiales con músculos de cuatro semanas de gimnasio de barrio,
John Terlesky. Aunque el nombrecito
os parezca ridículo y no lo hayáis oído en la vida, este individuo (de dotes interpretativas nulas) tuvo una presencia
anónima pero constante en los ochenta, en películas como
Killbots (ahí le redescubrí hace poco) o la mitiquísima
Admiradora secreta. Pues este caballero se pasó de delante de la cámara a detrás, donde ha dirigido episodios de series tan dispares como
Anatomía de Grey,
Boston Legal,
Escudo humano o
Castle. Es curioso como
algunos actores ochenteros se han reciclado en directores de mayor o menor interés (ahí está Timothy Van Patten, en su día, líder de los matones juveniles de
Curso 1984, hoy, director de algunos de los mejores episodios de series de la HBO).
De la todopoderosa (en los videoclubs ochenteros) recordada y amada por mi y por cuatro gatos más
Cannon Group, nos llegó el film
Gor, y su secuela,
Gor 2: fuera de la ley de Gor, peliculitas realmente lamentables, pero a las que tengo
una mayor estima porque las vi en su día y se me quedaron grabadas en las retinas. Como muchas otras (pero no todas) películas de la Cannon, ambas fueron editadas aquí por la imprescindible
Ízaro Films, prima hermana de
José Frade Video en cuanto a editar la filmografía de Ozores, Pajares, Esteso y demás fauna ibérica de la época.
Como iba diciendo, Gor. Está dirigida por Fritz Kiersch, individuo de nombre imposible de pronunciar sin soltar algún salivazo, que fue responsable de la primera entrega de la larga y lamentable saga de
Los chicos del maíz. Con música de Pino Donaggio (compositor casi inseparable a Brian DePalma, tras la muerte de Bernard Herrman) y producida por Harry Allan Towers, responsable de la saga de Fu-Manchú protagonizada por Christopher Lee, la película
mezcla nombres italianos (pese a ser producción americana)
con algunos nombres conocidos, tales como Oliver Reed, Jack Palance o Arnold Vosloo. El protagonista sin ir más lejos ha aparecido cintas tan memorables como el primer
Demons de Lamberto Bava, o
Terror en la ópera de Argento.
La historia comienza mostrándonos
la miserable vida de Tarl Cabot, profesor de historia, arqueología o váyase a saber qué, un tipejo desaliñado y tímido de quien se ríen sus propios alumnos y cuya novia le deja plantado en vacaciones para largarse con un chulo playa
delante de sus propias narices sin el menor disimulo. Demasiados disgustos para una sola vida, y Tarl que va conduciendo con su coche, sufre una especie de… ¿
experiencia fuera del cuerpo? ¿Viaje astral? ¿Sueño intenso para olvidar su mediocre vida? En cualquier caso, despertará en una tierra extraña y desconocida, el mundo de Gor, un lugar ajeno a la Tierra que él conoce, u
n planeta salvaje y bárbaro donde hay dos tribus enfrentadas. Una, la tribu más “fuerte” (armaduras, mejor armamento y malas intenciones) pretenden robar una piedra sagrada (una especie
de esponja rosa) al otro pueblo, los típicos salvajes que van en taparrabos y apenas disponen de palos y piedras. Durante la escaramuza, Tarl mata sin querer al hijo de Sarm, el malvado que dirige a los ejércitos, y este buscará venganza. Tarl llegará a estar entre el pueblo pacífico, que le toma por un “elegido” que les ayudará a recuperar su piedra sagrada…
Lo demás es muy típico:
van entrenando a Tarl en el arte de la esgrima, el tiro con arco, y demás, teniendo el chaval que lidiar con
su habitual actitud cobarde, mientras poco a poco se va endureciendo, comprometiéndose con esa gente y preparándose para su encuentro con Sarm el villano.
Aunque ya digo,
no vais a ver en Gor nada nuevo con respeto a todas las otras mierdas que vamos a repasar en este megapost, ni nada de mayor calidad, le tengo un cariño especial por
habérmela tragado un centenar de veces en VHS en su época, porque qien de crío no ha soñado viajar a un planeta misterioso donde puedas hincharte a espadazos contra la gente sin que la policía diga ni mu, y encima los campesinos te hacen la ola, y porque recuerdo que el tío del videoclub de barrio donde solía pillarla la tenía junto a su secuela y a TODAS las pelis de la Cannon disponibles
en una misma estantería, y ver así todas acumuladas, sagas como
Desaparecido en combate,
Yo soy la justicia,
El guerrero americano, amén de muchos otros títulos míticos como
Masters del Universo o
El templo de oro, es lo más cerca del Paraíso que he estado en esta vida. Recuerdo que cuando me paraba a mirar aquella estantería, soñaba con tener algún día todos aquellos títulos en mi casa, igualmente expuestos. Por desgracia, aún hoy sigo soñándolo, porque sigo sin poseer la mayoría de esos títulos, aunque algunos si los tengo.
La secuela,
Gor 2, llegaría en 1989, dos años después, con gran parte del equipo técnico y artístico intacto, aunque cambiando al director, el bueno de Fritz, por John “Bud” Cardos. Todo empieza con Tarl Cabot en un bar,
recordando sus buenos tiempos en Gor al tiempo que su anillo empieza a brillar. Y luego, de nuevo al coche, de nuevo un “viaje” y volvemos a Gor,
un mundo cruel habitado por gente cruel, que decían en la primera parte, pero esta vez acompañado por un colega del curro,
un cenizo pesado y sin el menor carisma. La verdad es que la secuela me pareció, ya en su día,
mucho menos lograda y menos fascinante que la primera (que tampoco es gran cosa, no os vayáis a creer).
La Cannon también volvió a incursionar en la temática de espada y brujería con
Los bárbaros, co producción norteamericana e italiana
dirigida por Ruggero Deodato, que llega tarde y mal al mercado para pasar sin mucha pena y ninguna gloria. El argumento (veréis que sorprendente) relata como un grupo de artistas circenses muy pacíficos y bondadosos son atacados por un grupo de brutos deformes e hijos de puta, que los secuestran llevándolos a su poblado donde los masacran, violan, etc. Dos de los niños, hermanos,
son condenados a trabajar como esclavos (hay planos PLAGIADOS de la esclavitud de Conan en la rueda de Conan el bárbaro, pero sin pudor, eh). Pasan los años, y
se convierten en hombretones con musculazos y tal, siguen trabajando como esclavos en el refugio de los villanos (encabezados por Richard Lynch y Michael Berryman) sin acordarse el uno del otro, ya que los separaron al llegar allí. Acaban los dos enfrentados en unos combates de gladiadores que se organizan allí, pero
se reconocen antes de matarse, y descubren también que su antigua protectora, dueña del circo donde trabajaban, sigue viva, secuestrada en el harén del malo, por lo que deciden escapar y se reencuentran con otros integrantes del circo que lograron huir, montando
un grupito para rescatar a su patrona.
A ver,
no tengo nada en contra de una producción sin medios, siempre que sepa suplirlos con ingenio, o con profesionalidad, o con un mínimo de cariño y carisma… pero es que
Los bárbaros carece de cualquier cosa mínimamente interesante. Pese a que se nota que hay más pasta que en las habituales italianadas, y que pusieron más dinero en cosas como escenarios, vestuario, atrezzo… la película
es condenadamente aburrida. ¡No pasa nada! Y lo poco que pasa, o está plagiado de obras precedentes, o se sigue con desinterés. Muchas de estas producciones son malas, pero bueno, hay algo de gore, alguna teta, peleas medianamente bien resueltas… en
Los Bárbaros no hay sangre (cuatro gotas en el enfrentamiento inicial, y poco más) no esperéis aquí el desparpajo italiano a la hora de mostrar carne, y las peleas están malísimamente resueltas.
Incluso películas sin dinero, sin guión y con un director cafre pueden tener cierto encanto si sus protagonistas muestran algo de ganas y un mínimo de carisma, pero los “héroes aquí”,
dos hermanos gemelos forzudos, son de lo peorcito que llevo visto, convierten casi todas las escenas en las que aparecen, en algo involuntariamente cómico.
No vale la pena.
Nos metemos en
italianadas (Italia fue siempre un país pionero en caspa, que produjo gran cantidad de películas que “aprovechaban” (creo que el término legal es más bien
plagio) elementos de éxitos recientes americanos: así, si ni los bichos marinos con hambre ni los mundos post apocalípticos se libraron, los mundos pseudo prehistóricos o directamente en otras eras o mundos de fantasía, no iban (ni fueron) a ser una excepción, y
nuestros primos mediterráneos se hincharon a mandarnos cositas dirigidas por gente tan sana como Antonio Margheriti, Joe D’Amato o Ruggero Deodato, todas llenas de
tíos musculados y aceitosos, señoras de buen ver y paisajes agrestes que sin mucho esfuerzo podían pasar por la prehistoria.
Un buen ejemplo (y malísima película… pero MALÍSIMA) es
Yor, el cazador que vino del futuro. Un musculitos rubiales (y van…) sin memoria, anda por la prehistoria enfrentándose a bichos que
quieren hacernos creer que son dinosaurios, y salvando a doncellas de ser violadas (aunque no tiene excesivos problemas en violarlas después él) como único recuerdo de su pasado, posee
un extraño collar como nunca nadie ha visto otro… aunque en estas, Yor se entera de que hay una señora ne un bosque con un collar idéntico al suyo y claro, partirá en su busca con la esperanza de averiguar cositas sobre su pasado, encontrándose de paso con una sociedad futurista muy extraña. De lo peor que llevo visto.
Después hay que mencionar la saga de
Ator el poderoso, italianadas de Joe D’Amato, que en su día editó aquí
José Frade Video, y que son la cabeza más visible y recordable de las italianadas de espada y brujería, aunque por lo que sé, el mundo hoy las tiene
bastante olvidadas. Quizá sea mejor asi para la Humanidad, porque, la primera parte,
Ator el poderoso, es un plagio de Conan y Excalibur
rodado en descampados con cuatro tíos provenientes del gimnasio y un puñado de supuestos extras.
La historia ya a estas alturas
no sorprenderá a nadie: Thor (ignoro, y a nadie parece importarle, si es el Thor marvelita u otro Thor diferente) engendra a un hijo humano, Ator, que tendrá sus poderes y de mayor será muy fuerte, etc. El caso es que Thor está en perpetua lucha con un ¿Dios? llamado el Arcano, que
domina a las arañas, y cuyos ejércitos invaden el lugar donde vive la madre de Thor, destrozando el poblado ya de paso. Un amigo leal de Thor decide entregarle a unos campesinos para que le críen, a cambio de darles dinero, sin decirles quien es en realidad. Años más tarde, Ator es un jovencillo saludable y rubiales, que
está enamorado de su hermana, y para contento de ambos, sus padres le revelarán que no son en realidad hermanos de sangre, por lo que
procederán a casarse. Pero la ceremonia será interrumpida por los hombres del Arcano, que destrozan el poblado (otra vez) matan a sus padres adoptivos y
raptan a su hermana durante la boda.
Ator, un joven puro e inocente, se desconsuela con toda esa desolación, camina sin rumbo para encontrarse con el hombre que le dio en adopción, que ahora le revelará su origen y por supuesto,
le enseñará a luchar para así poder enfrentarse a las hordas del Arcano y rescatar a su hermana/novia para continuar el bodorrio. De paso, tienen que encontrar ciertos “objetos” (una espada, un escudo…) y enfrentarse a varios engendros, el último de los cuales,
inevitablemente, es una araña gigante de peluche.
Cuidado al pisar el suelo. Hay
caspa.
Y ya sabemos que a los italianos les gusta más la caspa que a un tonto un boli (si no, ¿Cómo cojones Berlusconi hubiera llegado a presidente de una nación!) y se hincharon a hacer
unas cuantas secuelas, de las cuales solo comentaré la segunda entrega,
Ator 2, el invencible, también dirigida por Joe D’Amato, y protagonizada de nuevo por
Miles O’Keefe y su Mullet asesino como Ator. Y solo comentaré la segunda, porque, cuando la acababa, me pregunté a mi mismo, ¿Henry, para que quieres ver más de lo mismo? Porque amigos,
no hay nada nuevo. Aquí nos presentan a una especie de tribu del paleolítico que vive en cuevas, se pintarrajean la cara con lodo y
se matan entre ellos gustosamente, mientras de paso, una voz en off nos comenta que todos esperan ansiosos la aparición de Ator, más leyenda que hombre, hijo de Dios y de mujer mortal, y una especie de mago y sacerdote instruye a su hija, explicándole que tendrá que buscar a Ator para que libere a su pueblo de las hordas bárbaras dirigidas por Zor, y el padre encomienda a su hija que busque a Ator. Este, ahora
está estudiando artes marciales en un templo, bajo el mando
de un maestro chino (y van…).
Allí, la hija del mago se topa con Ator, y le pide que regrese, mientras el malvado Zor intenta convencer a su padre para que le enseñe brujerías varias. Lo demás, bastante típico, incluida una línea argumental con Ator intentando convencer a unos campesinos de que se enfrenten a los malos, y que me recordó muchísimo a cualquier episodio del Equipo A, y una escena que sobrepasa el ridículo, con Ator volando sirviéndose de
una especie de dirigible primitivo.
La tercera parte, de 1987, no contaba ya con Joe D’Amato en la dirección, pero Miles O’Keefe seguía allí, por
si a alguien le interesa.
Siguiendo con la estela de señores forzudos,
Gunan el guerrero, otra infecta producción, que casi me atrevería a decir, es más infecta que de costumbre. Se
rellena metraje sobrante descaradamente, usando planos de montañas y paisajes, mientras una voz en off nos va narrando los hechos, una especie de
clase de Historia de la (supuesta) evolución de la Tierra, donde, en otra Era, había dioses que vigilaban a los hombres y conducían sus destinos. Tales dioses profetizan la leyenda de Gunan, el guerrero, un hombre con fuerza sobrehumana y con una espada que le permitirá sesgar al Mal del mundo, personificada en las típicas tropas bárbaras. Pero claro, esto es una peli de Espada y Brujería, y el poblado donde va a nacer Gunan
TIENE que ser masacrado, justo en el momento de su nacimiento. Aunque sus padres y toda su gente muere (menudo lío tenían que hacerse los del censo en
aquellos aciagos días) él se salva y llega a una comunidad de amazonas… que descubren que, trocando la profecía de los dioses,
no hay un niño, sino dos, mellizos que no recibirán nombre, y que crecerán odiándose a muerte, pues solo uno puede aspirar a ser Gunan, el guerrero… y el otro, evidentemente,
desaparecerá de la Historia.
Los dos han crecido hasta convertirse en forzudos, uno más malencarado, rabioso y envidioso, el otro más paciente y cauto. Al llegar a la edad adulta,
son sometidos a una serie de pruebas para determinar quien será el legendario Gunan, pruebas de las que solo uno puede salir vivo… el ganador se llevará el nombre, la espada, y el derecho a entrar en la tienda de campaña de la jefa de las amazonas cuando le plazca. Las pruebas son
una gymkhana bastante cutre, tras las cuales, aparentemente, gana le hermano “bueno” y es investido como Gunan, pero contra todo pronóstico, el otro mellizo ha sobrevivido y buscará vengarse y recuperar el título de Gunan el guerrero. Soy incapaz de entender
cómo pudo llegarse tan bajo.
Olvidada como lágrimas en la lluvia, y con justicia, está
La espada salvaje de Krotar (imagino que lo de la Espada Salvaje irá por el cómic marvelita de Conan, porque el título original es
Sangraal, la spada di fuoco, y de hecho
Krotar brilla por su ausencia, y el protagonista es el tal Sangraal, hijo de un tal Ator (¿será ese NUESTRO mítico Ator?
). El caso es que el tal Ator era invencible, destruyó a todos los malos del mundo y fundó un reino de paz y prosperidad. Su poder llamó la atención de
una especie de bruja de los infiernos, que, celosa de su poder, contaminó la mente de un guerrero llamado Krotar, prometiéndole un imperio si destruía a Ator. El tal Ator, que por aquellos años debía estar ya chocheando, pierde antes las fuerzas malignas de Krotar,
que arrasa su poblado (¿¿¿NO ME DIGAS???) matando a mujeres y niños. Pero fíjate, el hijo de Ator escapa, es nuestro colega Sangraal que procura guiar a los pocos supervivientes de la masacre a una especie de tierra prometida. Evidentemente, habrá problemas, por parte de algunos compañeros de Sangraal que no creen en la tierra prometida, y las tropas de Krotar a las órdenes de la malvada reina Rani (¡RANI!) que va enseñando las tetas toda la película.
Mala con avaricia, tenemos lo de siempre: tetas, paisajes rocosos y desérticos, tíos vestidos con pieles y unas peleas bastante vergonzosas. También aquí tenemos
la voz en off de un narrador mítico (juraría que es el mismo doblador que doblaba la narración
de Ator el poderoso).
Y para terminar con caspas varias, mencionar obligatoriamente
Hundra... ¿y que es Hundra? HUNDRA ES NUESTRA. Más concretamente, es
una peli de espada y brujería de nacionalidad española, dirigida en 1983 tras el éxito de Conan. Con banda sonora de Ennio Morricone,
se usó mucho atrezzo y vestuario sobrante del rodaje de Conan, rodándose además en muchos de los parajes en que se rodó la peli de Millius. La historia se nos cuenta de mano de una narradora, y muestra la suerte de un grupo de mujeres (las primeras feministas que existieron) que, descubriendo que "podrían hacer todo lo que hacían los hombres" se exiliaron y vivieron una vida nómada, odiando al macho. Claro que, para engendrar, les hacía falta ayuda, por lo que, cuando una mujer de la tribu quiere descendencia, debe alejarse de sus compañeras en busca de un macho que las fecunde.
En estas, hay una joven rubia de buen ver llamada Hundra
que pasa de tener hijos, porque (cito textualmente) "prefiero la caricia de un caballo entre mis piernas a la de un macho"
El caso es que un buen día, llega un grupo de tíos que
masacran a las feministas. Hundra se salva por haberse ido a cabalgar (ya, ya) y cuando vuelve las encuentra a todas muertas, incluida su hermana pequeña. Perseguida por los asesinos, logra quitárselos de encima, y decide recorrer mundo, buscando a algún tío con el que tener hijas para repoblar el mundo, y de paso, soltando sus panfletos pro feminismo a todas las titis, y asesinando a todos aquellos tíos
que no cumplen con sus parámetros de seducción
Tal vez sea por haberme tragado todas las basuras italianas, o tal vez no, pero el caso es que esta Hundra me ha parecido más divertida y algo mejor que las anteriormente dichas. Y que demonios, es patrimonio nacional al género fantástico en los ochenta, junto con
La grieta y
Buenas noches señor monstruo.
Merece la pena echadle un vistazo.
Otro referente (para mi, absoluto)
en fantasía ya no ochentera, sino de todos los tiempos, es la adaptación de John Boorman de los mitos artúricos en la extraordinaria
Exalibur. Pese a que los más puristas la considerarían incompleta (se deja por el camino bastantes tramas y personajes secundarios, y se permite ciertas licencias) para mi, es la versión definitiva del mito, al menos de momento; la que mejor capta el espíritu de Camelot.
Boorman Estaba interesado en una adaptación cinematográfica de
El señor de los anillos, que nunca se llegó a materializar (los derechos y la producción salían demasiado caros). Más tarde, de aquella intentona salió la versión animada de Ralph Bashi, mientras que Boorman se lanzaba por otros derroteros:
adaptar otro producto literario de contrastado prestigio y que pintaba casi igual que difícil que adaptar la trilogía de Tolkien:
La muerte de Arturo, de Thomas Mallory (una de mis asignaturas pendientes en literatura).
La historia me resulta realmente fascinante: en tiempos antiguos, donde todavía coexistía el Hombre con la Magia, el rey Uther Pendragon busca reunificar las tierras en constante guerra, en una sola, dirigida por él, que
para eso es Rey legítimo. Ayudado por el mago Merlín, criatura que tan solo comparte con los humanos su apariencia (en múltiples ocasiones se nos da a entender que nada más tiene de humano que la apariencia, carece por completo de necesidades básicas) poco a poco ha ido
uniendo a los pueblos en guerra en uno solo, bajo su estandarte. Pese a que es impulsivo, excesivamente arrogante y temerario, conseguirá firmar la paz al fin, con el último rey postizo que pretendía imponérsele, el duque de Cronwall, celebran la paz con un banquete en su castillo. Allí,
Uther quedará prendado de Igrayne, la esposa del duque (interpretada por una imponente Katrine Boorman, hija del director) y con tal de poseerla, en pocos segundos se carga la unificación de los pueblos que lleva media vida intentando lograr: Cronwall le vuelve a declarar la guerra y todo lo conseguido se pierde.
Uther, loco de celos, casi obliga a Merlin a que use su magia para poder tener a la mujer, y finalmente, el mago accede, a cambio de que, en su momento, Uther
no le niegue nada; le da la apariencia del Duque para que pueda yacer con ella (una escenita que
muchos recordaremos, si la vimos en nuestros tiempos mozos) y en la batalla subsiguiente, el Duque muere. El fruto de esa nochecita de pasión nacerá nueve meses después: Arturo, un bebé que Merlín, que sabe perfectamente lo que va a pasar, se llevará prácticamente de los brazos de su madre. Uther, encolerizado, acosado y destrozado porque ya nadie se fía de él,
es asesinado poco después, pero antes de morir hunde la Espada de poder, Excalibur, en una roca, jurando que nadie más que él la sacará de ahí.
Años después conocemos a un joven Arturo que, ignorante de su linaje, ha crecido entre campesinos, como el escudero de su hermano adoptivo Kay. Durante un torneo, a Kay le roban la espada, por lo que Arturo
saca Excalibur de la roca (durante décadas, miles de hombres lo han intentado sin éxito) y, inconsciente de lo que acaba de hacer, se la da a su hermano. Pero los testigos del suceso rápidamente corren la voz de que ha sido “el niño” el que ha sacado la espada. Enseguida
aparece Merlín, para guiar a Arturo, mientras que los grandes caballeros del reino se dividen: unos quieren seguir al Rey, hartos de años de guerras y escaramuzas, y otros pretenden aprovecharse de él y despojarle de la espada, dado que es joven y sin experiencia. Gracias a la guía de Merlín, y a la humildad innata del muchacho,
Arturo se gana la confianza de todos los grandes caballeros, y es coronado Rey; conocerá a Ginebra, su futura esposa, y al caballero sin rey Lanzarote del Lago, que se convertirá en su más fiel vasallo y amigo… pero por supuesto, la estabilidad, como siempre,
pende de un hilo. Las maquinaciones de Morgana, la hija del duque de Cornwall, que ha aprendido de las artes de hechicería, lo complicarán todo…
La película está estructurada en tres actos clarísimamente: el primero,
la aventura de Uther, su auge (que dura horas) y su irremediable caída. La segunda parte nos muestra a Arturo, desde su juventud hasta
el mayor esplendor de su reinado, donde ha conseguido paz estable, prosperidad y riqueza para todos y cada uno de sus súbditos. Y la tercera parte, la caída, la pérdida de todo lo conseguido, debido
a la bruja de Morgana, que por supuesto, tiene sus propios planes, y a la traición de Ginebra y Lanzarote, amantes desesperados que con su infidelidad, causan la ruina de todo un reino (los bajos instintos, llámesele sexo, amor, lujuria o como se prefiera, como véis, son
los causantes de la mayor parte de las tragedias de la leyenda).
La tercera parte ya entra directamente en
la caída de Camelot, con los caballeros de Arturo disgregados o muertos, el Rey envejecido, vencido, habiéndolo perdido todo, el mundo sumido en el hambre, la desesperación y el caos, Merlín traicionado y atrapado por Morgana. Los años van pasando, y la única esperanza, cada vez más difusa, es que alguien pueda
encontrar el Grial, que por supuesto, más que algo físico, es pura metáfora: encontrar el Grial es, simplemente, que el Rey Arturo pueda volver a ser lo que era, que encuentre de nuevo ese estado de gracia que le permitió llegar más lejos que su padre en la tarea de pacificar y gobernar.
La ambientación es especialmente acertada, en cada una de las etapas por la que pasa el mundillo de Camelot, a
la estupenda banda sonora con Carmina Buranna de fondo (no se puede escoger nada mejor para este tipo de historias). En cuanto a interpretaciones, los que ponen rostro a Arturo y Lanzarote han sido más o menos criticados desde aquel entoncs por algunos; a mi personalmente me parecen soberbios, pero palidecen ante
ese magnífico duelo entre Helen Mirren y Nicol Williamson (se supone que se llevaban más o menos a matar). Aquí están sencillamente acojonantes, uno, Merlin, una criatura de origen dudoso (habla de “otros mundos” a los que debe volver) entre cuyos poderes están
la visión del futuro, o la creación de ilusiones, y que aceptará enseñar a Morgana algo de sus artes, más por soledad que por otra cosa. Pero Morgana no es como él, es una humana con pasiones, ambición, y aspiraciones, y también con mucho odio hacia Arturo por lo que Uther le hizo a su madre, y no posee ni el equilibrio ni la experiencia de Merlín, por lo que, una vez este se lo ha enseñado todo, le confina a una prisión y con sus poderes,
engaña a Arturo para que este le dé un hijo, Mordred, para que a su debido tiempo, este reclame el trono y se lo arrebate a su padre.
Además,
hay unos cuantos actores secundarios que entonces no habían destacado todavía: Liam Nesson, Gabriel Byrne, Patrick Stewart… ¡y Ginebra está preciosa!
Si no la habéis visto, corred a ello. Para mi, es una forma modélica de adaptar una historia tan compleja y ambiciosa, con muchos personajes y que transcurre a lo largo de muchos años.
Puede que sea discutible, pero
me siento mucho más cómodo incluyendo aquí
Los inmortales, antes que meterla en un futuro megapost de cine de Acción. La película es
una de las más míticas de los ochenta, y sin embargo, permitidme decir que ha envejecido FATAL en muchos sentidos.
El film de Mulcahy es uno de l
os más ochenteros que te puedes tirar a la cara. Pero otras películas, también muy ochentenas, guardan el tipo incluso hoy: mirad
Gremlins,
en busca del Arca Perdida,
Regreso al futuro…
Los inmortales es como un muñeco de trapo con el que nuestros padres nos asustaran de pequeños, pero hoy se le ven todas las costuras y la cremallera, y ya no engaña a nadie.
No quiero decir con esto que no me guste, porque
sería mentira. Disfruto sentándome a verla cualquier tarde, en VHS en vez de DVD a ser posible, pero hay cosas que me sacan de la película. Tampoco voy a hacer un análisis de qué está mal, porque no lo veo ahora necesario. Baste decir que, aunque tuvieras el mejor guión posible entre las manos, y a un director más capacitado que al sosainas de Mulcahy, si le das el papel protagonista a Christopher Lambert
la has jodido. Y eso que aquí está
relativamente correcto si lo comparamos con “interpretaciones” posteriores. Pero mira que el tío es soso. Cuando sale Connery se lo come, y
ahí la película aguanta, pero en cuanto Sean desaparece, pierde enteros, y
ni Clancy Brown lo arregla. Pero bueno, entremos en materia.
Como casi todo el mundo sabrá,
Los inmortales parte de una idea base con la que se podría haber hecho una GRAN película, que por desgracia no se hizo: una serie de personas, de diferentes épocas y nacionalidades, unidas por el hecho de que no envejecen, y de hecho,
no pueden morir, salvo que otro de los suyos
les corte la cabeza. Vamos conociendo a esta raza de inmortales a partir del protagonista, Connor McLeod, un antiguo montañés de las Highlands escocesas que, durante su juventud, casi muere atravesado por la espada de Kurgan, un misterioso guerrero. El hecho de que se recupere de la herida de forma milagrosa hará que todos sus vecinos y familiares
le tomen por un demonio, y le echan del pueblo a pedradas. Cuando años después, vive con su esposa Heather, se le aparecerá Ramírez, un sabio espadero que le enseñará la verdad: ambos son inmortales, pero su destino es ir acabando unos con otros hasta que, por supuesto,
solo quede uno, que podrá pedir el premio, una especie de recompensa de origen dudoso (se nos explica poco) pero que podría convertir al ganador
en el ser más poderoso de la Tierra.
Poco a poco, se van intercalando
flashbacks con la vida de McLeod actualmente, que vive en Nueva York bajo uno de tantos nombres falsos que ha ostentado a lo largo de su vida, Rusell Nash, y se dedica a comerciar con antigüedades al tiempo que se enfrenta a sus compañeros inmortales que poco a poco, van sintiendo el irresistible deseo de buscarse y matarse entre ellos. Podrían haber hecho algo grande con un buen guión, menos dedicado a las peleítas y al manido argumento del salvador del mundo, metiéndose más en
la irónica soledad de los inmortales: no pueden buscar la compañía de los seres que son como ellos, porque tarde o temprano, los otros querrán su cabeza. Pero no, mola más que
McLeod sea la última esperanza de los inmortales tras la muerte de Ramirez, para derrotar a Kurgan, que por supuesto es un inmortal malo que
quiere dominar el mundo y además, le saca la lengua a las monjas en las iglesias. Una mala pieza.
Todo se va desarrollando con
una trama amorosa que también quita bastantes enteros, entre McLeod y una experta en Historia que se tropieza con él, y va descubriendo la verdad, y que realmente sirve de poco, ya habíamos visto a McLeod enamorado antes, y como su primera mujer muere de vieja mientras él sigue eternamente joven, y una segunda historia de amor sobra. Además,
la química entre los dos es inexistente.
Pero centrémonos en lo bueno,
que también lo hay. Para empezar, la banda sonora de Queen,
absolutamente antológica y responsable en un 50% del éxito del film, con temas que son, irónicamente, inmortales y están en el colectivo musical popular de todos los tiempos. Tampoco, pese a ser Lambert y su partenaire femenina bastante sosos,
podemos despreciar todo el casting: Connery está espléndido en un papel de sabio maestro (que repetiría luego en toda su carrera, con papeles como
El nombre de la rosa) un inmortal más experimentado, viejo y cínico, pero entrañable. Sus lecciones con McLeod son
los mejores momentos de la película, donde le roba el protagonismo a Lambert en cada plano que aparece. También me gusta Clancy Blown,
mítico villano que sin embargo, todo el misterio que puede tener cuando le vemos (brevemente) en las escenas de la vida de McLeod, pierde bastante cuando se le representa, en la “actualidad”
como a un macarrilla ochentero.
Una de sus mayores virtudes, que hoy en día puede parecer poca cosa,
son los duelos a espada en medio del mundo moderno y en marco urbano, algo que fue absolutamente innovador y que sorprendió mucho, uno de los mejores aciertos. Yo personalmente, no puedo dejar de acordarme de esta película cada vez que me meto
en un parking subterráneo. Esos duelos en plena calle neoyorquina ochentera son antológicos. Los inmortales podían haberse modernizado (parecen adaptarse bastante bien a las diferentes épocas) en cuanto a armas, podían haber usado pistolas cuya munición le vuele la cabeza de cuajo a sus congéneres, podían haber usado lanzagranadas, pero no… espadas. Hay que reconocer que
fue todo un handicap.
Curiosamente, en EEUU fue
un batacazo comercial (ni siquiera recuperó el dinero invertido en taquilla) mientras que en Europa gozó de mucho más culto, gracias al formato doméstico y pases televisivos, de hecho
el montaje estadounidense es varios minutos más corto que el que hemos visto en España toda la vida. El culto que gozó le permitió tener varias secuelas y dos series de televisión, en las que por nada del mundo pienso detenerme
más de lo imprescindible, pues si la primera entrega tiene peros, el resto es lamentable.
Los inmortales 2 es un bodriazo que reinventa la mitología (ahora los inmortales resulta que
son de otro planeta) McLeod ha envejecido, pero otros inmortales venidos de su planeta de origen intentan matarlo, por lo que se los carga para rejuvenecer y enfrentarse al malo malísimo por excelencia: Michael Ironside. Ni la presencia de mi adorada musa Virginia Madsen, y el regreso,
más bien vergonzoso, de Connery, salvaría este bodrio. La tercera parte
Inmortales 3: El Hechicero, nos narra el enfrentamiento de McLeod (que para ser inmortal ha envejecido un huevo) con un hechicero al que pone cara Michael Van Puebles, y
que no salió antes porque estaba enterrado bajo unas ruinas y bla bla bla… se supone que se intentó volver al espíritu de la primera entrega, pero más bien se la plagia todo lo que se puede, incluida la
prescindible relación amorosa. Las demás secuelas llegaron
directas a vídeo, y la cuarta era una especie de piloto para la serie televisiva que apenas recuerdo, salvo haber visto
algún trozo perdido en Tele5 de madrugada, quedarme con la sensación de que el actor que interpretaba a McLeod era
notablemente superior a Christopher Lambert. Además, hubo una serie animada, con McLeod y Ramirez, de la que recuerdo aún menos, salvo que la vimos en televisión (Tele5 otra vez, creo) y que sacaron una línea de juguetes, con remoto parecido a los modelos originales. Mucho ruido y pocas nueces, pero la primera parte,
a todos los ochenteros de pro, os seguirá gustando si o si.
Finalmente, mencionar aquella película, que,
sin pertenecer al género fantástico, encaja aquí mejor que en futuras seciones: el debut estadounidense de un grande, ni más ni menos que Paul Verhoeven. Me refiero, claro a
Los señores del acero, mítica producción medieval de la
Orion, en 1985. La historia nos sitúa en Europa Occidental, en algún momento del siglo XVI. Arnolfini es un señor feudal que ha sido desterrado de su ciudad junto con su hijo Steven, pero no contento con su destino, contrata a
una jauría de mercenarios dirigidos por el capitán Hawkwood. En el fragor de la batalla, Arnolfini promete a los mercenarios que, si consiguen conquistar su ciudad
tendrán permiso para saquear las casas de los ricos durante todo un día. Los mercenarios no tardan en cumplir con su parte y recuperan la ciudad, pero Arnolfini se arrepiente rápidamente de su promesa. Ayudado por el capitán Harkwood, que traiciona a sus hombres para salvar la vida de una joven monja a la que ha atacado por error, debido a que es enormemente supersticioso, consiguen arrinconar a los mercenarios, les despojan de sus armas y del botín que ya tenían, y los dispersan a los cuatro vientos. En uno de estos grupos viaja el soldado Marín (un enorme Rutger Hauer) y el sacerdote que acompaña a este grupo asegura haber tenido
una visión en la cual, algún día, Martín los hará ricos a todos…
Paul Verhoeven declaró que quería entrar en el mercado norteamericano con una típica película de aventuras medievales… pero
pasando de todos los tópicos, del cuento de hadas bonito, metiendo toda la suciedad y brutalidad que ha caracterizado su cine. Y vaya si lo cumple. Sexo, violencia, y un mundo poco épico, deslustrado, mugriento y donde la caballerosidad y las gestas heroicas
brillan por su ausencia, aquí lo que hay es pillaje, apuñalamientos por la espalda y violaciones a mansalva, mientras la peste se ceba en media Europa.
Es curioso la gran variedad de personajes de distinta índole que conviven con total naturalidad en
el grupo de mercenarios que comandará Martín: hay asesinos y ladrones y bandidos, si, pero también prostitutas, madres abnegadas, niños que ya van encaminándose a esa vida, sacerdotes, homosexuales… de todo. La historia cuenta como Martín y los suyos, en venganza por lo que su señor les hizo, le tienden una emboscada,
secuestrando fortuitamente a la prometida de Steven, una Jennifer Jason Leigh jovenzuela de toma pan y moja. La suerte seguirá acompañándoles, mientras asaltan un castillo y se hacen con él fácilmente, pero la lujuria que Martín siente por la princesa, y la sed sexual de la muchacha, no tardarán en crear divisiones en el grupo. Por otra parte, Steven recluta al capitán retirado para que le ayude a recuperar a su amada (por la que anteriormente
no había mostrado demasiado interés, todo sea dicho).
La película muestra ya todas las señas de su director en tierras americanas: la violación de los géneros que adopta en sus películas, usando tópicos para volverlos al revés, la perversión mortal de muchos de sus personajes, y
sexo y violencia cruda y sin concesiones (las tórridas escenitas en las que sale la Leigh, donde se quiso meter tijera por parte de la censura). El rodaje tuvo lugar aquí en España, al parecer fue bastante duro, con Hauer de diva tras el éxito de Blade Runner, y dicen que Jennifer Jason Leigh, cuando volvió a España para rodar El maquinista ni siquiera se acordaba de haber rodado anteriormente aquí.
Y en fin, eso es todo por hoy, amigos. Como siempre digo y diré, gracias a los que me habéis sugerido y recordado títulos raros, y cualquier cosa que haya pasado por alto, por favor, recordadla por aquí (teniendo en cuenta la gran cantidad de mierdas rodadas en Italia durante los ochenta, es más que probable). Durante la confección de este megapost no resultó dañado ningún poblado prehistórico, de hecho lo único dañado fue mi cerebro. El próximo megapost (que espero esté listo para después de Nochebuena) tratará sobre Fantasía infantil/juvenil, recordando todos esos títulos míticos. Por ultimo, durante algún tiempo me he peleado conmigo mismo sobre si incluía "El nombre de la rosa" en este megapost. Vale que no es fantasía, pero el rollo medieval podría contar, y no se me ocurre un futuro megapost donde encuadrarla. Finalmente, he decidido incluirla en el próximo megapost, aunque no tenga nada de infantil y juvenil, dado que muchos la conoceríamos en nuestros tiempos mozos y nos identificaríamos con el bueno de Christian Slater (sobre todo en cierta escena
no) he decidido que se quede para el próximo megapost.
Mmm, el Megapost de los Ochenta, Fantasía infantil y juvenil... ¿lo leo, o me espero a que saquen la película?