Buzones cerrados
Inmersos en su tarea diaria de demolición y su gusto nocturno por la sospecha, los amigos del difama bien y si es del Barça, no mires a quién, se llevaron un buen disgusto esta mañana, al conocer que Benzema prestaba declaración en una comisaría
Después de Messi y sus líos con Hacienda (“enano hormonado y evasor fiscal”), tras el folletín coleccionable de Neymar en el juzgado (“57 y punto”), del jaleo de las esteladas (“España se rompe, ya saben”), de la sanción de la FIFA (“algo habrán hecho mal”), de la inquina a Piqué (“está en todas las salsas”), de despresurizar la denuncia de posibles presiones a un asistente (“eso no se lo cree nadie, no como el villarato, que existe”) y de la broma de Halloween (“han pedido disculpas, pero hay que seguir con el tema”), el suministro de estramonio se las prometía muy felices. Con la intención de enterrar en barro al enemigo público número uno, las terminales mediáticas afines al Madrid se frotaban las manos. Dichosos cual marrano en la charca, pusieron el grito en el cielo para agravar, engordar y censurar todos los supuestos mega-escándalos que, según ellos, siempre tienen un mismo protagonista (el malvado Barça) y un culpable (“el pequeño dictador”). Su misión, acoso y derribo constante, en bucle, hasta el infinito y más allá. Su meta: asesinar la reputación del equipo que rivaliza y compite con el que más audiencia les genera.
Inmersos en su tarea diaria de demolición y su gusto nocturno por la sospecha, los amigos del difama bien y si es del Barça, no mires a quién, se llevaron un buen disgusto esta mañana, al conocer que Benzema prestaba declaración en una comisaría, tras ser reclamado por la policía, después de que la fiscalía investigue una llamada anónima, en la que unos chantajistas reclamaban a Valbuena 150.000 euros, como condición para no difundir un supuesto vídeo sexual. Versalles, en sus pesquisas para esclarecer esa extorsión, decidió interrogar a Benzema, ya que su nombre aparecería en varias escuchas telefónicas. La secuencia de los hechos fue así: impacto, estupefacción, revuelo y como está de moda opinar antes que contrastar, diferentes versiones del suceso, a gusto del consumidor, como si la verdad dependiese del color de la camiseta. Así son los nuevos tiempos del nuevo periodismo deportivo que no es “aburrido”. En caso de duda, jaleo.
En el caso de Benzema, que es inocente para quien esto escribe hasta que no se demuestre lo contrario - la presunción de inocencia no depende del equipo donde uno juegue-, el enfoque mediático linda con el surrealismo: los que querían dar vuelo a la noticia hablaban de escándalo y los que optaban por quitarle trascendencia, de malentendido. Otra vez, periodismo de trinchera y versiones diametralmente opuestas: unos defendían que el jugador del Madrid había acudido voluntariamente y otros, que permanecía detenido, bajo custodia policial. De citado a detenido hay un trecho: no es lo mismo dos pelotas negras que dos negras en pelotas. Benzema, absuelto en su día por un caso de prostitución de menores, pillado a más de 200 km/h en la M-30 y reincidente a la hora de conducir sin carné, entró en la comisaría a las 9 de la mañana. Según su abogado, su cliente está “feliz” de aclarar todo. Por lo visto, tendrá que pasar noche allí. Como la verdad, aunque algunos no lo crean, sí importa, el tiempo aportará luz a un asunto muy desagradable: que la policía investigue y la justicia sea firme. Hasta ahora, el Real Madrid, no se ha pronunciado al respecto. Guarda silencio. La prudencia obliga. Hace bien.
Curiosamente, el brazo armado mediático del madridismo, el suministro de estramonio, el que siempre arma ruido cuando la porquería salpica al Barcelona, esta vez se ha quedado mudo. Sin nada que decir. Ellos, los reyes del grito y la vena en el cuello, se han quedado sin palabras, sin reproches, sin mofas, sin encuestas absurdas, sin debates de todo a cien, sin adjetivos calificativos de grueso calibre. Será que cuando el jaleo toma el puente aéreo, los telepredicadores quedan en fuera de juego. Son felices y comen perdices denunciando complots y paranoias con el único fin de esparcir porquería sobre el Barcelona, sea verdad o mentira, pero cuando la cosa va del Madrid, aunque sea de refilón, como en esta ocasión, sus bocas, que suelen ser el tamaño de un buzón, siempre se cierran.
Rubén Uría / Eurosport