Respuesta: #$%&!#!& en SATANÁS! TABACO, Game Over!!!
He estado dos semanas encerrado en la Vela Gran de Valls (Catalunya), por sus fiestas decenales. La Vela Gran era una carpa mastodóntica con capacidad para 5.000 personas más su escenario de 18x18 m y servicios asociados. Un quita y pón espectacular. Era responsable de casi 200 personas entre técnicos de sonido y luz, brigadas, personal de montaje de escenarios y otros hierros, electricistas, etc. Todo un reto... aunque ahora no viene a cuento.
En ese espacio tenía el reto de convertirlo cada día en "algo especial". Fue más que un festival, mucho más. Empezamos un día con Ojos de Brujo y La Mala Rodríguez y, el día siguiente, se dedicó toda la noche a la rumba catalana (Peret, Dijous Paella, La troba...). El domingo se cerraba el primer fin de semana con una mezcla explosiva de Erràtic y los siempre adulados (y brutales) Soziedad Alcohólica.
El segundo día, el de la rumba, recibo la visita de dos sargentos de los Mossos d'Escuadra. Me enganchan justo en medio de un cambio de grupo por lo que les invito a que se esperen unos minutos y luego los recibo en una de esas cabinas tipo contátiner de barco que utilizamos normalmente como camerinos o despacho. Era mi despacho de producción. Yo estaba y estaría encerrado en ese espacio una media de 17 h diarias, cuando lo normal era llegar a las 20. Mucho trabajo. Aprovecho, por lo tanto, el momento de "respiro" de entrar en ese despacho para liarme un cigarro (ahora fumo tabaco de liar, por su parsimonia y, también reconocerlo, el menor coste). Y el burro de mi, inconsciente, lo hace justo delante de los dos Mossos de Escuadra. Ellos, impertérritos, se me presentan y me informan que durante su rueda de reconocimiento se han dado cuenta de un hecho realmente grave, que nos puede suponer un problema. La verdad es que me acojoné un poco, por la cantidad de cosas que hasta ese momento había solventado con eficacia y que podrían suponer un problema: el aforo de la sala estaba calculado para 2 personas por metro cuadrado, aunque sabía que algún día lo superaría, aunque nunca sin llegar a las 5 por metro (que ya es un problema); sabía que me faltaba un cartel de "salida de emergencia", pero era el que estaba justo en la rampa del escenario; sabía que la distancia entre la parrilla eléctrica del bar y el plástico-pared de la carpa era 20 cm menor de lo estipulado, pero también que el plástico era M5; sabía que aún teniendo 8 bomberos a mi disposición en todos los actos, la distribución de los extintores no era la más adecuada (no quería que un pringao los encendiera a medio concierto)... ¿Qué podía ser? Mientras yo lidiaba con el filtro y el papel de fumar me espetan: "hemos detectado que se fuma y mucho en su carpa", refiriéndose al público.
Mi experiencia me invitó a responderles con un asombrado: "¡¡¡¿Que la gente está fumando?!!! Pero si está prohibido...", aunque poca veracidad podía darle a estos hombres con un pitillo casi construido en mis manos (y, evidentemente, un par de latas de cocacola estrujadas por la mesa con claros signos de su nueva vida como ceniceros improvisados). ¿Qué podía hacer?
Tras reirme (yo sólo) un rato, los susodichos me informan de que hay una ley y que, básicamente, debería insertar los correspondientes carteles (el que anuncia la ley en la entrada y algunos más en el interior, a modo de recordatorio), en cuanto no hacerlo ya se consideraba una sanción económica de órdago... Que el lunes tendrían una reunión con las jefaturas y que, evidentemente, deberían informar de este suceso, por lo que, seguramente, el martes o miércoles habría inspección segura. Lo único que luego recuerdo es que uno de ellos rascó entre sus bolsillos para alumbrarme ese pitillo que acababa de construir con mis manos. Se despidieron y se fueron.
Era evidente que dentro se fumaba. Estamos hablando de alrededor de 1.200 personas el primer día, 4.000 el segundo y 2.500 el tercero. Los Mossos vinieron el día de los 4.000.
Por la mañana del domingo envío a uno de mis secuaces a imprimir varios carteles de prohibido fumar y tal y cual. Me llegan alrededor de media noche, justo cuando Soziedad Alcohólica arrancaba sus primeros compases de índole brutal. Ordené, evidentemente, que NO se colgaran en ese momento los susodichos carteles...
El lunes convertimos esa "sala de conciertos" en una auténtica sala de baile. Más de 30 horas de trabajo para cambiar un suelo de madera por uno de parqué, instalar más de 200 palcos a tres pisos de altura y reordenar toda la iluminación en platea para contentar a un público tremendamente diferente del que domingo abarrotó el espacio: palcos cuyo precio para 6 personas ascendía a la tremenda cantidad de 390 euros para disfrutar tanto de la orquestra catalana La Principal de la Bisbal como la magnífica y espectacular Pasadena, de orígen británico y casi centenaria tradición. Pensé, en mis adentros, que difícilmente alguien se atrevería ya a fumar esa noche, ya fuese por el sentido de "concierto de gala", como por la ya inclusión de los susodichos carteles e incluso por la supuesta "mejor" educación de un público entrado en edad, "rico" en cierto sentido o hasta formado en sus formas (tuve que habilitar un parking para coches VIP que alcanzó las 150 plazas, repleto de Audis, Mercedes...).
Con anterioridad, entre mis responsabilidades (que eran todas) estaba coordinarme con el personal de seguridad, con quien pactamos que en NINGÚN caso ese personal debería buscar, vigilar ni avisar a los fumadores compulsivos: su misión era asegurar la seguridad del espacio, no el perseguir actos "ilegales" que poco tenían de peligroso (o, mejor dicho, que podían incitar a más violencia). La cantidad de colillas detectadas en los tres primeros conciertos era brutal (o normal hará tan sólo dos meses) y esperar que ocho o diez personas de seguridad se enzarzaran a discutir con tanta gente era más un motivo de menos seguridad (alguna discusión saldría).
A todo ello debo reconocer, y no como defensa, que el espacio era una carpa de plástico. Muy similar a la de un circo, con un techo que estaba entre los 12 y 18 m de altura, abierto en sus puntas para permitir la descompresión de aire y abierto en todo sus laterales en cada una de sus 10 salidas de emergencia (por normativa). Era algo más cercano a un espacio al aire libre que a uno cerrado (pero sí, era un espacio técnicamente cerrado). Si hubiera sido regidor de un espacio cerrado pequeño, seguramente hubiera decidido otra cosa.
La fiesta del baile de gala empezó realmente bien. La gente mantuvo sus ansias de fumar durante casi toda la noche, pero la fiesta duró alrededor de 6 horas. La distribución de cava en cada uno de los palcos y los precios populares de los cubatas y cervezas (entre 2 euros la cerveza y 4-6 el cubata en función de su receta) no imposibilitó que a eso de las 3 de la madrugada (empezamos a las 11 de la noche) esos maniquíes con trajes de corbata y vestidos de fiesta para ellas, empezasen a saltarse la norma del fumar. Una diferencia con los conciertos de rock es que, amén de algún pitillo, se popularizaron y bastante los puros. Ya sabéis, es uno de esos actos del "y yo más". Seguridad me avisó y repetí la orden: "ustedes a sus puestos, lo del tabaco ni de coña es nuestra prioridad".
A los minutos me llaman de la puerta para avisarme de que se inicia el protocolo de "denuncia de tabaco". Días antes a la fiesta se realizaron protocolos de actuación ante incidencias (bomberos, ambulancias, enfrentamientos, etc.) y había uno dedicado al tabaco. En él se indicaban los procesos exactos a realizar ante una demanda de este calibre. Lo primero era que la persona (público) que se quejara debía realizar su queja o bien ante el jefe de seguridad o directamente al máximo responsable de ese espacio (o sea, servidor). El jefe de seguridad me llamó y ante mi presencia física le dije a la señora en cuestión que, evidentemente, aunque tuviera razón yo no tenía ni los mecanismos ni la necesidad de realizar inspección alguna y que, por tanto, la invitaba a realizar una denuncia a los Mossos de Escuadra (que, además, tenía la suerte de tenerlos justo al lado de la carpa). Ella fue e interpuso una denuncia. A los minutos, nueva llamada de mi jefe de seguridad por que hay inspección ocular de unos mossos. Me dirijo de nuevo a la puerta.
La conversación fue kafkiana. Tengo como testigo a mi mujer, pues estaba conversando con ella por teléfono. Los Mossos me indicaron que habían recbido una denuncia por fumar en un espacio público, que habían seguido su protocolo y habían realizado acto de presencia pero que se encontraban con un fuerte dilema: alguno de los "jefazos" suyos (no directos, sino alguien como el gobernador y algún edil municipal de renombre) eran los "responsables" de esa incidencia (coño, que estaban fumando) y que preferían que se les negase la entrada a tener que volver a entrar para identificar a los culpables y tener un "problema". Así las cosas, me giré e indiqué a seguridad que nadie podía entrar en esa carpa a no ser que se identificara como Mosso de Escuadra. Como que los que vinieron ivan de paisano, se les invitó a irse y se fueron.
El día siguiente al concierto del baile de gala desmontamos toda la parafernalia para proceder al concierto estreno de Fangoria (por cierto, brutal y nostálgico para los que vivimos bien los 80), seguido del espectacular Christian Varela. Otra noche de "leyes saltadas", aunque seguridad me invitó a buscar una solución para aquellos que, conscientemente, salían al exterior a fumar. No vino demasiada gente, unos 2.000, por lo que ordenamos las entradas para permitir un paso rápido de entrada/salida para fumadores.
El siguiente día nadie fumó. Fue con la presencia de Ainoa Arteta y una orquestra sinfónica. La disposición de platea con 2.000 sillas numeradas y ofrecer un espectáculo de 2 h con un intermedio invitó a la gente a respetar incosncientemente este problema. Sólo tuve que alargar la media parte 5 minutos más, para permitir que la gente que se echó un pitillo al exterior (por cierto, a 5º) pudiera terminarlo y entrar cómodamente a su silla numerada.
La siguiente noche, la verdad, tuve más problemas que nunca. Era el concierto de Dani Martín, el ex-canto del loco, que agotó entradas semanas antes de su concierto. Amén de tener que buscar la noche anterior un sitio adecuado para que 10 niñas locas hicieran acampada para ser las primeras de la cola, el problema fue de padres/madres acompañantes que, aburridos por los gritos del susodicho, se dedicaban a perseguir esas teenagers fumadoras de primer ciclo. El problema podía haber ido a peor, puesto que se trataba de menores acompañados, por lo que podía acabar ello como una pelea entre el padre fumador y el padre criticón-policía-fumador. Pero el conicerto duró hora y media, lo justo para no encender los ánimos.
Finalmente, la última noche (o mejor dicho, día), se convirtió en toda una fiesta (ya de por sí un festival único), con la presencia de 10 grupos catalanes, a cual menos conocido. Unas 12 h de música ininterrumpida, con una asistencia esperada de 4.000 personas que, al final, superaron las 5.000. Con 49.000 euros de barra acumlados. Imaginaros. Con 4 denuncias en los Mossos y éstos acojonados más por su propia seguridad que por su cometido real.
Mi conclusión es clara. Y seguramente es la misma que la vuestra. El hábito de fumar en nuestro país es muy fuerte. El gobierno (y tanto me da de qué color sea) se ha visto obligado, seguramente por directrices europeas, a impulsar una ley del tabaco. Pero lo ha echo mal. Lo ha echo sin darse cuenta de lo que había. Por que la primera ley, seguramente la causante de todos los problemas de hoy, nos impuso en la cabeza que fumar es malo, tanto para el que fuma como para el que no. Pero la elección del bar entre dejar o no fumar y verse ganador el que dejaba fumar, a su vez, nos dio la oportunidad de ver que los que fumamos somos muchos y que los que no fuman pueden vivir con esta singularidad. Que hay excepciones y graves, también.
De golpe y porrazo nos meten una ley restrictiva. Podemos estar o no de acuerdo, pero es una ley. Una ley que, por ejemplo, pena mucho más al fumador impulsivo en un local que al consumidor habitual de cocaina en un baño público (si fumas en una disco mal vas; si te enganchan con una raya en un WC de esa misma discoteca... pues parece que no es tan grave). Pero es la ley. Y lo peor, y esto siento decirlo, es que nos convierte a nosotros, a los ciudadanos, en guardias civiles, en policias y denunciantes. El resutado es el que me he encontrado yo en estas fiestas, y mi disposición fue priorizar la SEGURIDAD al control de algo que, sinceramente, no hace ni dos meses estaba más que permitido.
Fue curioso observar cómo el día de Ainoa Arteta el inconsciente humano impidió que la gente fumara. La disposición de 2000 sillas a modo de auditorio cambió el chip de los fumadores. Incluso yo mismo me vi fumando mis pitillos encerrado en mi bungalow-oficina o en el exterior, "para no molestar". Hasta los músicos de la orquestra se escapaban a ese exterior de manera automática. Pero al quitar esas sillas y volver a una configuración estándar de concierto, el impulso volvía. Se llama tradición. Y esta ley está machacando esa tradición.
Supongo que el tiempo irá normalizando las cosas. Supongo que en las próximas decenales, en el 2021, el problema no será éste. Son 10 años de concienciazión más. Supongo que poco a poco, como a mi me ha ocurrido, preferiré llevarme un termo con 1 litro de café con leche y fumarme mi pitllo con mi taza de café entre las manos en el curro que ir a un bar y tomarme mi café sin cigarrillo en la boca. Pero todavía hoy se me hace difícil. Si incluso las fuerzas del orden se acojonan con un simple cigarrillo...
Un saludo
R. Sendra