Hay un artículo que pinta muy interesante en el
American Cinematographer de este mes sobre la fotografía estereoscópica (3-D), firmado por Rob Hummel, antiguo ejecutivo de Warner y ahora de Dalsa.
Las gafas de "Beowulf" oscurecían, si no me equivoco, porque son polarizadoras. No soy especialista en ese campo, pero a mí no me molestó el efecto porque lo normal es que a los 30 segundos la pupila se haya abierto lo suficiente como para compensar. Es decir, si te pones las gafas y te las quitas, sin ellas la pantalla es más luminosa, pero el efecto desaparece a los pocos segundos porque el ojo humano lo compensa.
Respecto a la animación digital, no la sigo demasiado, porque mi gustos son prácticamente opuestos a las técnicas de imagen artificial (me va el estilo naturalista con métodos tradicionales). Pero si que es cierto que cada nueva película de animación "realista" da un paso más allá y la técnica posibilita cada vez más que se emplee una "iluminación" que, además de permitir que se vea la acción, también cree un ambiente que mejore la narrativa.
En cierto modo, es un proceso evolutivo similar al de las primeras fotografías en color, que muchas veces eran planas y poco matizadas y usaban gran cantidad de luz por las limitaciones técnicas, para que a finales de los 60, primeros de los 70, los nuevos operadores cambiasen radicalmente el estilo hacia imágenes mucho más naturales y realistas.
Está claro que es un campo que está ahí y tiene su importancia, pero no cuenta conmigo como un fiel seguidor. También tengo mis reticencias con respecto a los sistemas 3-D para películas narrativas (otro tema son películas de exhibición de efectos, o documentales específicos), pues creo que tienden a distraer la atención del espectador y que éste se fije más en la técnica de lo que es debido. Por eso me parece especialmente importante lo que haga James Cameron en "Avatar", ya que hablamos del tipo que popularizó definitivamente los efectos digitales en "Abyss" y "T2".
A veces me siento como aquéllos cineastas que en los 50 rechazaban el CinemaScope, el Cinerama o el Todd-AO porque entendían que eran demasiado espectaculares para contar una historia