POP
Enric González
El final estaba maldito desde que alguien, supongo que un publicista a sueldo, colgó junto a su nombre el letrero de "rey del pop". El "pop", trasunto cultural de la producción en cadena y de la sociedad de consumo, concede a sus elegidos todos los bienes del mundo: riqueza, influencia, oleadas de veneración colectiva. Exige a cambio todos los bienes de la persona.
El acuerdo fáustico debe parecer satisfactorio en el momento de la firma: al fin y al cabo, ¿qué son los bienes de una persona, comparados con el mundo? No hablamos de territorio bíblico ni de tentaciones del desierto en un marco de trascendencia y de valores inmortales, sino de vida a secas, de tiempo que se esfuma, de gloria popular o anonimato íntimo. La elección está cantada.
Quienes firman conocen el precio. Tal vez no en ese momento, pero sí al cabo de poco, cuando se pagan los primeros anticipos: no, elegido insigne del "pop", tú no eres tuyo, eres nuestro. Perteneces al mercado, a nosotros que pagamos y tenemos derechos sobre ti. Ni vida privada ni derecho de réplica. Esto es el "pop".
Han de saber, por fuerza, que el final será tremendo. El "pop" acaba de cobrar su parte del contrato en el momento de la muerte. Para el elegido ya no cuentan las riquezas mundanas; para al "pop", en cambio, llegan las plusvalías: una vida completa, como un paquete cerrado, que se abrirá ante los ojos del mercado.
Incluso alguien como Michael Jackson, paradigma de la vida consagrada al "pop" desde la infancia, tenía que ser consciente de que le faltaba la subida póstuma al escenario. Subió el cadáver de Elvis, subirá el cadáver de Madonna, sube ahora el de Jacko para el moonwalk final. Exhíbete, elegido: lo queremos todo sobre el demerol, la morfina, el sufrimiento, la angustia. Lo queremos todo sobre tus sentimientos y tus fracasos íntimos. Queremos autopsias y revelaciones sensacionales. Queremos asegurarnos de que eras un monstruo. Queremos descubrir que aún tenías aspiraciones, que aún esperabas rebañar alguna satisfacción a tu existencia.
El "pop" somos nosotros y eres nuestro.
El País