No sé si es el mejor momento para retomar este tema, pero bueno...
Partiendo de la base de que no quiero entrar a fondo en ello y que las generalizaciones y las simplificaciones son siempre injustas...
¿A que cadenas (que no me atara un matrimonio católico) me ata un matrimonio civil?
Es un mecanismo más de infantilización y control; un caramelo envenenado. A priori, como digo, aparenta ser algo cojonudo: una liberación. Pero esa supuesta libertad acaba esclavizando... Desacralizar el matrimonio, convertirlo en un mero contrato civil más, supone banalizarlo, quitarle importancia... y, en última instancia, destruirlo. Los vínculos afectivos, la argamasa que une a la familia y a la sociedad, se vuelven más líquidos y superficiales (casi es más fácil, hoy en día, divorciarte de tu esposa que cambiarte de compañía telefónica...). Ya no es algo trascendente, un paso decisivo que obliga a uno a pensárselo bien y a adquirir un verdadero compromiso. Sólo es lo que me apetece en cada momento ("mientras dure") y por tanto acaba convirtiéndose en un elemento desvertebrador de la sociedad. En definitiva, ya no se trata de sentar los cimientos de un proyecto de vida, sino de un capricho temporal... y sobre eso no se puede construír una comunidad sólida, fuerte y duradera (pasa lo mismo con, por ejemplo, nuestra Constitución... que algunos piensan que se puede reformular constantemente sin consecuencias... sin que todo se tambalee).
El capricho es lo que nos define ahora como ciudadanos (consumidores)... y es una cualidad infantil. Los niños caprichosos son presa de sus propios instintos, que nadie les ha enseñado a domeñar. Al final acaban profundamente frustrados, son blanditos, se ahogan en un vaso de agua, se frustran a las primeras de cambio, abandonan... y finalmente acaban hartos (ebrios), protestanto contra sus despreocupados e inconscientes padres y preguntándose, como Tony Montana: "¿Esto es todo? ¿Comer, beber, follar, esnifar...? Pues vaya mierda". Todos esos chavales desnortados, con el síndrome del pequeño emperador, agradecen que alguien les enseñe el valor del autocontrol, del esfuerzo, del compromiso, del orden, de la disciplina... porque así pueden tomar de verdad las riendas de sus propias vidas (les proporciona autoestima y les ayuda a encontrarse a sí mismos).
Sin embargo, hay gente ahí arriba que nos prefiere (necesita) así: tonticos, ingenuos, caprichosos como niños chicos, demandando paridas y apetencias degradantes, enfangados en discusiones estériles, desarraigados, desorientados, sin referentes, sin paradigmas, sin sueños, sin vínculos afectivos fuertes y reales (sólo virtuales). Cortando las raíces, borrando de un plumazo todo lo que nos vincula a través de la Historia (de nuestra propia sangre) obtienen una población más dócil y manejable... Yo tengo un buen amigo de la infancia que ha cambiado ya tres veces de ciudad (y de continente) en los últimos cinco años por motivos de trabajo... Ahora vive en Barcelona, compartiendo piso "patera" (de lujo) con otros cuarentones urbanitas como él... y dice estar encantado... pero luego acabas tirándole de la lengua y confiesa que, a estas alturas, esperaba otra cosa de su vida... pero ahí lo tienes, un trabajo de puta madre pero de sueldo más bien discreto (para los estudios que tiene), con canas y jugando a "Friends"... viendo todos juntos las series de moda en el salón como si fueran estudiantes universitarios. Sales a la calle y ves personas de sesenta años vistiendo y comportándose como adolescentes. Enciendes la televisión y observas estupefacto anuncios comerciales de "productos" y "servicios" que pueden arruinarte literalmente la vida, en forma de bromitas infantiles, chistecitos, cancioncitas, jiji jaja, paridas... tomándote por gilipollas, vamos.... etc., etc., etc.
Así que aquí estamos... todos como zombis, consumiendo el ocio que nos han planificado a modo de sedantes, que como mucho nos proporciona una alegría efímera, un cochino y engañoso subidón hasta la siguiente compra (o descarga) instintiva (en los productos audiovisuales ya ni se recatan lo más mínimo en suministrar ideología... o en censurar dogmáticamente lo que convenga). Porque lo que se persigue es que no se piense; que reaccionemos instintivamente como animales. Pasa en las noticias, que no buscan estimular nuestro raciocinio sino nuestras vísceras: ahora llora, ahora ríete, ahora cabréate... y luego la gente excreta esa reacción reptiliana en los vomitorios virtuales diseñados a tal efecto; estamos al arbitrio constante y cambiante de los que nos manipulan. ¿Por qué? Porque ya no hay una verdad inamovible; un punto de partida; unos cimientos sólidos con los que entrar a valorar cualquier otra consideración y construír algo que de verdad mrezca la pena.