Respuesta: Fritz Lang
(
Das testament des dr. Mabuse, 1933)
El caos tiene un nombre: Dr. Mabuse
Dr. Mabuse, una figura cuyo nombre ya impone cierta sensación de estar ante alguien perverso y retorcido, forma una trilogía en manos de Lang. En este caso, correspondiente a la primera secuela (la original no tengo el gusto, ya caerá),
Mabuse se convierte en un personaje psicológicamente dominador, megalómano (sólo le falta risa histriónica y gato acariciado) dentro de un universo alegórico hacia la anarquía y destrucción. Sin ir más lejos podría verse como cierto memorandum hacia la dominación del partido Nazi, con todos y cada uno de los pasos a seguir para dominar el mundo.
La película está dividida perfectamente en dos partes. Siendo la primera hora la perfección sublime en ella la narrativa de Lang es excelente. Desde la primera escena, con ese infiltrado descubriendo los planes del Doctor y cayendo repentinamente bajo sus dominios mentales,
Lang planifica, expone y emplea los personajes como un juego de ajedrez perfecto, siendo Otto Wernicke, el comisario Lohmann, un personaje perfecto cuya presencia es un perfecto manual de como conseguir un trabajo bien hecho. Divida en distintas historias que confluyen y giran en torno al pérfido doctor, nos encontramos con la banda criminal y de ahí se desprende la historia de Thomas Kent (Gustav Diessl), uno de los secuaces que tiene remordimientos y cargo de conciencia decidiendo dejar atrás su pasado delictivo al unirse amorosamente con Lilli (Wera Liessem, en una actuación un tanto teatrera e ingenua).
Y por si esto no fuera suficiente tenemos la presencia intrigante de ese vademecum que es un paso a paso por la dominación del mundo donde sanidad, banca y gobierno se verán totalmente afectados bajo una mente criminal excelente quien no verá impedimento en recurrir a extorsiones, asesinatos, destrucciones, robos, falsificaciones, etc. por tal de conseguir la dominación mundial. Pero lo mejor de todo es como
Lang recurre al personaje del doctor Mabuse como una figura espectral, de rostro monstruoso y de poderes infinitos (impresionante la forma de como el manual, de lectura poseedora y de letra indescriptible, se acaba convirtiendo en arma) - la escena del Doctor Baun viéndose poseído en su despacho es uno de los más intrigantes, terroríficos y suspicaces de toda la película.
Porque
Lang recurre al personaje de Mabuse como algo metafísico, algo que expone la villanía, la maldad como algo intangible, algo que está por encima de cualquiera y que es imposible de atrapar o dominar. Y así lo demuestra en todas y cada una de las apariciones recurrentes, previa mirada hipnótica a cámara en la escena en la que se encuentra recluído en su celda, con la mirada perdida pero fija en nosotros. No me extrañaría que casos tan concretos como el Joker hubiesen tenido en mente al Dr. Mabuse para su máxima exposición del caos.
La película es un buen compendio de la dramatización de algo superior imposible de detener (cada episodio autodestructivo está unido a un mal mayor) jugando perfectamente con el sufrimiento del individuo: una de las mejores escenas dramáticas al respecto es como Hoffmeister está totalmente poseído por la hipnosis de Mabuse y no puede salir de ese bucle imposible de descomprimir - la interpretación del actor es sublime, sobre todo por la credibilidad del sufrimiento. Si a eso le añadimos grandes dosis del género negro, donde el comisario Lohmann deberá seguir las pesquisas para encontrar al villano por antonomasia (la escena del cristal es uno de los momentos más acertados) y unas gotejas de humor liviano para romper un poco la tensión está claro que
estamos ante un filme de embergadura, con la exposición de contrastes entre la oscuridad del mal y la iluminación del bien (Lohmann casi siempre se encuentra en escenas lumínicas, como si el bien fuese su encarnación).
Y aunque la segunda parte del metraje quizás tenga algún pequeño bajón que otro (siempre a causa de la pareja de amantes, cuya historia, a pesar de ser un emotivo romance, lastra un poquito el resto de historias / metraje) no deja de tener vigencia cinematográfica a día de hoy después de casi 80 años y que sirve perfectamente como ejemplo a imitar en cualquier película de cine negro que se pretendiese realizar a día de hoy, donde
Lang domina la técnica cinematográfica a la perfección (las sobreexposiciones son impresionantes), con la exposición del impresionismo alemán tan en voga y la sutileza del sonido como narración de los acontecimientos es perfecta (ese claxon a modo de disparo).
Sin más preámbulos estamos ante un ejemplo perfecto de cine con mayúsculas.