Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 4)
Joder, Sorel, menudo ciclo. Por cierto, Psycho Cop la tengo en VHS
es un absoluto bodrio que vi en un canal de una universidad, titulada como "El policía psicopata" y la busqué durante años hasta dar con ella. Mala, mala de narices, pero DIVERTIDÍSIMA. Por cierto, tiene secuela, Psycho Cop 2, que aunque parezca físicamente imposible, es todavía peor.
Dicho eso, pasamos a la cuarta parte de esta orgía nostálgica
IV. Fantasmas y casas encantadas: En cuanto a fantasmillas, almas en pena, maldiciones familiares o caserones encantados por demonios, hay bastante, pero muy poco digno. Empiezo por
Al final de la escalera, que es una absoluta debilidad mía. En su momento, todo el mundo hablaba de ella, mis padres siempre contaban que fueron a verla al cine estando mi madre embarazada de mi (así salí…) y que por el pueblo no se hablaba de otra cosa que de esa película, y por supuesto de la escena de la pelotita. Como una pelota, una pelota roja y mojada bajando por las escaleras pudo causar tanto pánico… George C. Scott ayuda bastante, puesto que, tal y como leí hace siglos en una de las carátulas (la de ediciones en VHS que ha tenido esta película es para dedicarle un post en si mismo) el actor consigue que nos creamos lo que sucede, porque actúa como actuaría cualquier persona normal y escéptica en una situación así, sencillamente pasando de la extrañeza y el miedo a la curiosidad, y a la fascinación. Scott, por si a estas alturas no la habéis visto, es un profesor de música que pierde a su mujer y a su hija en un accidente, y se muda a otro estado para trabajar y vivir lejos de sus recuerdos, alquilando una enorme casa con un historial curioso: fue un museo, y también la casa de una familia adinerada que continúa teniendo una gran influencia política hoy en día. Poco a poco se empiezan a oír ruidos (siempre a la misma hora, en las primeras horas de la mañana) los grifos de la casa funcionan como les da la gana, y finalmente empieza a ver la extraña imagen de un niño pequeño ahogado en la bañera. La investigación le lleva a creer que en el asunto está metida la poderosa familia de los Carmichael, cuyo nieto, senador actualmente (un maravilloso Melvyn Douglas) parece mantenerse muy interesado por quien vive en su vieja casa…
Hay escenas que yo creo, son
absolutamente imborrables de la memoria una vez están vistas, como al sesión de espiritismo, que a mi me mantuvo con el corazón en un puño, con la puñetera voz de la espiritista (Joseph, ¿Por qué sigues en esta casa?) el descubrimiento de una habitación tapiada donde hay una caja de música y una silla de ruedas, o dicha silla de ruedas bajando disparada por las escaleras más tarde, sin que nadie (vivo) la haya empujado… también la escena de la niña que ve al pequeño fallecido enterrado debajo del suelo de su habitación, esa escena me produjo verdaderas pesadillas de niño. Se trata de una de esas películas con capacidad de asustar, muy bien rodada, consiguiendo que te metas en la historia en todo momento: probablemente lo que más miedo da es que el espíritu no sea el típico demonio vengativo, sino un espíritu en busca de justicia y descanso. En general toda la película tiene una atmósfera de “credibilidad” de estar viendo algo sobrenatural, pero que le pasa a gente corriente que actúa de manera coherente.
En cuanto a las ediciones en VHS, está película tuvo
por lo menos 4. Una sacada por Warner si no recuerdo mal, y que solo llegué a ver una vez. La carátula era la más “oficial” la del DVD. La segunda, muy antigua, con la carátula que he puesto en el anterior post (y que salió “reeditada”, la dieron con un periódico una vez) una tercera aún distinta, con la misma carátula que la de Warner (la “oficial”) pero era una casa distribuidora rarísima. La cuarta, y yo creo que la más antigua, es la que escaneo y cuelgo más abajo.
En la misma línea está
Pesadilla Diabólica una película setentera con un gran reparto (Bette David, Oliver Reed, Karen Black, Burguess Meredith) y que se daba un aire a
El resplandor en cuanto a los efectos de la casa. Un matrimonio (Reed y Black) con su hijo, y la tía de él (la Davis) llegan a una mansión gigantesca con piscina, enormes jardines descuidados y muchísimas habitaciones, donde viven tres hermanos ancianos que la quieren alquilar. El precio que dan es absurdamente barato, aunque hay una pega, tendrán que dar de comer a la viejísima madre de los tres, que vive postrada en la cama rodeada de miles de fotografías. Aunque tal y como dice Meredith “
lo más probable es que no la vean jamás”. La familia llega en verano y los ancianos no están, pero les han dejado las llaves y una despensa surtidísima. Poco a poco, el ambiente se va volviendo más y más irrespirable, hasta alcanzar cotas de mal rolo bastante imponentes: la anciana tía empieza a languidecer y a debilitarse, el padre tiene varios “arrebatos” violentos (afortunadamente, alejados de la sobreactuada histeria de Nicholson en la peli de Kubrick) y la madre se encierra en el salón de la anciana, contemplando sus fotografías de toda su vida y alejándose más y más de la realidad… y mientras todo esto pasa, la casa, que está bastante ruinosa, y el jardín descuidado, empiezan a mejorar, a recobrar vida, a quedar como nuevas…
Se trata de una película algo asfixiante, aunque tiene algunas concesiones de cara a la galería, metidos con calzador para acojonar (como las visiones del personaje de Reed, que ve al chófer del coche fúnebre que enterró a su padre cuando era niño, personaje que le aterrorizaba). Por cierto que aquí está editada en DVD creo, pero en una edición paupérrima. Fuera hay un DVD que incorpora nuevo metraje, y “por ahí” se puede encontrar con doblaje español en las escenas de toda la vida, y VO subtitulada en el metraje añadido (que por lo que recuerdo, solo aportaba detalles).
Ya que estamos, no puedo dejar pasar
El resplandor, aunque poco voy a hablar de ella, porque yo creo que todos debemos conocerla. Recuerdo verla por primera vez de niño, una noche veraniega donde con mis padres nos hacíamos sesiones de cine, y haber quedado bastante traumatizado. En general, todo está pensado para crear una atmósfera, y para unos ojos inocentes, puede acojonar hasta un punto importante (recuerdo que los ecos de la siniestra banda sonora me perseguían (nunca había escuchado música clásica) igual que las imágenes de ese hotel nevado y lo que allí acontecía…). Por aquí nos la editó Warner Home Vídeo, y contamos con un extra muy curioso, el doblaje español, que
en su día a mi me lo hizo todo más real (las voces eran más “cercanas” a lo que yo escuchaba por la calle, y la voz de Verónica Forqué la reconocí, por haber visto la peli de Mercero
La guerra de papá) pero hoy en día me parece imposible de escuchar, me entra la risa floja con esos diálogos, especialmente los de la Forqué, totalmente ridículos.
Hoy en día si se lee la novela, se detectan y se “resuelven” algunos misterios de la película, pero yo creo que la película sale mejor parada en ese aspecto: solo sabemos quienes son las niñas, las hijas del anterior guardia, asesinadas por su propio padre. Pero no sabemos quien es la muchacha de la bañera que se convierte en engendro, y los ruidos de la fiesta en semejante entorno y situación resultan terroríficos, igual que la aparición del tipo disfrazado de oso. Al no saber quienes son, al no haber datos, creo que todo es más terrorífico que si supiéramos la historia de cada espectro.
También quiero mencionar la primera entrega de Amityville (el resto de las secuelas van a Caspa, pero de cabeza, ¿eh?). Se trata de una película muy curiosa, por desgracia el director es todo lo que la película NO necesitaba, un tipo bastante televisivo, porque el guión en si tiene potencial para hacer pasar un mal rato. Tras el prólogo donde un muchacho mata a tiros a sus padres y hermanos, antes de pegárselo el mismo, se nos presenta a la familia que se muda a la casa, la cual lleva años deshabitada, una familia con problemas, con el padrastro recién llegado y no muy aceptado por los críos, y la madre (Margot Kidder, vaya) es una fanática religiosa. El curilla que años ha pudo ver hechos extraños en torno al muchacho que acabó asesinando a su familia concluyen la paranoia. Y es que la película, más que una típica de casas encantadas,
parece un drama familiar donde los nervios, la tensión y los problemas familiares van desarrollando los acontecimientos, que podrían ser meras “alucinaciones” (sobre todo por parte del personaje de Kidder, aunque el padrastro no tarda en perder los nervios, al estilo Jack Nicholson). Hay escenas que realmente me pusieron nervioso en su día, aunque hoy no sé si pasaría lo mismo, como la chica que se queda encerrada en el armario y es atacada por “algo” que no la deja salir, mientras los padres están fuera de casa, o la criatura que cree que ver la protagonista por la ventana (una especie de
ser porcino, según se le describía en la novela). La película se editó en nuestro país en multitud de ocasiones y por distintas casas distribuidoras, yo tengo la edición de Video Movies Internacional, ya en su última etapa, cuando reeditaron cosas anteriores, y cambiaron el formato de carátula color granate por carátulas de color negro con las siglas del sello en color oro (VMI) como podéis ver más abajo. Más tarde en los noventa, Manga sacó una colección de títulos que llevaban largo tiempo descatalogados, como Amityville, Los chicos del maíz, las dos partes de la saga House, La novia de Re-Animator, entre otras, bajo el sello de Strong Collectors).
De pasada quiero comentar que los hechos “reales” en los que se basó la novela de Jay Anson y la película están totalmente desestimados, aunque en su día fue un boom, un suceso analizado por informes periodísticos y noticiarios, simplemente resultó que un par de personas que querían sacar pasta del asunto mezclaron un desafortunado hecho real (el asesinato de la familia, algo que ocurrió, aunque probablemente debido a que el hijo era un desequilibrado mental y un drogadicto) con la idea de que bajo la casa había un cementerio indio (información falsa, y en la película ya directamente en vez de un cementerio,
hay un pozo que conecta con el infierno).
Continuando, hay que mencionar
Poltergeist, esa película de ejem, Tobe Hooper, y sus dos secuelas, que pude ver hace poco en ONO, y que no veía desde que salieron en vídeo. La primera parte (más allá de la disputa de su autoría, para lo que ya hay post) es un
clásico de la época, una película que vista hoy en día ha perdido parte de su impacto, pero todavía tiene escenas impresionantes, que todos conocemos, y la imagen de la niña en el televisor murmurando su “Ya están aquí” forma ya parte de la historia del cine. Poco importa de donde vengan las influencias (no he podido ver el capítulo de “la niña perdida” de Twilight Zone, aunque si he leído su relato
A través de los canales, y poco tiene que ver) se trata de otra película que en su día causaba pavor y de la que se hablaba entre compañeros siempre con cierto respeto, con fascinación, esa fascinación algo perdida hoy en día, por ver algo “sobrenatural” en pantalla, sin buscar ni detectar los trucos, simplemente disfrutando de esa magia.
La segunda parte, pese a tener un final
directamente ñoño e increíble, me encanta por la incorporación de dos actores grandísimos, un villano por fin tangible, después de los entes abstractos de la primera parte, Julian Beck, y un indio de buenas intenciones enviado por el personaje de Zelda Rubinstein (Will Sampson, ese gran secundario). Para intentar no hacer lo mismo que en la primera parte, algo muy loable, se intenta crear una división de la familia Freeling, mediante el personaje de ese predicador siniestro y cadavérico que aparece en la puerta de la casa con aparentes buenas intenciones y maneras amables, con sus consejitos tan “inofensivos”, mientras que por otro lado, está la figura del indio, una figura realmente benevolente, que está ahí para ayudar, pero es repudiada y envidiada por el padre, cosa de lo que el predicador se aprovecha (Craig Nelson
lo borda en esta segunda entrega).
La tercera parte la recordaba absolutamente deleznable, pero me llevé una sorpresa, porque estando por debajo de las primeras, es una historia sobrenatural para nada despreciable, sustituyendo a Nelson y a Williams por Tom Skerrit y Nancy Allen, y de nuevo intentando que no sea una repetición de lo ya visto, se enfoca la historia en un edificio repleto de espejos y donde los espejos no son superficies que reflejan, sino puertas a ese otro mundo, al mundo de la “luz” donde llevan tres películas intentando llevarse a la cría. Los planos de la niña de espaldas, o con maquillaje, son más que evidentes, se ve perfectamente que echaron mano de una doble al morir la niña, y a pesar de eso, consiguen un buen resultado. Zelda Rubinstein un poco repetitiva, pero tenemos a su “enemigo” ideológico,
un psiquiatra repelente y creído que está seguro de que la niña es una chiflada peligrosa con capacidad de crear “ilusiones” para engañar y manipular a su familia.
Aquí las tres películas las editó MGM, y creo que siempre han estado disponibles, además son las típicas películas que ponían en televisión mes si, mes no, por lo que todo el mundo las conoció al menos de oídas, en su momento. Las leyendas sobre maldiciones en torno a las tres películas creo que de sobra están documentadas en el post que abrió Magnolia al respecto de “películas malditas”, pero desde luego era un aliciente, ver las películas con la macabra y morbosa idea de que había “fuerzas” en contra de su existencia. Hoy en día, muchas de esas leyendas negras están explicadas o incluso reveladas como pura mentira, como el caso de Amityville.
En vertiente cómica está la deliciosa saga
House, una casa alucinante, cuya primera entrega contaba con un actor televisivo de moda, William Katt, el gran héroe americano (serie que
me aterra revisar…). En la película, interpretaba a un escritor en crisis, divorciado, con su hijo misteriosamente desaparecido en casa de su tía (la entrañable mujer acaba de suicidarse) y todavía atormentado por los recuerdos de la guerra de Vietnam. El tipo se traslada a la enorme casa de su anciana tía, decidido a escribir en solitario y a recuperarse, exorcizando sus experiencias de guerra mediante la escritura de un libro sobre la guerra de Vietnam. Un vecino pesado y habitual del bar de Cheers, George Wendt, y una serie de monstruos que van haciendo su aparición, se lo intentarán impedir.
La película es puro humor, el terror está reducido a su mínima expresión, quizá la escena inicial, donde un imberbe repartidor encuentra a la abuela ahorcada, puede causar algún escalofrío, aunque esto queda chafado por la forma en que la abuela (un maniquí)
se balancea en la horca más que un tío en el mono Loco.
Un monstruo de tintes lovecraftianos que aparece a las doce todas las noches, un engendro disfrazado de la esposa de Katt que en vez de arrastrar cadenas y gemir, reparte hostias como panes, tales son las encantadoras cosas con las que se topa el protagonista. Katt es el típico actor que pese a las limitaciones que pueda tener como tal, tiene un carisma, innegable, un aire “mundano” que hace que el espectador conecte rápidamente con él, sabe hacerse simpático. Escenas como la caza del engendro que sale del armario, tanto él como el vecino ataviados de militares con gafas de buceo, o la vecina tía buena que se la pone dura al protagonista con frases como “me gustan los hombres que quieren jugar” para luego endorsarle a su hijo pequeño al pobre escritor, mientras ella sale por ahí (a Dios sabrá qué) son impagables.
La película tiene un guión de Fred Dekker, de quien hablaremos más adelante, y mucho, y pese a sus continuos recochineos con los tópicos del cine de casas encantadas, tiene un aire muy lúgubre, y una buena banda sonora (salvo la inserción de alguna
horrorosa canción de la época). Pero de lejos, como comedia, prefiero la segunda parte
House 2, aún más alucinante. Y vaya si es alucinante, como siempre le digo a todo el mundo, si quieres animarte y reírte, solo tienes que ver esta película, donde los guionistas debieron meterse una sobredosis de detergente caducado totalmente épica. Por cierto que de House solo tiene el título, ya que nada tiene en común con la primera parte, ni siquiera es la misma casa.
La historia es la del joven Jesse, un muchacho que, tras morir sus padres asesinados cuando era un bebé, se marchó de la casa de sus ancestros. Ya de mayor vuelve con su novia (la típica sofisticada ochentera que “no está para tonterías”) y con el irresponsable de su amigo. Allí, los dos descubren una vieja leyenda según la cual su tatarabuelo, un peligroso bandido del Oeste, buscó y halló una misteriosa calavera de cristal que confería inmortalidad y poderes (Spielberg, ¡maldito seas!) a su poseedor. Como el abuelo está enterrado en un cementerio cercano, no se les ocurre otra cosa que ir a profanar su tumba a medianoche para buscar la calavera. El abuelo en cambio está vivo, aunque momificado, y una vez se pone al día, decide salir a estirar las piernas e irse de juega, mientras en la casa van pasando cosas, desde hombres primitivos que irrumpen en el salón, a incas que hacen sacrificios humanos detrás de la chimenea, una jungla prehistórica, dinosaurios incluidos, que hace su aparición en una habitación, o la llegada de una mascota familiar, un gusano enorme y gordo que ladra como un perro, y al que adopta el abuelo,
que le suministrará cerveza a través de un biberón. Si, es podidamente hilarante todo el filme. Yo me quedo con la aparición de un electricista que mientras se hacía las oposiciones, también estudió para Indiana Jones (en youtube hay videos sobre él). Se trata de una película absurda, una auténtica comedia, quien sabe si también involuntaria, y donde sale otro parroquiano de Cheers (el electricista aventurero, no recuerdo el nombre del actor). Mucho más divertida y casposa que la primera, y donde hace su aparición un vaquero espectral con ciertos aires al “santo de los asesinos” de
Predicador.
Luego hubo una película con Lance Henriksen titulada “Horror Show” que sin tener nada que ver con House, en algunos países de Europa, incluído el nuestro, faltaba mas, se tituló imaginativamente
House 3. Henriksen era un policía retirado y traumatizado que capturó a un psicópata, que fue ejecutado, pero el psicópata (Byron James, una cara muy conocida en los ochenta) vive en una realidad paralela desde la que viene a nuestro mundo para cometer asesinatos y cargárselos al policía. Casposa, muy casposa.
Más adelante hubo una secuela oficial, que se vio obligada a llamarse
House IV y que contaba de nuevo con William Katt, que volvía a la casa, en silla de ruedas, acompañado por su hijo. Creo que en España JAMÁS se ha visto, ni en vídeo, ni por televisión, ni nada, y aquellos que la han podido ver dicen que
es horrible, nada que ver con la original. Una pena, pues se trata de una saga delirante que podía haber tenido más continuaciones…
También quisiera mencionar una película muy ochentera,
El misterio de la dama blanca. Es una película de fantasmas correcta y con una historia entrañable. El protagonista es un niño, pero ya adulto, nos narra en off lo que le sucedió en los años cincuenta: la noche de Halloween, unos compañeros le dejan encerrado en el colegio, ya vacío. Se hace de noche, y el niño ve como un hombre asesina a una niña, y luego le ataca a él. Es encontrado, y mientras está convaleciente se entera de que han detenido a un conserje negro que es claramente un cabeza de turco, pues él no vio la cara del atacante, pero se entera también de que el asesinato que presenció tuvo lugar hace diez años, y el asesino vuelve cada año a la escena del crimen. Poco a poco, la niña muerta se le aparece para pedirle que resuelva su asesinato (todo gira en torno a una pegadiza canción de cuna y a la leyenda de una mujer, una dama de blanco que vive en una siniestra casa…). Hay detalles geniales, como el equipo de policía del pequeño pueblo, empeñado en culpar al pobre conserje negro del asesinato que sucedió diez años antes, y que nunca se resolvió (esa parte de la trama tiene un final aterrador y nada sobrenatural). Hay detalles algo ñoños que se podían haber evitado, sobre todo en la relación entre el protagonista (el mismo niño de “único Testigo” de Peter Weir) y la niña muerta, que roza la sensiblería, aunque esos detalles están muy reducidos. Atención a la identidad final del asesino, por cierto. Una de esas pequeñas películas de suspense que hoy, al menos en nuestro país, está bastante olvidada,
serie B, B de buena.
Para concluir, antes de pasar a la caspa, quiero mencionar dos películas que tratan de “vehículos encantados” o con vida propia. El primero, indudablemente,
El diablo sobre ruedas de Spielberg. Para un pequeño Henry Morrison, esta película fue un absoluto shock, de nuevo, igual que en
El resplandor, lo que más asusta es que la amenaza
es de naturaleza absolutamente desconocida: tenemos a un tipo corriente, más bien cobarde (interpretado por Dennis Weaver) que se topa con un inmenso camión que le acosa, al principio solo para fastidiarle, luego ya con intención de matarle. Del conductor solo veremos un brazo, y las botas, pero quizás ni brazo ni botas existen, quizá está todo en la imaginación del desquiciado protagonista. No me cabe duda de que hoy en día, un film sobre un tipo perseguido en la carretera por un camión, sin que pase nada más, sin apenas personajes y sin ninguna explicación final, seguramente fracasaría, pero en su día, el elemento de lo desconocido era muy poderoso (la mencionada El resplandor, o
Los pájaros de Hitchcock son buen ejemplo). Yo recuerdo pasar días y días después de verla, rellenando huecos con mi imaginación, preguntándome que demonios era ese camión quien y porqué perseguía al protagonista. Ese elemento desconocido,
en el cine fantástico actual, ha desaparecido. Los monstruos, fantasmas o asesinos tienen que estar explicados, bien masticaditos, y en ocasiones, hasta justificados.
Otra película que me encanta, en ese sentido, es
Christine. Muchos dirían que esa película es mala, o incluso casposa, pero a mi me parece genial, aunque desde luego
no llega a la suela de los zapatos a otros trabajos de Carpenter, pero para mi tiene un halo fantástico, romántico, de fatalidad e imposibilidad. El protagonista es un nerd, destino de todas las burlas de los matones colegiales (treinteañeros otra vez…) que pese a tener un buen amigo, caerá en las redes de un vehículo que se aprovecha de su soledad para poseerle, literalmente. Hay que decir, eso si, que el concepto de Christine está totalmente deformado, en la novela el coche no tiene entidad, es un vehículo alterado por la rabia y el odio de su propietario original, y simplemente se convierte en un intermediario, un recipiente para que dicho dueño, fallecido, pueda volver al mundo en el cuerpo del adolescente, a través del coche, que también ejecuta las venganzas. En la película, en cambio, el coche es malo,
nace malo en la cadena de montaje de Detroit, y “enamora” y consume totalmente a sus dueños.
Es impresionante la transformación que se produce en el protagonista, Keith Gordon, de nerd flacucho, enclenque y sin gota de carácter, agallas u orgullo propio, que conforme avanza su relación el coche se va convirtiendo en un tipo rudo, egoísta, malhablado, insensible, que solo piensa en su coche y en su novia (porque en su nueva faceta, se liga a la chica más guapa de la escuela) olvidándose poco a poco de su novia también (Alexandra Paul, vigilante de la playa).
Siendo una de las peores películas de John Carpenter, a mi no me parece una película mala, para nada. Y la banda sonora… deliciosa.
Caspa: En este apartado quiero empezar por otras dos películas sobre objetos mecánicos con mala leche. La primera
La rebelión de las máquinas tiene el dudoso honor de ser
la peor adaptación de un escrito de Stephen King de la historia. Si, si, peor que
Los chicos del maíz, peor que
Cementerio viviente, peor. Y eso que el relato en que se basa, “Camiones” incluido en una antología sobresaliente,
El umbral de la noche (para mi, su mejor trabajo), es excelente, pero aquí, King decide no solo producir o escribir el guión, sino dirigir. Dios nos pille confesados, si como escritor, en sus primeros tiempos, se reveló como un digno sucesor de Richard Matheson, como director es de lo peorcito. La película además cuenta con ese icono ochentero que es Emilio Estevez, capaz de salir en grandes películas (El club de los cinco) o en bodrios mayúsculos (la presente, o el film El recuperador).
La película trata sobre una serie de desconocidos que están en una tienda, y se ven asediados por todo tipo de vehículos que cobran vida propia y pretenden dominar el mundo. El término “casposa” se le queda corto, esto es un auténtico bodrio que no vale ni para reírse. Por lo menos, Stephen King aprendió bien la lección, y se quedó lejos de las cámaras, escribiendo sus churro-novelas. Al menos el hombre demostró saber rendirse a tiempo.
La segunda que quiero mencionar es bastante menos casposa, se trata de
El ascensor. Dick Maas, curioso director holandés que en los ochenta nos trajo dos filmes de género que, dentro de su modestia, son realmente estimables. El primero ya lo mencioné,
Amsterdamned, Misterio en los canales, sobre un misterioso asesino que se mueve por los canales para cometer sus crímenes. Curiosamente, el tono de la película no es el de la típica producción de psycho killer, sino que se parece más a cualquier película de terror acuático (lógico, dado el marco donde se suceden los asesinatos). Su segunda película sería El ascensor. Ambas cuentan con el mismo protagonista, Huub Stapel, un tipo que aporta
bastante credibilidad en el papel de hombre corriente, arrastrado por las circunstancias. Si en la primera parte era un policía y padre soltero que investigaba los asesinatos, aquí es un mecánico padre de familia, que tiene que revisar los ascensores de un gran edificio lleno de oficinas, donde han sucedido misteriosos accidentes. Nada parece funcionar mal en el mecanismo de los aparatos, pero los accidentes siguen sucediéndose y las muertes van sumando. El tipo descubrirá que una compañía japonesa de alta tecnología tiene un contrato secreto con el dueño del edificio, y no tarda en sospechar que en esos ascensores se ha usado una
nueva tecnología experimental de alto secreto…
La película tiene un guión bastante sólido, donde todo va sucediendo con una absoluta e inquebrantable lógica interna, y una atmósfera totalmente europea (a diferencia de otros productos que tratan de aparentar estar hechos en USA (especialmente las películas italianas) esta película no trata de ocultar su procedencia, para nada. Además, muestra no pocos problemas sociales, especialmente los problemas familiares del protagonista que poco a poco, obsesionado totalmente por el “problema del ascensor” (en realidad son ascensores) se va separando de su familia y uniéndose a una mujer también interesada en el caso, hasta el punto en que una noche llega a casa y descubre que su mujer ha hecho el petate, ha cogido a los críos y se ha largado.
Aquí la película fue editada por Warner, y me encanta la pegadiza frase publicitaria “
Por las escaleras, por las escaleras, ¡POR EL AMOR DE DIOS, SUBE POR LAS ESCALERAS!”. Más tarde se reeditó en las dos colecciones de VHS de cine de terror que editó Planeta en los noventa, y ahora mismo en nuestro país, sigue inédita en DVD, aunque es bastante fácil conseguirla por medios no oficiales (ustedes me entienden). Se trata de una película para la que el apelativo de casposa es casi un insulto,
una pequeña y desconocida joya.
Después de esto, paso a rememorar las secuelas de la saga Amityville. Cuesta creer que una película tan correcta, pero en absoluto extraordinaria (es más, visualmente es vulgar) como la entrega original, hubiera tantas secuelas infames. La segunda parte
Amityville: La posesión, es en realidad
una precuela que explica los hechos sucedidos en la casa ANTES de la llegada de la familia Lutz, es la historia del adolescente que mata a toda su familia porque “unas voces me dijeron que lo hiciese”. La recuerdo ya como un telefilm descafeinado y cutre, con actores desconocidos, y solo recuerdo la escalofriante escena en la que el muchacho que está siendo “poseído” por la casa, se beneficia a su propia hermana.
La tercera parte es en 3D, y es curioso porque con esta, son 3 terceras partes las que se rodaron con ese sistema en los ochenta: Tiburón 3, Viernes 13 parte 4, y
Amityville 3: El pozo del infierno. Más allá de que estaba en vídeo con ese título, recuerdo haber visto la carátula por el videoclub, pero no la película, así que no sé que tal… pero vamos, me lo imagino. La cuarta parte no tenía el título de Amityville, se titulaba
La fuga del mal, y trataba sobre una lámpara que era trasladada de la casa de Amityville a otra. El poder maligno de la casa se metía en la lámpara, que cometía asesinatos
ahogando a la gente con el cable del enchufe. ¿Demencial, no?
Luego ya pierdo la cuenta. Recuerdo
Amityville 1992,
Amityville Curse, una película titulada “La casa maldita” que también era de la saga, aunque el nombre no fuese en el título… debe haber por lo menos siete secuelas. Hace tiempo, un verano estando de vacaciones cogí por la tele un telefilm que también era de Amityville, y donde aparecía Zach Morris, el prota de “Salvados por la campana”, que es la última noticia que he tenido de esa saga. El remake ni lo he visto. En general, las secuelas se puede decir que son excedentes de las estanterías más cochambrosas del videoclub, absolutas estafas fílmicas.
Para terminar, mencionar un par de joyas vistas en los ochenta, y hoy sin revisar. La primera es una producción ¿canadiense? titulada La habitación del miedo, una película que no he podido ver porque es bastante inencontrable (hace tiempo tuve entre mis manos la edición en VHS, pero imberbe de mi, la dejé escapar). La echaron en televisión hace muchos años, y solo recuerdo que dejé de verla por puro terror. Solo recuerdo escenas sueltas, una de ellas la visita de un podrido fantasma, que se pone a hablar con el padrastro del niño, y que me causó tanto miedo que ahí me largué. Es una producción que tengo muy mitificada debido al miedo que me causó, probablemente no sea más que un bodrio, pero si alguien la ha visto, agradecería su opinión. El título original es Cameron's Closet, y el nombre más sonoro es el de
Carlo Rambaldi, que se ocupa de los efectos especiales (grande, Rambaldi).
Otra que quería mencionar es El secreto de los fantasmas, una de las primeras películas de Roland Emerich, una comedieta ochentera absoluta. Se trata de una comedia pasada de rosca donde dos adolescentes con ínfulas de dirigir una película de terror, se descubren prácticamente en la bancarrota. Un buen día uno de ellos se entera de que el caserón que sale en un programa televisivo de miedo perteneció a un avaro tío suyo, y que en la casa puede haber un tesoro... se dirigen allí, y lo más reseñable es la aparición del mayordomo de su tío, una especie de
abuelo de Yoda que se ha pasado con la cocaína, una absoluta tontería. Aquí la editó Virgin Video, que editó tantas joyitas (las dos primeras partes de El padrastro, El misterio de la dama blanca, la segunda entrega de Phantasma, o una versión ochentera de Robinson Crusoe) y aunque no la he vuelto a ver desde el VHS, soy consciente de que probablemente, se trata de un bodrio sin más. ¿Seré capaz de volver a verla, y disfrutarla como lo hacíamos en los ochenta?
Ya para terminar, quiero mencionar
la última película producida por la Empire, antes de que cerrase y renaciese como Full Moon, película que se rodó a trancas y barrancas mientras la compañía Empire lanzaba sus últimos estertores y sus responsables, los hermanos Band, se ahogaban en las deudas. La película se titulada Prison (Presidio) y trataba sobre una vieja cárcel que va a reabrirse. Una vez abierta, el espíritu de un hombre allí ejecutado años atrás, empezará a cargarse a todo quien se cruza por su camino. Más allá del hecho de que el ejecutado (injustamente) está interpretado por un desconocido Viggo Mortensen, la película no tiene grandes alicientes para ser vista, se trata de una casposa muestra de cine de venganzas sobrenaturales, con algo de gore, y con Renny Harlin en la (casposa) dirección, justo antes de dirigir la cuarta parte de las andanzas de Freddy Krueger.
Próximamente:
¡No, todo lo contrario! Yo le di la vida