Yo soy partidario de controlar -y castigar- las mentiras. Nunca las opiniones. Y esta diferencia está muy clara.
Pues yo creo que, saliéndonos de las ciencias puras, la diferencia no está necesariamente clara. Todo es opinable. Si me dices que hay un tío en tu barrio que, pasando la mano por el cuero cabelludo, cura tumores cerebrales, me sentiré mucho más inclinado a creer que es una leyenda urbana, un timo o una estafa, a que es verdad. Pero en cuanto nos salimos de campos fácilmente medibles, como la ciencia, la experiencia de vivir es por fuerza, subjetiva. Yo puedo sostener una cosa, y creer sinceramente que estoy expresando la verdad sin que se me suponga una malicia de estar mintiendo, y tú puedes creer sinceramente que estoy equivocado, sin que tú tampoco estés mintiendo. A mí no se me censura en mi afirmación de mi verdad, ni a ti en tu crítica y tus argumentos en contra de que ese X sea verdad.
Yo prefiero vivir en un mundo en el que soy entendido como un adulto, con capacidad de discernir, de separar el grano de la paja por mí mismo, de pensar, pudiendo estar equivocado o no, que vivir en uno donde básicamente, tu gobierno te dice "mira, como eres idiota, voy a poner en una columna las cosas que son VERDAD, y en otra las que son MENTIRA. Y mientras te centres en la columna de las VERDADES, nos llevaremos bien, incluso fingiremos no ver el cartel que dice subnormal, que te puesto en torno al cuello. Pero si te pasas de la raya y te metes en la columna de las "MENTIRAS", te perseguiremos por lo civil y por lo penal".
Para las mentiras dañinas, potencialmente peligrosas o directamente delictivas, ya sean crecepelos falsos vendidos a precio de oro, estafas piramidales o apasionadas cartas de Brad Pitt, que quiere venir a vivir contigo pero no tiene dinero para viajar a España, ya está la ley. Esas cosas siempre han sido ilegales y siempre han sido perseguidas. No necesitamos más regulación ni más ideas de bombero potencialmente orwellianas.