A mi, tonto que es uno y que está convencido de que las personas tenemos sexo, y no género, me habrían dejado hecho un colador. Me lo apunto.
Lo de que los padres ya no tienen derecho a educar a sus hijos en los valores que cada uno crea más convenientes en su casa, debería ser suficiente para cesar a quien así lo manifiesta en un país que se supone democrático.
Hace poco tuve una discusión de cómics (sí, de cómics, tebeos de toda la vida) con un antiguo compañero de universidad. La conversación se desvió, todavía no sé como, y me acabó declarando el buen señor que para él no hay dudas ni cortapisas, que esto que voy a repetir de sus labios es una verdad: las personas de ideología de izquierda son, siempre, mejores personas que las de ideología de derechas.
Es decir, una persona que sea de izquierdas es más fiable, más sincera y más buena que una de derechas, según él,
siempre. Ese es el sentir, irracional y polarizado, de cada vez más gente.
Este relativismo moral que se está apoderando poco a poco de nuestra sociedad, donde si eres de X signo eres
malo, mala persona, hay que poner incluso en duda que seas quien para tomar decisiones sobre tus propios hijos, y por supuesto tu palabra, tu opinión y recorrido vital tendrán siempre menos valor y credibilidad que un ciudadano de izquierdas, acabará destruyéndonos si no le ponemos algún punto y aparte en algún sitio. En esencia, está ocurriendo lo mismo que ocurrió en Alemania en los años 30: se identifica a una parte de la población como mala, los miembros de un colectivo son culpables de todos nuestros problemas, los conflictivos, los que amenazan a toda nuestra sociedad, los valores que defendemos y queremos para nuestros hijos, una plaga.
Al final, TODOS (yo, aquí, el primero) nos estamos dejando llevar por conductas irracionales que solo conducen a polarizar la sociedad y crear malestar. Cuando la irracionalidad es el gran enemigo de cualquier civilización. A día de hoy ya no se hace (ningún partido en España lo hace) política con la cabeza, sino con las tripas. Para todo se apela al sentimentalismo y al populismo. En los medios de comunicación, en la política, en todo. Razonar resulta cada vez más difícil. Los argumentos se tapan con griterío. Las cifras y hechos se ignoran o se retuercen. Nos vamos a la mierda.