Perversidad
Un contable (Edward G. Robinson), empleado modélico en su trabajo pero infelizmente casado, salva a una mujer de un atacante en plena calle. No tardará en enamorarse perdidamente de la desconocida, pero ésta decidirá entonces aprovecharse de él.
Un “noir” con el viejo esquema del triángulo pasional entre hombre mediocre, mujer seductora y vividor sin escrúpulos. Cine de una negrura inaudita, de un fatalismo inmisericorde con todos los implicados en el drama (el destino de todos ellos no escapa de la muerte ni de la locura), en una película de los años 40 que destila una mala leche superior a gran parte de lo estrenado en las últimas décadas. Los personajes parecen los de un cuento, definiéndose en unos términos de bondad y de maldad absolutos; el protagonista no puede ser más buena persona, ni puede tener mejores intenciones, ella es una de las femme fatales más carnales, más creíbles del género, mientras que el novio de ella es un gángster en toda regla, y en el fondo, un tirado (ambos son, en realidad, de esa clase de gente cuya villanía carece de cualquier atractivo o “glamour”).
Destaca la participación de un G. Robinson alejado de sus papeles turbios, encarnando a un hombre de un patetismo sin límites. La película se recrea de manera casi enfermiza en ello, puteándole sin contemplaciones (en el fondo, una víctima de la soledad que únicamente quiere ser feliz). Su historia es la de la corrupción de un ángel, la inmersión de un ser inocente en el crimen, aferrándose al amor con tal de salir de su anodina vida. Se refleja muy bien las diferencias entre los tres mediante acciones y rasgos visuales, por ejemplo, la temática artística que recorre toda la narración (un reflejo del alma) enfrentada al materialismo de ellos, sin oficio ni beneficio. Lo del marido reaparecido ya directamente roza la comedia negra/absurda. La puesta en escena, funcional y eficaz, salvo el final con las luces parpadeantes y las voces fantasmales que atormentan la conciencia de nuestro hombre, casi adentrándose en el género de terror.
Imposible no sentir emoción ante el plano final, absolutamente desgarrador. Excepcional película.
Deseos humanos
Tras ser despedido, un ferroviario pide a su mujer que hable con un ejecutivo de la compañía (conocido de ella desde la infancia) para que le rehabilite en su puesto. Cuando descubre que el precio a pagar por ello ha sido un adulterio, decide matar.
Lang adapta a Émile Zola al estilo del cine negro estadounidense. Nuevamente el triángulo fatal; maquinista honrado que ha vuelto de la guerra, ferroviario violento y machista, y entre medias, mujer voluptuosa que se las sabe todas. Los personajes se encuentran aquí más matizados y tienen sus conflictos internos. Las turbulentas relaciones que establecen les acarrean unas consecuencias fatales e insospechadas. Él (Glenn Ford) intenta sentar la cabeza tras haber visto la muerte de cerca, pero es seducido por lo oscuro, por la mujer. Ella, con pocos escrúpulos, amenazada por el marido, utiliza a los hombres a su conveniencia. El otro bruto, un ser instintivo, animal, pero inteligente, tiene un sentimiento de posesión hacia ella, pero la necesita para vivir (el típico maltratador, vamos). El drama está servido.
Por otra parte, están los que son un mero recurso argumental (pagafantas del prota, amiguete y familia de éste) y que se limitan a cumplir su función. Transcurre la historia en el mundo de los trenes, los cuales tienen una presencia constante y por momentos perturbadora (viajes, maquinaria, vagones, raíles...), la larga introducción con que comienza la película nos mete de lleno de éste mundo. La puesta en escena hace uso de las sombras de rigor, revelando los momentos de violencia o de supuesta violencia en off. El final ocurre bruscamente, SPOILER... es amargo, por la muerte de ella y la desesperación de su asesino. Él, en cambio, se salva, escapa del estereotipo de pardillo en manos de la mantis religiosa de turno. Pero su futuro tampoco augura nada prometedor. Realmente, los dos hombres no son tan diferentes como parece.
Tal vez el final queda demasiado abierto y no ofrece muchas pistas, más allá de lo evidente en la situación, pero en general, una gran obra del género estupendamente contada y realizada por Lang.