Recopilatorio de una de las autoras más celebradas dentro del género shojo, o manga “para chicas”, a modo de resumen de casi tres décadas de su trabajo, pues las piezas más antiguas son de principios de los años 70. La variedad de temas es por lo tanto muy amplia y destacan tanto los relatos de carácter realista y cotidiano, en torno a jóvenes (en especial mujeres), sus circunstancias y problemas familiares, a modo de mirada a la sociedad japonesa y sus peculiaridades… como los de corte fantástico, aunque es verdad que esa fantasía se adentra también en la cotidianeidad, a veces de manera inquietante.
“Mitad” y “La niña iguana” son dos obras maestras y de lo más original del libro. La primera va de unas hermanas siamesas, una es una belleza, la otra, un engendro, condenadas a necesitarse mutuamente, como dos polos opuestos en quienes se mezclan el amor y el odio… en el fondo, un solo ser, una muestra de la dualidad del ser humano, en una oda al afecto fraternal, a querer al diferente, a la parte nuestra que nos produce rechazo pero forma parte indisoluble de nosotros. La segunda, en la que una madre tiene una hija iguana cuya extraña condición le marcará por toda su vida, viene a ser una metáfora de las difíciles relaciones materno-filiales, con aires de fábula animal y cuento infantil, que también podría hablar sobre la raza, los estándares de feminidad, o de un complejo de inferioridad fomentado injustamente desde la infancia. Lo mejor es el hermoso retrato que traza del ciclo de la vida, de reconciliarse no sólo con tus supuestos defectos sino con los de unos seres queridos distantes, pero con quienes nos unen unos lazos irrompibles.
La condición femenina es importante en cada relato, pero se trata especialmente en “Camuflaje de ángel”, una comedia romántica finalmente amarga con la teoría de Darwin al fondo, el anhelo por trascender la materia, y finalmente, la cuestión del aborto (posicionándose, eso sí, claramente en contra), el sentimiento de culpa que genera y las presiones por tener hijos. Y más aún en “Al sol de la tarde”, que va del matrimonio y sus expectativas frustradas con el tiempo, el cuestionamiento de un romanticismo falso fomentado desde niñas y de un machismo asumido incluso por las propias mujeres, en el que a infidelidad queda reservada sólo al macho frente a los remordimientos de ellas, la obsesión por la edad... y unas nuevas generaciones que ven las cosas de otra forma, concluyendo con la resignación, el asumir las cosas como se han hecho, con lo bueno y lo malo que puedan tener. Hagio tiene una postura sobre todas estas cuestiones, y diría que es más bien conservadora, aunque moderna también por cómo afronta directamente unos asuntos quizá tabú.
El mundo académico ocupa también un lugar privilegiado, evidentemente, por la edad del público al que van enfocadas estas obras. Adolescencia, despertar un día y descubrir que nada tiene sentido en un mundo alucinógeno y animalizado (“Las pastillas para ir a la escuela”), las exigencias de una vida predeterminada por unos adultos ausentes, con el miedo al fracaso, las complicadas de por sí interacciones con amigos y chicas… despertarte, por fin, del autoengaño. Pueden ser terribles los efectos de una mentalidad competitiva que reprime brutalmente las emociones (“Catarsis”) y ante la cual uno preferiría no ser nadie, no aspirar a esa excelencia que papá y mamá desean con fervor sin preocuparse lo más mínimo por lo que tú quieres de verdad, sin tener en cuenta que tú eliges tu propio camino, sea más agradecido o menos. Las rivalidades masculinas (“Amigo K.”), la envidia que desata ese chico misterioso entre los “populares”, los que ostentan mera superioridad física o intelectual, con su (por contra) superioridad moral y su misterio, su carácter inestable que oculta más de lo que revela… encubre lo mismo de siempre; que los que se pelean, se desean.
La pérdida de un ser querido y cómo esto influye en los demás miembros de la familia (“El niño que volvía a casa”) puede contarse como si una historia de fantasmas se tratase. La superación es difícil y llega el momento de dejar partir, especialmente cuando se corre el peligro de intentar sustituir al hijo ausente con el que queda. Se nota que “Sayo se compra un yukata” es primerizo y quizá menor, pero explora de nuevo la extrañeza por la muerte de una madre, el punto de inflexión que marca el paso a la adultez, entre las tonterías con los amigos y las primeras parejas, y que permite heredar el testigo de ciertas tradiciones. Tradiciones (festivales, ritos en honor a los difuntos), por cierto, que aparecen especialmente bien reflejadas aquí.
Y en el otro extremo nos quedarían los cuentos más puramente fantasiosos, con la singularidad de que algunos parten de ideas de otros autores (¿cosas más para ganarse las lentejas?). Penitentes y peregrinos en una tierra mitológica (“El falso rey”) se ven envueltos en una venganza, o ajusticiamiento; individuos errantes que cargan con las penas de un reino entero, o con las suyas propias… los monstruos se convierten en víctimas y viceversa, con la herida de un pasado trágico y violento similar a una pasión íntima, llevada por dentro. Un tremebundo romance gótico es “El invernadero”, un BL con dos bellísimos adolescentes enfrentados a espíritus de la naturaleza en entornos decadentistas y europeizantes, a un enigma (siendo el co-protagonista un Tadzio de la vida, enigmático ya de por sí) que se adueña de la voluntad… tiene pues lugar el poético y cruel sacrificio de un ser amado, capaz de resucitar la vida y la primavera. Y un culebrón en toda regla es “Marine”, con niño pobre que lucha por ascender socialmente y archienemiga pija malvada, tirando aquí de temática deportiva (el tenis) y de nuevo con aristocracia de aires europeos por ahí. Las apariciones de una chica etérea y maravillosa derivan hacia la fantasía, a uno de esos romances congelados en el tiempo, en una memoria eterna que fluye como las olas del mar, como los amores imposibles en la realidad humana ordinaria y tal vez sólo realizables en los sueños.