A la supuesta manipulación, encapsulamiento, de la declaraciones de Mónica López, la activista periodista de tve, en su entrevista a Mónica García en la que parecía no entender cómo los madrileños votaban a ayuso, le siguió de inmediato su corrección y la consecuente petición de disculpas por aquellos de derechas que hicieron de transmisores. En este caso no he visto, de momento, ni uno al contrario, lo cual no me sorprende, porque no dejo de ver socialistas con ataques claros de ansiedad, cuadros de estrés postraumático, colapsos espasmódicos y desorientaciones de gente desvariada. La anticipación probable, e inimaginable en su imaginario imaginado, de un descalabro, ha hecho que en su país de las maravillas el relojero se haya comido al gato, la reina haya ardido con todo su reino, el conejo se haya convertido en rata y a Alicia le haya salido chepa. Y les estalla la cabeza. Y disparan a todo, aterrorizados porque todos son monstruos. A la nubes del cielo, a las sombras del bosque, a la oscuridad de la noche. A hombres, mujeres y niños. A los inocentes los culpan. A los culpables los inocentan. No. No. Esto ya te lo hacían sin volverse locos. A lo mejor sólo se les ha desarrollado una enfermedad que era genética a su ideología. A saber.
El caso es que no se disculpan porque los comunistas piensan, como siempre hacen, en la mansedumbre y apocamiento de su rebaño y que cualquier cencerro sirve para moverlo. Cualquier tergiversación o mentira compensa porque es por su bien. Cualquier individuo del rebaño cree que mentir por el bien del rebaño está justificado y ayudan a transmitir la mentira y así es como funciona el comunismo. El individuo haciendo cosas por el rebaño a sabiendas de que son mentira pero creyendo que son buenas. El que dice, a sabiendas de que manipula, que Almeida afirma que es fascista, sabe que es mentira, pero cree que es bueno decirlo a su rebaño. Y por eso, a estas horas, nadie rectifica, porque es el tiempo de sacar el rebaño a pastar.