Pero es que, Rafalet, Disney jamás podrá dejar a un lado u olvidarse por completo de su estereotipo más económico/fructífero en relación taquilla espectador. El tema princesas le da unos dividendos muy jugosos.
Pero es que nadie dice que Disney deje de hacer pelis de princesas. Es normal que las siga haciendo, teniendo en cuenta que algunos de sus mayores éxitos artísticos y económicos pertenecen al grupo de los cuentos de hadas. Y yo me alegro muchísimo de que Disney haya rescatado el género después de algunos años de declive.
Pero hacer pelis de princesas no implica perpetuar los estereotipos femeninos de antaño. Se pueden contar miles de historias protagonizadas por personajes femeninos sin necesidad de que haya príncipes encantados de por medio.
Desde hace algún tiempo, para medir la relevancia de los personajes femeninos en cine y televisión, se utiliza una herramienta denominada test de Blechdel, el cual se utiliza para detectar los personajes femeninos son verdaderamente entes independientes por sí mismos o si, en el fondo, siguen siendo accesorios de los personajes masculinos. Para aprobar dicho test, es imprescindible cumplir tres requisitos:
1) tienen que haber al menos dos personajes femeninos
2) éstos tienen que compartir escenas y hablar entre ellos
3) tienen que hablar de algo que no sea un hombre.
Por mucho que Disney lleve décadas intentando adaptar los roles femeninos a los nuevos tiempos, cuando te pones a analizarlas con lupa, muchas de esas protagonistas independientes y autosuficientes no pasarían el test de Blechdel porque al final sus éxitos siempre se miden en función de si conquistan o no conquistan al príncipe. Rafalet lo ha expuesto perfectamente con sus ejemplos tomados de
La Bella y la Bestia y
Tiana y el sapo. Películas que intentaban dar un paso adelante pero que al final acababan traicionando su coherencia interna volviendo a lo mismo de siempre. Cosa, por otra parte, de lo más lógica: dejar atrás las viejas tradiciones es muy difícil, y para cambiar el chip por completo se necesita dar muchos pasitos intermedios.
Como bien ha dicho Rafalet,
Frozen no es la primera peli Disney que intenta desmontar los estereotipos tradicionales, pero, posiblemente, sea la que supere con más éxito el test de Blechdel, y por varias razones:
1) La trama principal de la película es la relación entre dos mujeres. Sí es cierto que existen subtramas románticas, pero están subordinadas a la principal.
2) Las fantasías amorosas de Anna no son más que una manera de llenar el vacío que le quedó tras la muerte de sus padres y el aislamiento de su hermana. Más avanzada la película se descubre que todos esos sueños de amor eterno y príncipes azules no son más que una gran mentira, desmitificando así el tipo de historias de amor que antaño solían fagocitar este tipo de cuentos.
3) Los personajes masculinos están para reforzar a los femeninos, y no al revés. Por ejemplo, el personaje de Kristoff sirve para enriquecer y complementar la historia de Elsa. Al igual que la reina de las nieves, es un personaje asocial, de buen corazón, pero que escoge voluntariamente la soledad, como mecanismo de protección ante los frecuentes daños emocionales derivados de la vida en convivencia. Cuando los trolls les cantan el
Fixer Upper a Kristoff y a Anna, están haciendo mucho más que simplemente intentar juntarlos como pareja: están revelando el conflicto principal entre las dos hermanas y cuál debe ser su solución: todos somos imperfectos, pero todos podemos mejorar si nos dejamos ayudar por las personas que nos rodean. Hasta que Elsa no comprenda eso, no se podrá resolver el conflicto.
4) Por mucho que al final Anna acabe con Kristoff, el gran final feliz de la película es que las dos hermanas superan sus diferencias. Lo de Kristoff no es más que un bonus, un añadido a ese final feliz, pero no deja de ser algo muy secundario. Aquí el tipo de amor que se celebra es el amor fraternal, entre familiares y amigos.
Claro que, a primera vista,
Frozen no se diferencia tanto de otras pelis de princesas. Porque los arquetipos, los escenarios, los temas, los elementos y las tramas siguen siendo los mismos de siempre. Pero eso es quedarse en la superficie. La diferencia la marcan los pequeños matices. Y esos son los que nos llevan a aplaudir una película que conserva lo mejor de los clásicos añejos a la vez que parece anunciar una nueva generación de princesas Disney 100% acordes con el rol de la mujer en los tiempos que vivimos.