Respuesta: Fotografía Cinematográfica
“El Odio” (La Haine, Mathieu Kassovitz, 1995, fot: Pierre Aim):
Polémica historia, escrita por el propio Kassovitz, el cual tiene un pequeño cameo hacia el final de la película, acerca de tres jóvenes de un suburbio parisino, a los que la proyección acompaña durante 24 horas tras unos disturbios en los que uno de sus mejores amigos del barrio, ha sido seriamente lesionado por la policía. El film se divide claramente en dos mitades, la primera de ellas, siguiendo al joven judío, a otro de origen árabe y un tercero de raza negra, por el barrio en el que se han criado, describiendo el ambiente del mismo y las tensiones sociales, culturales y raciales que se producen en el mismo, mientras que la segunda parte, quizá menos interesante, los sigue por el centro de la ciudad, perdiendo parte del interés salvo en algún esporádico episodio.
Filmada en blanco y negro, sin lugar a dudas lo más destacable de la película es el brioso estilo empleado por Kassovitz, cuya cámara ráramente está quieta, pero casi siempre se mueve con mucho sentido. Los planos que abren el film y que siguen a los muchachos por las calles que dominan utilizan una Steadicam tan elegante como fluida, creando de manera muy consistente interesantes composiciones en gran angular, en contraposición a la segunda mitad de la obra, en la que los planos son más cerrados, lo cual parece evidenciar que los personajes han perdido la supremacía que sí ostentan en su barrio. Pero no sólo hay Steadicam, sino que Kassovitz se esfuerza seriamente en filmar todo el film utilizando ángulos sugerentes (por ejemplo, el de Vincent Cassel despertándose por la mañana, en contrapicado), utilizando split-diopters e incluso una brillante toma aérea, seguramente con un minúsculo helicóptero robotizado desde una ventana, alzándose al cielo y moviéndose entre los edificios de la barriada.
La iluminación de Aim, cuando realmente ilumina, puesto que muchos de sus exteriores diurnos simplemente hacen uso de la luz disponible, siguen las pautas del naturalismo, sin tener la menor intención de aparecen intrusiva, embellecedora o estética, a pesar de la utilización de algún filtro degradado. El operador, por lo tanto, simplemente se limita a aumentar las fuentes existentes, a rebotar luces en el techo o a iluminar muy suavemente a los actores para eliminar sombras en los primeros planos. Su trabajo en la segunda mitad de la película, que discurre por la noche en su mayor parte, también sigue el mismo patrón, con pequeñas luces de apoyo sobre los personajes o algún contraluz más fuerte en alguna de las calles por las que se mueven, pero casi siempre a máxima apertura de diafragma con ópticas Zeiss Superspeed (T/1.3) para posibilitar que sus propias luces sean un mero complemento de las propias luces de la ciudad.
Por todo ello, se trata de un trabajo notable, de una extraña belleza, que en cierto modo tiene la virtud de huir del aspecto documental y extra-realista con la que hubieran afrontado esta historia la mayoría de cineastas, consiguiendo un film con una puesta en escena elegante a la par que simple. Ganadora del premio al mejor director en el Festival de Cannes.
“El Odio” (La Haine, Mathieu Kassovitz, 1995, fot: Pierre Aim):
Polémica historia, escrita por el propio Kassovitz, el cual tiene un pequeño cameo hacia el final de la película, acerca de tres jóvenes de un suburbio parisino, a los que la proyección acompaña durante 24 horas tras unos disturbios en los que uno de sus mejores amigos del barrio, ha sido seriamente lesionado por la policía. El film se divide claramente en dos mitades, la primera de ellas, siguiendo al joven judío, a otro de origen árabe y un tercero de raza negra, por el barrio en el que se han criado, describiendo el ambiente del mismo y las tensiones sociales, culturales y raciales que se producen en el mismo, mientras que la segunda parte, quizá menos interesante, los sigue por el centro de la ciudad, perdiendo parte del interés salvo en algún esporádico episodio.
Filmada en blanco y negro, sin lugar a dudas lo más destacable de la película es el brioso estilo empleado por Kassovitz, cuya cámara ráramente está quieta, pero casi siempre se mueve con mucho sentido. Los planos que abren el film y que siguen a los muchachos por las calles que dominan utilizan una Steadicam tan elegante como fluida, creando de manera muy consistente interesantes composiciones en gran angular, en contraposición a la segunda mitad de la obra, en la que los planos son más cerrados, lo cual parece evidenciar que los personajes han perdido la supremacía que sí ostentan en su barrio. Pero no sólo hay Steadicam, sino que Kassovitz se esfuerza seriamente en filmar todo el film utilizando ángulos sugerentes (por ejemplo, el de Vincent Cassel despertándose por la mañana, en contrapicado), utilizando split-diopters e incluso una brillante toma aérea, seguramente con un minúsculo helicóptero robotizado desde una ventana, alzándose al cielo y moviéndose entre los edificios de la barriada.
La iluminación de Aim, cuando realmente ilumina, puesto que muchos de sus exteriores diurnos simplemente hacen uso de la luz disponible, siguen las pautas del naturalismo, sin tener la menor intención de aparecen intrusiva, embellecedora o estética, a pesar de la utilización de algún filtro degradado. El operador, por lo tanto, simplemente se limita a aumentar las fuentes existentes, a rebotar luces en el techo o a iluminar muy suavemente a los actores para eliminar sombras en los primeros planos. Su trabajo en la segunda mitad de la película, que discurre por la noche en su mayor parte, también sigue el mismo patrón, con pequeñas luces de apoyo sobre los personajes o algún contraluz más fuerte en alguna de las calles por las que se mueven, pero casi siempre a máxima apertura de diafragma con ópticas Zeiss Superspeed (T/1.3) para posibilitar que sus propias luces sean un mero complemento de las propias luces de la ciudad.
Por todo ello, se trata de un trabajo notable, de una extraña belleza, que en cierto modo tiene la virtud de huir del aspecto documental y extra-realista con la que hubieran afrontado esta historia la mayoría de cineastas, consiguiendo un film con una puesta en escena elegante a la par que simple. Ganadora del premio al mejor director en el Festival de Cannes.