A todo esto, hoy hemos regresado a casa y la escapada ha tenido unas cuantas anécdotas teniendo en cuenta los tiempos que corren. Creo que empiezo a entender porque aquí nos pasa lo que nos pasa.
Hace unos días, en uno de los sitios más frecuentados en Sanlúcar de Barrameda, decidimos ir a cenar ya que tiene terraza. Los camareros con su mascarilla, poco espacio entre mesas (casi nada) y cuando nos vamos echo un ojo al interior de la cocina, y allí dentro eran unos cuantos (conté mínimo seis) y ninguno con mascarilla.
Esta mañana hemos salido de viaje de vuelta a casa. Parada en Écija en un conocido lugar en el que suelo parar para desayunar al poco de salir. Tiene terraza, así que bien. La señora que atiende por lo menos lleva mascarilla. El señor no, pongo cara rara y en vez de darme la vuelta e irme, me digo a mi mismo que ya he pedido los bocadillos (calientes), haciendo de tripas corazón. Cuando le va a dar los bocatas a mi WAT, el señor se moja el dedo en la lengua, abre una bolsa y mete los bocatas. Yo ojiplático. Me quedé tan descolocado que no dije nada, y ahí sí que debí haberle afeado el hecho y haberle dejado allí todo sin pagar.
Despues del episodio del desayuno, me digo que no me vuelve a pasar lo mismo y que prefiero ir a un McDonald's, que por lo menos allí algo más de cuidado tendrán. Paramos en el de Paterna que quedaba a mano y apenas había que desviarse. Las mesas de fuera con pegatinas en aquellas que no podían usarse, indicando "respete la distancia de seguridad" y con el dibujo de una mesa y personas sentadas tachado. Había una mesa de cada dos disponibles, de forma que la distancia estaba asegurada. Unos que estaban sentados a mi espalda a dos mesas de mí, de repente me doy la vuelta a media comida, y veo que se han cambiado a la que justo tengo detrás de mí y que figura como prohíbida. Le hago gestos a mi mujer y le digo en voz alta que hay gente que tiene el cerebro justo para no cagarse encima porque no saben respetar las cosas más básicas o bien no saben leer. Ella me dice en voz alta también que peor fue en el interior mientras pedía. Al parecer entró un hombre mayor con un perro y le indica una trabajadora que no puede acceder al interior con el perro. El hombre le espeta un "pues haber puesto un cartel fuera, que no lo hay". Al ver la chica que el hombre no solo no se va, sino que la mira con desafío, ella le vuelve a decir que no puede estar con el perro en el interior, y él erre que erre que no hay cartel. La chica le indica que es una prohibición genérica, no solo de McDonald's, que por eso no hay cartel. Mi WAT ya salía del local y no sabe cómo terminó la cosa.
En definitiva, "detalles" que he visto en nuestro país sin tener que buscarlos. Por contra, en los cuatro días que he estado en Portugal, cero situaciones similares, y eso que he desayunado, comido y cenado fuera todos los días, además de tomar cervezas cada dos por tres. En ninguna parte me han atendido sin mascarilla, en todas partes han desinfectado la mesa delante de mí o bien había un cartelito que indicaba que esa mesa había sido desinfectada (se notaba y se olía).
Iba con bastante recelo a Portugal porque nunca los he considerado más limpios que nuestros sitios, más bien a la par (estuve varias veces el año pasado).
Menuda lección he recibido de ellos
Ahora al llegar a casa, en el recorrido urbano final, bastante gente con mascarilla por debajo de la nariz, cuando no directamente en la garganta y los típicos que llevan el pitillo en la boca sin encender, así ya justifican el ir sin mascarilla.
Me queda cada vez más claro que la culpa de lo que nos pasa es debido a la gente, a nuestra gente. No tenemos remedio.