Sintiéndolo mucho, con spoilers porque lo requiere. Gracias. Oicaxf, espero estar a la altura de tus expectativas. Con la mayor de las sinceridades como gran amante de Disney que soy.
(id, Chris Buck - Jennifer Lee, 2013)
"
Alguien debería decírselo".
Uno de los detalles más interesantes de este nuevo clásico Disney (porque todos los títulos acuñados por la empresa, sean de una calidad u otra lo son por regla publicitaria o por derecho propio) basado en el cuento de Hans Christian Andersen es que aquí no hay villanos con intenciones de acabar con el bueno de la película, ni malvadas madrastras que desean ver erradicadas de la faz del reino mágico a la princesa de turno porque ansían su belleza o porque los celos les dominan hasta tal punto de no poder reprimir sus instintos homicidas. Tan sólo es la razón de poseer un poder ilimitado y con la triste represalia de sucumbir a todo cuanto toca en un letargo helado sin posibilidad de redención lo que hace que dos hermanas estén distanciadas, separadas, sin poder estar juntas, unidas, en constante contacto como estuvieron en su juventud, los momentos más felices, los más inocentes y los más puros por así decirlo. La completa y redonda felicidad que destilan los primeros minutos donde Anna y Elsa comparten juegos a escondidas con la ayuda del poder de transformar el hielo y la nieve en parte (cotidiana) de la vida diaria es uno de los mejores y logrados momentos de la historia y es tan sólo la punta de un iceberg que guarda un entramado mucho más interesante de lo que pueda parecer.
Aquí la película versa sobre puertas que distancian a las personas y que a su vez prohíben el contacto entre dos hermanas que se quieren pero que deben estar separadas en todo momento para que el poder que produce dolor (y muerte) no aflore. Al igual que los guantes (mágicos en cierto sentido) son los que prohíben o frenan ese poder la soledad, la amargura, la pena y el secretismo toma forma de una forma (valga la redundancia) excelente siendo, para mi gusto, toda la primera parte de las tres que contiene la más interesante y la que logra aflorar y relucir el mejor trabajo de Disney en un constante intento de demostrar su valía y conseguir demostrar la madurez por la que está pasando la empresa. Porque el mimo, naturalidad y esmero con el que tratan un tema tan triste y adulto como es la de dos hermanas que viven en un mismo lugar pero se encuentran separadas sin poder entablar contacto durante tanto tiempo es perfecto, logrando su cometido de forma totalmente plausible (ver como Anna canta a Elsa que le haga un muñeco de nieve evocando a varios motivos como es el volver a revivir tiempos pasados, el construir algo que las mantenía unidas, el crear un personaje como Olaf que era uno de sus pequeños secretos es desgarrador y vivo al mismo tiempo).
La segunda mitad es la transición o puente para la última parte y que es la que juega con una vuelta de tuerca sobre el tema del amor verdadero. Sin ir más lejos sorprende que no se centre en el manido tema del amor enfocado en lo referente a pareja y matrimonio, el hombre y la mujer ideal para un reinado de perdices y felices sueños. Es algo mucho más esencial, más elemental, más básico y a su vez mucho más profundo. Y eso se agradece, que no acaben siendo los mismos de siempre pero sin perder la esencia de ser los mismos de siempre, que es a fin de cuentas lo que interesa en una producción animada Disney. Sin perder el canon, la constante y la frescura. Es donde el clásico enfoque de liberación a costa de un malentendido o incluso una frustración. Elsa cree que liberarse de las ataduras del secretismo es lo que la va a hacer libre. Crear su propio reino (su mundo) sirve para comprender que la soledad es aún mayor, un eslabón fundamental para poder entender que no hay nada como la familia si está bien avenida.
Pero aún hay más, porque esa liberación, desprendiéndose de las ataduras de palacio, de la familia, del protocolo, de la compostura, precisamente creyendo que de esa forma no hará daño a su hermana es una declaración de intenciones y una puesta en escena asombrosa (a las pruebas con la excelente canción me remito, construyendo un palacio de hielo, una especie de símil sobre la ausencia de amor o la incomprensión de lo que significa esa palabra). Incluso los momentos donde Elsa recurre a su poder para luchar por sus dominios frente a los soldados que la acosan pueden verse sin la necesidad de tenerla en cuenta como una villana cuando más bien es una persona "indefensa" por culpa del miedo.
Otro de los puntos fuertes es la interacción de los personajes. Primero y principal la frescura vital de Anna, la guerra de sexos entre esta y Kristoph, la familiaridad entre éste y Sven, la aparición de Olaf (del que hablaré a continuación) y la simbiosis made in Disney entre los dos protagonistas deparando una guerra de sexos fresca, para nada chirriante y jugando en todo momento con la sinceridad, la socarronería de la juventud y a su vez la paulatina entrega al amor pero no de una forma machacona o impertinente si no jugando en todo momento con las constantes y sin recurrir a clichés que podrían haber arruinado la función de un plumazo. Es el clásico "tienes delante de ti al amor de tu vida y prefieres creer que éste se encuentra en la primera persona que te ha prestado atención".
Está claro que Olaf es uno de los personajes más importantes de la película en cuanto a secundarios se refiere y que sirve como vínculo de unión entre Anna y su hermana, siendo ese muñeco de nieve la figura que representa esa infancia perdida por culpa de unos poderes que sobrepasan y que impiden una relación normal y formal. Olaf es consciente de ello y sirve como punto de inflexión. Siendo además un secundario que no molesta, todo lo contrario. Aporta, que es lo que realmente importa. Su comedia es fluida, es fresca, no recurre a chascarrillos tontos aunque calce algún chiste mil veces visto y oído pero que en boca de él resulta ingenioso y juega en todo momento con la complicidad del espectador ("
sí, ¿por qué?"). Pero es algo más que un secundario gracioso que afloja la tensión de los momentos cargados emocionalmente, como bien demuestra su canción, una de las más divertidas tanto en forma como en fondo, si no que es una pieza clave en el entramado sobre lo que implica un sacrificio a riesgo de perder la vida (como bien muestra la escena de la chimenea). De ahí que para mi gusto es uno de los mejores aciertos de "Frozen, el reino del hielo".
Así como la película tiene muchísimos valores cinematográficos y un entramado muy bien trabajado se me antoja que tiene ciertos elementos que le restan algunos puntos (o más bien no la hacen tan redonda y perfecta como a mi me hubiese gustado). Como son esos trolls que entorpecen el entramado. Intento comprender que son la parte que sirve para que Anna abra los ojos y vea que Kristoph es alguien más. Pero es como si toda esa historia fuese un añadido forzado o carne de spin-off. Al igual que las canciones, potentes, brillantes y de conseguido resultado, están demasiado juntas, sin dejar que fluya el ritmo o que los diálogos sean los protagonistas. Soy consciente también que Disney sin canciones ya no es Disney pero un poco más separadas en metraje y sin tanta continuidad le hubiese ido muchísimo mejor pues aunque las canciones, en más de una ocasión, lo dicen todo no es necesario e imprescindible que una canción sustituya un diálogo. Cada cosa a su tiempo. Al igual que en la parte central sufre cierta arritmia que lo único que consigue es forzar que el tercio final sea demasiado precipitado o que no ha tenido el suficiente tiempo como para aposentarse y tomar constancia de sí mismo.
Pero no quiero centrarme en ellos pues precisamente aún viéndolos y reconociéndolos no me adolecen el metraje ni me son piedra de tropiezo en una película que toma forma en un nuevo camino para la empresa, aposentándose como un nuevo resurgimiento, un nuevo enfoque y jugando con la materia prima que tantos éxitos le ha deparado pero empleando nuevas técnicas y nuevos formatos. Con personajes de diseño estilizado y de exquisita facturación (aunque el estilo y la técnica guarde cierto paralelismo con "Enredados"), "Frozen, el reino del hielo" es una vuelta a los cuentos clásicos trasladados a la gran pantalla bajo el filtro siempre potente, siempre eficaz y siempre candoroso de un Disney en estado de gracia permanente. Porque el último tercio, el que guarda la esencia de lo que realmente representa el amor en una de sus tantas virtudes, es el que conforma la guinda de un pastel de color de rosa pero con un regusto maduro que juega en la liga de los grandes clásicos por derecho propio.