Vista dos veces (una en vídeo y otra cuando salió en DVD en España) repesco uno de mis títulos menos queridos del tito Carpintero:
2013, Rescate en Los Angeles
Los 90 fueron una época de constante adaptación de John Carpenter, que no parecía lograr encontrar su sitio en la industria... aunque también podríamos decir que dicha búsqueda nunca concluída constituye, a grandes rasgos, toda su carrera. Tras un intento más de amoldarse al trabajo de grandes estudios y grandes presupuestos (Memorias de un hombre invisible), un trabajo televisivo (Body Bags) y dos películas que considero muy potables, En la boca del miedo, y el remake de El pueblo de los malditos (ambas se saldaron con dos fracasos de taquilla) Carpenter decidió volver a un éxito conocido, y parir un remake de 1997: Rescate en Nueva York.
La película original era ya un clásico del cine ochentero, y sin embargo, Carpenter no toma iniciativa alguna aquí: aunque no cabe duda de que es una secuela (se hace referencia a la anterior película) es también un remake de la misma, un remake auto-consciente de serlo, con un tono mucho menos serio y que tiende a homenajear/pitorrearse de su referente.
Aquí nos cuentan que en 1998, un terremoto separa la ciudad de Los Angeles del continente, convirtiéndola en una isla que es usada por su autonombrado, reaccionario y vitalicio presidente (Cliff Robertson) en una cárcel gigante donde van a parar sus prisioneros.
Si los prisioneros de Nueva York parecían una purria variopinta de delincuentes, zombis de las cloacas y bandas urbanas a lo The Warriors, aquí la cárcel es usada como prisión política: y es que en el nuevo y maravilloso Estados Unidos, la religión católica es obligatorio, el sexo prematrimonial, el alcohol, el tabaco y la carne roja están prohibidos. La prisión sirve tanto para enviar a disidentes y desobedientes como a presos comunes.
Plissken "el Sepiente" es capturado y, al igual que en la anterior película
se le invita a llevar a cabo una misión imposible, en este caso, entrar en la prisión de Los Angeles y rescatar (asesinar) a la hija díscola del Presidente, Utopía, que ha huído de los brazos de su padre robándole algo que Plissken debe recuperar a toda costa, seducida por las ideas del líder revolucionario de la prisión, Cuervo Jones. A cambio de llevar a cabo la misión, se le curará de una toxina letal que le han introducido en el organismo a traición y que le matará en pocas horas.
Como en la anterior película, Plissken se infiltra en la prisión y se va encontrando con diversos personajes mientras busca a la hija díscola y su misterioso objeto robado, recolecta enemigos y aliados.
Y sin embargo, considero que Rescate en Los Angeles ha envejecido peor que su predecesora: quizás ese tono de cachondeo nos-reímos-de-nosotros-mismos es algo que le resta integridad. Rescate en Nueva York bebía del western y del pulp más desenfadado, pero constituía una historia coherente y unos personajes bien construidos.
Aparte de concesiones varias a que
Plissken mole (en la anterior, molaba sin necesitar que te lo chillaran) como el numerito del surfeo con Peter Fonda, la prueba de baloncesto o el duelo
según las reglas de Bangkok (algo que no concibo que hiciese jamás el Plissken de la primera entrega) la película da la impresión de ser una sucesión de sketches sin un núcleo central firme que los una; cada segmento tiene unos personajes que entran y salen y tienen poca o ninguna relevancia para nada en la trama.
Por último, la categoría humana y moral de los personajes la considero muy inferior a la de la película precedente. En Rescate en Nueva York nos veíamos sumergidos en una jungla urbana donde a pesar de todo, quedaba suficiente material humano para encontrar amor, honor, o lealtad.
-Así, en la anterior, el villano, el Duque, dirigía la ciudad-prisión con mano de hierro, y no dudaba en hacer uso de la violencia y la barbarie, pero se le intuía un sentido de liderazgo, de buscar lo mejor para su gente (al fin y al cabo, podía haberse quedado con el Presidente y exigir su liberación a cambio de su vida; pero no, exige la liberación de TODOS los prisioneros de Nueva York). Aquí, Cuervo Jones es un fascista demagogo y sectario que ha creado un grupo terrorista (Sendero Luminoso) y que no duda en incumplir su palabra, utilizar, traicionar y matar a todo aquel que le molesta: él se considera el líder natural de la chusma que le rodee y a pesar suyo, tanto si le quieren como líder, como si no.
-Lo mismo ocurre con el personaje del taxista que interpretaba Ernest Borgnine, un vejete simpático que pecaba de cobarde y abandonaba el campo de juego si su pellejo estaba en riesgo, pero que finalmente corregía esa actitud y volvía para salvar el día y poner su vehículo al servicio de la huída final. Acto que por cierto, le cuesta la vida. El personaje paralelo de esta secuela / remake, Eddie (Steve Buscemi) es un caradura sin lealtad ni palabra, que cambia de bando cada vez que la situación lo requiere y que no se debe a nadie, solo preocupado por sacar el máximo beneficio de cada situación.
-Otro tanto para Lee Van Cleef, que en Rescate en Nueva York interpretaba a un jefe de policía duro y cabrón, que no dudaba en utilizar a Plissken para cumplir con sus objetivos poniendo su vida en peligro, pero le respeta y hay entre ambos una relación de camaradería
hawksiana, llegando el poli a preocuparse por la suerte del criminal y apostando por él (si le hubiera salido mal la jugada y hubieran perdido al presidente, probablemente hubiera perdido su cargo, sino más). El relevo de ese personaje lo toma Stacy Keach, componiendo a un persona antipático y repelente al que solo le preocupa obedecer las órdenes, mostrando un fuerte antagonismo y cero preocupación por la suerte del criminal.
-En fin, el Presidente de dicción británica interpretado por Donald Pleaseance en 1997... era poco más que una moneda de cambio que iba de aquí a allá, solo al final nos da muestras de su psicopatía (¿condición necesaria para ser presidente, quizás?) poniendo en peligro la vida del tío que le ha salvado solo para obtener una venganza personal. En 2013, el presidente es mucho más activo y un hijo de puta mayor, que manda asesinar a su hija sin pestañear y está dispuesto no solo a ordenar matanzas, guerras o ejecuciones sin juicio, sino que además no le importa que le televisen mientras da las órdenes: ahí manda él por mandato divino y el que no esté con él es el enemigo.
No me funciona. Un rosario de caras conocidas (Peter Fonda, Pam Grier, Bruce Campbell...) para una película que no parece tener realmente sentido de existir, una historia que contar: el momento era propicio y seguramente, Carpenter necesitaba la pasta. Es una gamberrada simpática, pero eso: una gamberrada. Si no fuese por ese final, apoteósico, épico y fantasmada total (mucho mejor que el de la primera parte) creo que no me habría molestado en verla una tercera vez.