Respuesta: Fotografía Cinematográfica
"
Amanecer" (
Sunrise, a song of two humans, F.W. Murnau, 1927):
Primera película americana del director expresionista alemán, quien recién llegado a Hollywood obtuvo un cheque en blanco por parte de William Fox para rodar esta extraordinaria muestra del cine mudo. El argumento toma como punto de partida la aparición de una mujer de la gran ciudad en la vida de un matrimonio rural, para ir tomando una serie de sorprendentes giros que a su vez permiten a Murnau llevar a cabo una curiosa mezcla de géneros y estilos, con una narrativa visual de una fuerza arrolladora, un ritmo endiablado y una dirección de actores de gran altura.
Los directores de fotografía del film fueron Charles Rosher [ASC] y Karl Struss [ASC], quienes junto a Murnau crearon, sin lugar a dudas, uno de los más memorables trabajos de la fotografía cinematográfica. Lo curioso, además, es que "Sunrise" no tiene un estilo visual coherente, sino que conjuga muchísimas imágenes que crean percepciones muy diferentes en el espectador pero, gracias al genio de Murnau y su habilidad para mezclar géneros, el conjunto resulta absolutamente irresistible.
Así pues, Rosher y Struss combinan imágenes de exhibición de paisajes, como las que abren la película, con tomas eminentemente oníricas, como las que tienen lugar por la noche, bajo la luz de la luna, con un retrato urbano de un enorme dinamismo, en grandísimos decorados que nunca dan la impresión de serlo gracias a un soberbio uso de la perspectiva forzada, con primeros planos de los actores en los que el
glamour es el elemento esencial, o con escenas nocturnas con fuentes integradas en los planos en las que llevan a cabo una exhibición de talento y pericia técnica, e incluso, cómo no, interiores fotografiados con fuertes claroscuros y sombras muy profundas en el más puro estilo del expresionismo alemán. El efecto a veces es realista, a veces es meramente estético u otras atmosférico... pero todo el fresco creado con esta imaginería funciona como una fórmula magistral.
Lo curioso, o mejor dicho, lo llamativo, es que prácticamente toda la película lleva a cabo una justificación de las fuentes lumínicas que es digna del mayor de los elogios, tanto por el mero intento de realizar algo así en una época en que las emulsiones y las ópticas eran mucho menos sensibles y luminosas a la luz que las que vendrían en años posteriores, como, sobre todo, por el rotundo éxito de la propuesta, especialmente evidente en las mencionadas escenas bajo la luz de la luna, rodadas en estudio o, de manera aún más espectacular, en la maravillosa secuencia final, en la que los farolillos ofrecen la verdadera impresión de estar realizando el trabajo de iluminación, consiguiendo una recreación perfecta de los efectos de estas luces y un ambiente absolutamente embriagador, que el cine posterior no sería capaz de replicar durante 50 años, hasta la aparición de obras como "Barry Lyndon" o "Days of Heaven".
Sin embargo, por si todo esto fuera poco, el trabajo de cámara de Murnau es extraordinariamente bueno, sugerente e inventivo, con una puesta en escena que siempre aboga por mostrar los escenarios a lo grande, mediante
travellings muy elaborados y una coordinación y dirección de extras que a menudo lleva a preguntarse cómo pudieron obtener esos planos con los medios de la época.
Pero lo más recordado, por su perfección técnica, de un lado, pero sobre todo, por otro, por su belleza, poesía y enormes efectos estéticos, son los planos en los que Murnau emplea una serie de trucajes ópticos, dobles exposiciones y fondos pintados para crear imágenes fascinantes, tanto a nivel estilístico (la mujer en bañador y el transatlántico), como narrativo (la sobreimpresión de la mujer de la ciudad besando al marido en el momento clave de este personaje), efectos que unidos a la enorme técnica de la que hacen gala Rosher y Struss y a la arrolladora narración de Murnau crean, sin ningún genero de dudas, una de las obras cumbre de la fotografía cinematográfica, que pocas veces ha conseguido demostrar de forma más rotunda que en la misma se encuentra la esencia del cine. Por supuesto, como no podía ser de otra manera, en la primera edición de los premios de la academia de Hollywood, Charles Rosher y Karl Struss se alzaron con el Óscar a la mejor fotografía.