INGMAR BERGMAN, el post.

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15. Filmografía

1. Saraband (2003) (TV)
2. Bildmakarna (2000) (TV)
3. Larmar och gör sig till (1997) (TV) ... En presencia de un clown
4. Sista skriket (1995) (TV)
5. Backanterna (1993) (TV)
6. Markisinnan de Sade (1992) (TV)
7. Dokument Fanny och Alexander (1986)
8. Karins ansikte (1986)
9. Två saliga, De (1986) (TV)
10. Efter repetitionen (1984) (TV) ... Después del ensayo
11. Hustruskolan (1983) (TV)
12. Fanny och Alexander (1982) ... Fanny y Alexander
13. Aus dem Leben der Marionetten (1980) ... De la vida de las marionetas
14. Fårö-dokument 1979 (1979) (TV)
15. Höstsonaten (1978) ... Sonata de otoño
16. Serpent's Egg, The (1977) ... El huevo de la serpiente
17. Ansikte mot ansikte (1976) ...Cara a cara
18. Trollflöjten (1975) ...La flauta mágica
19. Misantropen (1974) (TV)
20. Scener ur ett äktenskap (1973) ...Escenas de un matrimonio
21. Viskningar och rop (1972) ... Gritos y susurros
22. Beröringen (1971) ... La carcoma
23. Fårödokument 1969 (1969) (TV)
24. Passion, En (1969) ... Pasion
25. Riten (1969) (TV) ... El rito
26. Skammen (1968) ... La vergüenza
27. Vargtimmen (1968) ... La hora del lobo
28. Stimulantia (1967)
29. Persona (1966) ... Persona
30. För att inte tala om alla dessa kvinnor (1964) ... Por no hablar de esas mujeres
31. Tystnaden (1963) ... El silencio
32. Nattvardsgästerna (1963) ... Los comulgantes
33. Drömspel, Ett (1963) (TV)
34. Såsom i en spegel (1961) ... Como en un espejo
35. Djävulens öga (1960) ... El ojo del diablo
36. Jungfrukällan (1960) ... El manantial de la doncella
37. Oväder (1960) (TV)
38. Ansiktet (1958) ... El rostro
39. Rabies (1958) (TV)
40. Venetianskan (1958) (TV)
41. Nära livet (1958) ... En el umbral de la vida
42. Smultronstället (1957) ... Fresas salvajes
43. Herr Sleeman kommer (1957) (TV)
44. Sjunde inseglet, Det (1957) ... El séptimo sello
45. Sommarnattens leende (1955) ... Sonrisas de una noche de verano
46. Kvinnodröm (1955) ... Sueños
47. Lektion i kärlek, En (1954) ... Una lección de amor
48. Gycklarnas afton (1953) ... Noche de circo
49. Sommaren med Monika (1953) ... Un verano con Mónica
50. Kvinnors väntan (1952)... La espera de las mujeres
51. Sommarlek (1951) ... Juegos de verano
52. Sånt händer inte här (1950)
53. Till glädje (1950)
54. Törst (1949) ...La sed
55. Fängelse (1949) ... Prisión
56. Hamnstad (1948) ... Una mujer libre
57. Musik i mörker (1948) ... Noche eterna
58. Skepp till Indialand (1947) ... Barco a la India
59. Det regnar på vår kärlek (1946) ... Llueve sobre nuestro amor
60. Kris (1946) ... Crisis
 
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Johan, Marianne .... y Anna

Antecedentes


La reciente emisión por televisión de la última película de Ingmar Bergman, Saraband, en la que retomaba a los dos personajes de su película Escenas de un matrimonio para mostrarlos varias décadas más tarde en su nueva situación personal y anímica, enfrentados a nuevos problemas, y la publicación en nuestro país de la película precedente en formato DVD, me han impulsado a revisar ésta última y tratar de preparar un análisis de ambas aprovechando la circunstancia.

Por otro lado, y después de vista, considero que Saraband constituye solo marginalmente una continuación de la primera ya que, salvo los dos personajes que aparecen en ambas y la estructura en forma de capítulos, los problemas presentados son diferentes, centrándose más en las relación paterno filiales que en la evolución natural de la pareja a lo largo de los años transcurridos, lo que de cualquier forma no le quita valor a la experiencia, tan solo confunde las posibles expectativas.

Trataré, pues, de analizar las dos películas de forma independiente comenzando por la más antigua.
 
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Escenas de un matrimonio

Han tenido que pasar demasiados años para poder apreciar en todo su esplendor una magnífica película, como es Escenas de un matrimonio, que las primeras veces que pude verla me pareció algo irregular. Ahora, con más tranquilidad y a pesar de un poso negativo provocado por un recuerdo que, querámoslo o no, influye en el juicio, he vuelto a ver una película que, esta vez sí, me ha parecido espléndida.

Puedo entender que en su momento me pareciera menos redonda que ahora ya que en aquellos momentos la película duraba veinte minutos menos de los que he podido disfrutar ahora, y esos desequilibrios que notaba podrían haberse justificado en ciertas carencias que aún existen pero que ahora se me antojan menos importantes.

A lo largo de su carrera Bergman siempre ha tenido muy presente la relación entre las parejas y salvo en una época muy concreta en la que su cine se ocupaba de reflexiones más metafísicas este tipo de relaciones ha sido el eje sobre el que ha girado la mayor parte de su obra. Podríamos decir que la pareja ha sido una de sus obsesiones como cineasta. Sin embargo en ninguna película como en ésta sus planteamientos han sido tan explícitos, es como si hubiera decidido realizar un resumen de sus obsesiones sobre el tema y recogerlos en un vademécum que sirviera para establecer de una vez sus ideas.

La película original constaba de seis capítulos de cincuenta minutos cada uno rodados para la televisión, de forma que se planteaba la historia de la pareja en forma de serial en un formato que permitía digerir las vicisitudes de la pareja entre capítulo y capítulo. Posteriormente el propio Bergman realizó para el cine una adaptación de la serie reduciéndola a 168 minutos, algo más de la mitad del metraje original, para lo que eliminó escenas y personajes completos que, sin duda, le conferían otras características, pero que fue pensada por el propio director con el fin de mantener las ideas básicas que sobre la pareja pretendía plantear. Para ello se quedaron en el tintero secuencias de gran trascendencia, como un embarazo en los primeros capítulos que termina en aborto provocado, lo que sin duda modifica las relaciones del matrimonio, una sesión teatral de Casa de muñecas, de Ibsen, previa a una conversación que intenta de clarificar la situación del matrimonio, o una conversación de Marianne con su madre en los últimos capítulos que podría centrar de algún modo su personaje.

La actualmente editada en DVD corresponde con la versión cinematográfica “oficial”, a diferencia de la que había podido ver anteriormente con una duración total de unos 145 minutos, es decir aún más acortada y no precisamente por su responsable. En ella se respetan básicamente los capítulos de la serie aunque, lógicamente, con duración diferente a la original e incluso entre ellos.

Inocencia y pánico


La película comienza con una sesión de televisión dentro de la televisión, los protagonistas, profesionales de la burguesía media, son entrevistados en el primer capítulo para un programa dedicado a familias ejemplares, su planificación es estrictamente la correspondiente a un programa de este tipo con un largo plano medio de los protagonistas respondiendo a un cuestionario frente a la cámara, interrumpido en pocas ocasiones por un inserto de la entrevistadora. Sus mutuas miradas de apoyo, su nerviosismo son los que corresponden a una entrevista real. Curiosamente es el único momento en toda la película en el que aparecen físicamente las hijas de ambos en una toma preliminar extremadamente corta, pues a partir de ese momento solo aparecen en las conversaciones de ambos, es como si realmente desaparecieran de la escena.

Esa primera entrevista de presentación de los protagonistas es, en realidad, una representación para un programa, en ella se remarca lo externo, lo superficial de un matrimonio aparentemente ejemplar. Todo es felicidad y todo es apariencia, como corresponde a un programa de televisión. Incluso sus propios protagonistas parecen creerse lo que muestran.

De la idílica escena inicial se pasa bruscamente a una de las más interesantes secuencias de la película, una cena de ambos con un matrimonio amigo donde Marianne y Johan comentan las circunstancias de la entrevista. En esta ocasión se les ve más relajados, pero la impresión es la misma, son un matrimonio ejemplar que disfruta de su felicidad bromeando con ella y exhibiéndola ante sus amigos. Poco a poco la escena, rodada en principio con planos medios alternando a sus personajes de dos en dos, va aumentando de tensión, la relajación inicial va convirtiéndose en una educada pelea con la pareja amiga de protagonista que, suavemente ayudada por la bebida, acaba derivando en una batalla campal, donde las ironías dejan paso a los sarcasmos y de ahí al insulto

Todo esto ocurre ante la patente incomodidad de los anfitriones quienes desde su atalaya contemplan cómo aflora toda la sordidez contenida en las relaciones de sus amigos sin librarse tampoco de alguna insinuación burlona sobre su propia supuesta felicidad que no parece muy creíble a los ojos de la otra pareja. Esta deriva se apoya en una magnífica realización a base de primeros planos donde los rostros y sus expresiones son vitales en esta catarsis colectiva.

Tras la marcha de los amigos y en un epílogo muy ilustrativo, Johan y Marianne comentan la situación mientras recogen la vajilla y hablan de sus relaciones casi idílicas en contraste con la de sus amigos, pero Bergman rueda casi toda la escena mediante planos medios y cortos, con sus dos protagonistas incluidos el encuadre de espaldas a la cámara, como negando con las imágenes lo que se expresa con las palabras. Este primer capítulo, es clave para la película, pues en él se exponen claramente las líneas de pensamiento del director sobre la hipocresía de las relaciones de sus protagonistas.

El arte de esconder bajo la alfombra


En el segundo episodio se nos muestra a los mismos personajes en su vida cotidiana y se empieza a traslucir lo que en el primer capítulo se insinuaba, el artificio que se encuentra en la base de su matrimonio, excesivamente estructurado en sus compromisos con su entorno social, su familia. Sus madres aparecen, sin mostrarse físicamente solo a través de conversaciones, como elementos conductores de sus vidas. Es ella la que aparentemente trata de rebelarse contra esa situación aunque su intento se frustra por el chantaje moral que su madre ejerce sobre ella, y aquí se empieza a observar cómo Johan elude responsabilidades, pareciendo no estar interesado en romper un entramado que le permite una vida estable.

También en ese momento se insinúa la eventualidad de una doble vida de Johan que pone en cuestión esa teórica felicidad que se había mostrado con una posible infidelidad del mismo. En el mismo plano en el que ambos, sentados en la escalera, acaban de hacer una declaración de aceptación resignada de su realidad social, con la cámara acercándose a sus rostros, y después de bromear con la remota posibilidad de una infidelidad, ella le propone acompañarle a la ciudad y desaparece de la escena dejándole a él solo y evidentemente contrariado. En ese instante sin cambiar de plano mediante un sencillo movimiento de la cámara mostrando su mano, alcanza el teléfono se lo acerca y tras abortar un principio de llamada vuelve a dejarlo en su sitio, como si al haber compartido el encuadre por ambos no se atreviera a utilizar ese espacio común para llamar a alguien que podría romper su estatus.

Por otro lado sus relaciones de trabajo les ponen al descubierto alguna de sus carencias en dos admirables secuencias. Por un lado él habla con una compañera de trabajo y amiga desde la época de estudiantes que le recuerda las falsas expectativas que entre sus compañeros se habían creado sobre su capacidad intelectual y, por otro lado, ella se ve enfrentada con la lúcida valentía de una mujer a quien no le importa romper con su entorno y su vida cómoda al comprobar la ausencia del amor en su matrimonio.

Concretamente, en este último encuentro, Marianne está escuchando con un cierto distanciamiento las razones que le da su cliente para justificar su resolución de divorciarse, mostrándola en breves insertos que interrumpen la planificación en primer plano en que su cliente va exponiendo sus impresiones, pero en un cierto momento la cámara pasa rápidamente de la mano de su cliente, quien está explicando la progresiva sensación de pobreza en sus sensaciones, incluso táctiles, al rostro de Marianne, en un gran primer plano que relaciona esas impresiones explicadas por su cliente con sus propios sentimientos.

En la última escena de este segundo capítulo, ambos vuelven a casa tras una representación teatral de Ibsen y comienzan a hablar de sus antiguas ilusiones y de la forma en que sus relaciones físicas han ido evolucionando. Se observa que no todo es tan maravilloso como parecía y que las sombras del desencuentro están presentes aunque voluntariamente ocultas para no perjudicar la conformista situación en la que viven. Cuando la conversación parece avanzar hacia una toma de conciencia de su realidad, con planos individualizados cada vez más cercanos buscando la verdad de cada uno, retroceden, se autocensuran y vuelven a aparecer juntos en el plano compartiendo ambos, de este modo, la responsabilidad de su falta de coraje. Al final todo concluye con la aceptación resignada de un nuevo desencuentro físico .

Paula


El tercer capítulo es el núcleo de la película, en él estalla por fin la situación. La engañosa armonía, cada vez más cuestionada por el espectador, se rompe definitivamente. Esta quiebra es nocturna como si quisiera ocultarse a los ojos del mundo. Desde este momento y hasta el final de la película solamente aparecen los dos protagonistas, nadie más interviene físicamente aunque, por supuesto, sí que existen e influyen, pero para el director son únicamente accesorios que tienen como único propósito el ver su reflejo en el comportamiento de los protagonistas. La pareja es lo que importa, las circunstancias solo sirven para matizar su comportamiento.

Tras la llegada de Johan por la noche a la casa de campo donde se encuentra Marianne y en un primer bloque de tres únicos planos medios con gran movilidad interna, se esboza la situación como si se tratara únicamente de una llegada inesperada, sin otra razón que la de adelantar su estancia en el hogar. Marianne, alegre, le ayuda en la preparación de una improvisada cena y se sienta con él a esperar que coma algo tras encender dos velas a todas luces inútiles bajo el punto de vista práctico de iluminación. Quiere celebrar la llegada tras una insinuada discusión telefónica del día anterior de la que se encuentra arrepentida. ¿Acaso se teme algo?. ¿Es posible que, siendo en el fondo consciente de la falta de sinceridad de sus relaciones, esté temerosa de que algo pueda ocurrir?

Pronto la planificación cambia radicalmente, del plano medio pasa al plano corto, los rostros de los protagonistas cobran de nuevo protagonismo en una conversación en la que el recurso plano/contraplano está matizado por la aparición permanente de la cabeza de uno en el espacio cinematográfico del otro, no existe un solo primer plano nítido, no hay limpieza de encuadre. En la conversación Johan plantea la ruptura de sus relaciones confesando haberse enamorado de otra mujer, ante la mirada expectante de Marianne. Ella no reacciona como si se sintiera agredida o engañada, sino más bien como si hubiera llegado aquello que temía que ocurriera. La conversación termina de forma más o menos brusca, tras apagar las velas que había encendido hacía poco tiempo.

Un tercer bloque de planos medios de larga duración, similar al primero pero con mucha menos agitación interior nos muestra a los protagonistas yendo a la cama para descansar. La conversación se hace de nuevo convencional, los temas son el equipaje, los trajes, las ocupaciones del día siguiente. Parecería como si no hubieran hablado de un tema tan crucial como el comentado, los protagonistas se mueven en el plano de una manera cotidiana, incluso sonriendo, como continuando esa representación a la que tan acostumbrados se encuentran. Esta planificación concluye con un rápido acercamiento de la cámara al rostro angustiado de Marianne al conocer que Johan va a desaparecer durante al menos siete u ocho meses totalmente de su vida. Sobre su rostro en pantalla Johan empieza a sincerarse y a mostrar sus verdaderos sentimientos y ante la vuelta defensiva de Marianne a los temas puramente organizativos de la disolución de su relación (ingresos, pensión, etc) Johan estalla diciéndole, en una planificación llena de nerviosismo interno, todo lo que le molesta esa vida llena de comedia de formalidades y de convenciones que han llevado juntos.

A partir de ese momento la planificación, en paralelo con las relaciones entre ellos, se tranquiliza de nuevo y se mezclan de forma muy inteligente el plano medio que sigue los movimientos de Johan por la habitación con insertos de Marianne en la cama. Tras un nuevo intento de relación amorosa bastante fallido realizado en aras “de su vieja amistad”, acaban durmiéndose uno en brazos del otro.

Al día siguiente despiertan con las manos entrelazadas pero todo ha acabado. Los intentos finales de Marianne por retener a Johan, tras el ritual de unos gestos y conversaciones cotidianos, son inútiles. Bergman filma estos momentos con la aparente naturalidad de la situación, sin apenas tensión, como si fuera el desayuno de un día cualquiera. Al final, y tras quedarse sola, Marianne se derrumba al conocer que casi todos sus amigos conocían la aventura de Johan y nadie se lo había dicho. Ciertamente que los reproches son para el mensajero, no acaba de comprender que el problema estaba en ellos mismos. De nuevo el desasosiego y el dolor aparece en un largo gran primer plano sostenido de Marianne hablando por teléfono con un amigo, terminando así el capítulo.

Valle de lágrimas


Los tres apartados siguientes son tres encuentros posteriores de los protagonistas tras su desavenencia distanciados en el tiempo, en los que se muestran la decadencia de la relación entre Johan y Paula, el encuentro para tratar de resolver los trámites para el divorcio y, finalmente, la aceptación de una situación donde la madurez parece haberse establecido en sus relaciones. En todos ellos se produce una relación física amorosa entre ambos, relación de diferente sentido en cada una de ellas y filmada de forma diferente.

En el capítulo cuarto, esa relación es oculta, dubitativa, no se muestra, es deseada pero al mismo tiempo temida por parte de Marianne quien está tratando de resolver su situación sentimental y teme reincidir en su relación pues las heridas son demasiado recientes. Esta fase, a partir de un plano de agitado movimiento interno mostrando la zozobra de Marianne antes de abrir la puerta, está filmada de una forma bastante ortodoxa, comenzando con una planificación serena, sin altibajos y sin choques, en planos medios y fijos, mostrando a los dos protagonistas sentados uno junto al otro en un sofá, como si la visita de Johan fuera la de un simple conocido. Pronto la cámara se acerca a sus rostros, al mismo tiempo que ellos también los aproximan, indicando un grado de intimidad recuperada, pero todo se interrumpe volviendo a la cena en un elemental juego plano/contraplano tan convencional como su conversación.

Sin embargo, mientras a Johan se le muestra en plano medio, a Marianne se le acerca la cámara, hasta que, al entrar en temas más personales como la propuesta de divorcio, se nos muestra también a Johan en primer plano para terminar, al finalizar la cena, volviendo a una toma media conjunta de ambos, donde Marianne, acercándose, besa a Johan, que queda entre sorprendido y satisfecho.

Ya, tras la cena y en una continuación de la conversación, la planificación cambia, utilizando la alternancia de nuevo entre plano y contraplano pero implicando a cada uno de ellos con su aparición en el encuadre correspondiente al otro, al pasar de los temas personales a los temas más íntimos. Todo parece insinuar que la atracción vuelve a adueñarse de ellos y que pueden volver a retomar el hilo de unas relaciones afectivas, sin embargo, esa planificación se interrumpe de nuevo con el bostezo de Johan, captado de nuevo en plano medio como al principio de la visita, hasta que poco a poco vuelven a confluir en el mismo plano cuando Johan trata de aproximarse sensualmente a ella.

Es en esa escena cuando se violenta la escritura cinematográfica más clásica, en el momento en que los rostros de ambos, tendidos en la misma, se juntan en un primer plano mientras ella le explica angustiada sus reservas a volver a tener relaciones sexuales con él para evitar una indeseada recaída emocional, y que termina en un brusco movimiento de incorporación poniendo fin al intento. De nuevo reaparecen los planos medios, aunque algo más cercanos que en la situación anterior, que vuelven a aproximarse al rostro de ella cuando, sobre imágenes de un álbum de fotos, comienza a abrir ante él sus frustraciones y sus pensamientos leyéndole su diario y una vez más un alejamiento de la cámara, refleja la triste certeza de que a Johan no le interesan demasiado las intimidades de Marianne, pues se ha quedado dormido mientras ella leía.

La despedida los pone a ambos frente a frente mientras hablan de temas puramente cotidianos con poco contenido emotivo, pero esa es una despedida frustrada que termina con la vuelta de Johan y la consumación de una relación que es no mostrada por Bergman en una elipsis, ocultándola, como rechazando la idea. Finalmente Johan se despierta alterado por la noche y decide marcharse. En planos cortos se muestra la definitiva marcha tras la incómoda aparición de una carta enviada por Paula a Marianne y que irrita a Johan. La puerta se cierra en fuera de campo sobre un gran (en forma y en contenido) primer plano del rostro pensativo de Marianne.

Analfabetos


El siguiente capítulo comienza siendo un poco la antítesis del anterior. Ya desde un principio muestra las diferencias producidas en los protagonistas a lo largo del tiempo transcurrido, a ella se le ve relajada mientras él se encuentra notoriamente incómodo ante la necesidad de realizar conjuntamente los trámites del divorcio. De nuevo en plano medio, pero esta vez ante una mesa de despacho en lugar del sofá anterior, ambos hablan de dichos trámites hasta que la conversación va derivando a temas más íntimos, con la cámara aproximándose a sus rostros. Es él quien sirve las bebidas, a diferencia del capítulo anterior, y su traslado desde la mesa hasta un sofá acentúa las disparidades, pues el nuevo lugar, retratado otra vez en planos medios, resulta frío, poco acogedor.

Marianne, sin complejos ni reticencias, trata de seducir a Johan y así se lo dice, y ambos hacen el amor encima de la alfombra, en contraposición con lo sucedido en la alfombra de su casa donde ella se negaba, y lo hacen claramente, sin ocultación por parte del director, como si toda reserva en Marianne hubiera quedado olvidada en ese tiempo. Poco después volvemos al prosaísmo, de los papeles del divorcio, contemplado a media distancia y reaparecen las tensiones por la ausencia de interés de Johan en darles un rápido despacho, poco a poco los planos vuelven a acercarse a los rostros pero, a diferencia de otras ocasiones, las discusiones ya no son íntimas sino simplemente personales, referidas a las hijas y a sus gastos.

Significativamente cuando, en otro gran primer plano, la cámara se aproxima al rostro de Johan, mientras habla refiriéndose a temas más hondos y más esenciales para él como es el desconocimiento que tenemos sobre nuestras almas (analfabetos emocionales), la exposición termina con un bostezo de Marianne equivalente al de Johan en el capítulo anterior a lo que él reacciona molesto, a diferencia de la comprensión mostrada por ella en la escena equivalente. Otra vez el ambiente se enfría y desde la distancia el espectador escucha el relato de sus desventuras laborales que Johan comenta en un tono entre irritado y hastiado para terminar planteando sus fracasos personales con la cámara en primer plano.

La planificación vuelve a cambiar cuando sentados el uno frente al otro analizando sus sentimientos el director utiliza de nuevo el plano/contraplano, pero esta vez con desde un punto de vista meno cercano, donde implicación de ambos en los temas que discuten vuelve a ser expuesta con la aparición de la pareja en cada uno de los encuadres. Sin embargo la cámara se ha separado, el análisis de los sentimientos es más distanciado y el terrible rosario de reproches van surgiendo en la conversación se hace de una forma llena de emotividad pero con la lúcida crueldad de quien, apoyado por la abundante bebida que ha ido acompañando la escena, decide soltarse los demonios interiores para evitar que sigan dañándole. A medida que las acusaciones y las miserias expuestas van subiendo de tono, la cámara se aproxima a sus rostros de forma clara hasta que, con un brusco movimiento, tras un puñetazo de Marianne en la mesa, se vuelve a separar de los personajes quienes alterados se agitan dentro de sus planos como encerrados en ellos, encerrados en su propio ser.

Más adelante, cuando Marianne le muestra que adivina sus verdaderas intenciones de tratar de evitar el divorcio, la conversación vuelve a suavizarse y en planos cortos alternados se van desgranando los verdaderos sentimientos de Johan, desdiciéndose de lo anteriormente expresado, pero ya es tarde y cuando Marianne intenta marcharse en un taxi, Johan, muy tocado ya por sus sentimientos y por el alcohol, trata de impedirlo incluso por la fuerza, golpeándola en su agresiva frustración en una planificación magistral donde la fuerza y la tensión contenida en solo un par de planos demuestra cómo un gran director acompañado de un buen fotógrafo y unos actores de categoría no necesitan de un montaje complejo para transmitir agitación y violencia.

La escena termina tras la asunción por parte de ambos de lo ocurrido y tras la firma de los correspondientes documentos del divorcio. Si el capítulo Paula es el nudo de la película, este durísimo capítulo es el análisis más crudo de la vida matrimonial y de los ambiguos sentimientos que confluyen en los personajes.

En plena noche en una casa a oscuras


Han pasado varios años cuando se desarrolla el último episodio, epílogo de la película. La situación de sus personajes se ha estabilizado y han asumido su fracaso olvidándose de él en sus nuevas vidas por separado. Han madurado y son capaces de encontrarse sin reproches y con afecto.

Aprovechando las ausencias de sus actuales cónyuges deciden encontrarse de nuevo coincidiendo con el vigésimo aniversario de su boda y lo quieren hacer en aquella casa de campo donde se decidió su ruptura impulsada, aunque no motivada, por la aparición de Paula. Sin embargo la carga emocional del lugar es alta y deciden pedir a un amigo otra casa donde pasar el fin de semana. Ese nido de amor resulta estar, como sus vidas, lleno de trastos y de obstáculos que deben retirar antes de pasar unos momentos felices.

A partir de la limpieza, ambos conversan en una larga conversación rodada en planos muy cortos, con una luminosidad cálida de la chimenea que acompaña la naturalidad con que son capaces de hablar de sus vidas y de sus problemas en una asunción de su pasado común. Tras dicha conversación, y de nuevo elípticamente, hacen el amor, pero esta vez la elipsis tiene otro sentido aparentemente distinto, no es ya de ocultación de algo que no se desea realmente, como en el capítulo cuarto, sino más bien se presenta como un acto consecuencia natural de una situación que ya no supone para ellos nada traumático. Simplemente no se le da importancia.

Pero al alba, a esa hora tan querida por Bergman para la aparición de los fantasmas internos, Marianne se despierta sobresaltada por una pesadilla. Angustiada se levanta agitadamente ante la mirada de Johan, quien le acoge y hace que le explique su sueño, que tiene que ver con la imposibilidad de seguir con él y con sus hijas y de la inseguridad que ello le supone. No todo está cicatrizado, aunque en una nueva conversación, en un largo primer plano con ambos rostros juntos, Johan le tranquiliza haciéndole comprender que su amor, el amor, no es perfecto que tiene sus fallos y sus incertidumbres que es preciso asumir y que lo importante es alcanzar ese estado en el que se comprende esa imperfección, aceptándola y sin tratar de buscar lo que no existe.

Toda la película es una disección magistral de los problemas y sentimientos de la pareja protagonista y, por ende, de muchas otras parejas. El equilibrio que transmite a lo largo del filme y la forma en que presenta la evolución de sus personajes es realmente apasionante. Con un ritmo muy medido siempre queda la reserva de no conocer la versión para televisión que, viendo su montaje para la exhibición en salas, se hace más esperada, por ver cómo se ampliaba con escenas complementarias sin romper la perfecta medida conseguida en este montaje.
 
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Saraband

Han pasado más de tres décadas desde su último encuentro, pero no solo para los personajes sino, y sobre todo, para el propio director.

Debo reconocer que apenas me ha sorprendido lo que he visto en Saraband, puesto que ya hace un cierto tiempo lo había observado en otra de sus últimas películas. De la feroz disección de sus personajes Bergman ha pasado a una comprensión más compasiva de los mismos. La emoción se abre paso ante el análisis sin dejarlo de lado, su lucidez aún asombra pero la edad se impone, su visión es, si no menos dura más humana.

Salvo en una muy corta escena al final en la que Martha, la enferma hija de Johan y Marianne, se encuentra con su madre, solamente aparecen físicamente en la película cuatro personajes Johan, Marianne, Henrik (un hijo de Johan anterior a su matrimonio con Marianne) y Karin (la hija de Henrik), sin embargo flota a lo largo de toda la película un quinto personaje fundamental, que domina todo y alrededor del cual se construyen las diversas situaciones y la propia vida de los protagonistas. Este quinto personaje ya no existe pues en el momento en que sucede la acción lleva muerto un par de años por una enfermedad, se trata de Anna la madre de Karin, esposa de Henrik y nuera de Johan. Su sombra todo lo invade, es el pivote sobre el giran los sentimientos de todos los personajes incluido el de Marianne quien ni siquiera llegó a conocerla, capaz de hacer confluir en él todo el amor y esperanzas de los que le rodean, capaz de purificar sus miserias y transformar sus vidas sin necesidad de hacer explícito su amor pues, como comenta uno de los personajes, “nunca decía que te amaba pero actuaba siempre con amor”.

La película se articula como en un conjunto de dúos musicales, como el que pretende interpretar Henrik con su hija tomando como base la bella zarabanda de la Suite Nº 5 para violonchelo solo de J.S.Bach, con sus cuatro personajes encontrándose de dos en dos, además de un preludio y una coda.

Presentación y primer encuentro


Tras el corto preludio en el que Marianne, sentada en una mesa llena de fotografías, explica al espectador las razones que le impulsan a tener su último encuentro con Johan, en la primera escena se le ve llegando a la casa de campo en la que actualmente reside su ex-marido. La cámara le acompaña explorando el lugar donde vive Johan antes de que pueda verle, las puertas se cierran tras ella y los relojes parecen advertirnos del paso del tiempo. De nuevo se dirige al espectador dudando de si la idea de su visita ha sido acertada o no pero finalmente va al encuentro de Johan. Mediante este pequeño guiño cambia lo que podría haber el punto de vista de Marianne, por el del propio espectador, que asiste como su invitado, pero independientemente de ella, a todo el proceso de relaciones que surgen en el lugar.

A partir de este punto y en distintos encuentros los personajes van mostrando sus afectos, odios, frustraciones y miserias teniendo a Marianne como una especie de testigo de sus comportamientos. Estos encuentros son como pequeñas piezas de cámara aisladas, con entidad propia a la vez que engarzadas en un todo y que solamente en algunas ocasiones son suspendidas por interrupciones externas, para remachar aspectos que refuerzan lo comentado o lo pensado por los personajes, interrupciones que, a mi entender, resultan en algunas ocasiones innecesarias rompiendo el cuidado ritmo del filme.

El primer dúo es casi de presentación de los personajes, con Johan y Marianne hablando serenamente ante un paisaje idílico realizado con parsimonia a base de planos medios hasta que Johan comienza a poner al espectador, a través de Marianne, en antecedentes de lo que nos vamos a encontrar, de los personajes y de los encontrados sentimientos, mediante primeros planos. Al final Marianne se dirige de nuevo al espectador intuyendo que la visita ha podido ser un error.

Segundo encuentro, una semana más tarde


El segundo capítulo nos muestra por primera vez a Karin, una semana más tarde, cuando acude a casa de su abuelo y conoce a Marianne. La ansiedad que vive es mostrada en contraposición con la delicadeza y la calma de Marianne mediante una de las escasas digresiones externas que se producen a lo largo de la película.

Las primeras aproximaciones, los tanteos de conocimiento personal presentadas en planos conjuntos medios son interrumpidas al levantarse Karin y comenzar a pasearse, como un animal enjaulado por la cocina, encerrada en el encuadre que la sigue en sus evoluciones, mientras comenta lo que ha ocurrido en la clase de música con su padre, Bergman introduce entonces un inserto lleno de tensión, donde se intuyen las complejas relaciones entre Karin y su padre. Finalmente, una vez calmada, Karin habla por primera vez de su madre Anna, y comienza a vislumbrarse que su relación con el entorno, incluido su padre, se produce mediatizada por la opinión de Anna (“Solo sé que en el fondo es ... en fin, bueno... si no mi madre nunca se habría ... mamá le quería, ¿sabes?”).

Una vez roto el hielo, y al caer la tarde, Bergman nos las muestra juntas sentadas al mismo lado de la mesa, compartiendo confidencias sobre el abuelo y su vida con Marianne, confidencias realizadas de forma muy distinta a las de Karin, con una planificación relajada, envueltas en una luz cálida bajo un farol de carnaval, igual que uno de los que encuentran en la casa del amigo en la que comparten el último fin de semana Johan y Marianne en la película anterior. La amistad entre ambas es un hecho.

Te
rcer encuentro. Anna

En el tercer episodio, el mismo día, Karin vuelve a su casa, las tensiones con su padre son evidentes y se muestran nada más entrar, sin embargo en el resto de la escena, la mayor parte, se pasa de un dúo a un solo, cuando Henrik le hace partícipe de un episodio de su vida en común con Anna donde se manifiesta la extraña fascinación y dependencia que ella ejercía sobre él. Este monólogo es reflejado en el rostro de Karin que absorbe y asiente lo dicho por su padre todo en un único primer plano que alterna los rostros de él y ella acostados en la misma cama e introducido entre dos tomas de la foto de Anna, que aparece por primera vez en el filme, situada en la mesilla de noche. La escena solamente es interrumpida momentáneamente con otra exhibición de la misma fotografía de Anna, omnipresente en sus vidas.

El plano final de este episodio, relacionando el rostro de Karin con el de la foto de su madre, en una aproximación máxima de la cámara al retrato, nos hace sospechar de las ambiguas afinidades entre Henrik y Karin, insinuadas en el anterior capítulo y reforzadas en capítulos posteriores, aparte de mostrarnos la formidable permanencia de Anna en sus vidas.

Cuarto y quinto encuentros. Henrik


Son especialmente emotivos y duros los dos capítulos siguientes que reúnen a Henrik con su padre en el tercero y con Marianne en el cuarto, contrastando la cercanía de los planos con la dureza de las actitudes y de los reproches.

La entrada dubitativa de Henrik a la biblioteca donde su padre lee a Kierkegard al comienzo del cuarto, es mostrada por Bergman en un plano subjetivo de Henrik observando a su padre en un plano general que resalta la perspectiva, mostrando a un Johan lejano en el espacio, encuadrado por sus libros y ausente del mundo. Luego, a medida que la conversación entre ellos va tomando cuerpo desde un tenso pero correcto saludo, la frustración, la impotencia y la ira reprimida se adivinan en el rostro de Henrik ante la dureza y el odio, en absoluto disimulado, de Johan que le reprocha su rechazo juvenil. La contención de los actores en esa concatenación de primeros planos muy cercanos y llenos de pasión es ejemplar, en una escena difícilmente olvidable que termina con el destello y posterior extinción de la luz de una lámpara como consecuencia de un manotazo.

Por el contrario, la entrada de Marianne a la iglesia donde Henrik toca el órgano nos presenta a este último a través de la hermosa música de Bach que interpreta, mientras Marianne recorre la iglesia escuchándola y sin mirarle. Finalmente cuando acaba su ensayo, Henrik, de espalda, recoge sus papeles y no siendo consciente de la presencia de ella se dispone abandonar la iglesia. Es ella quien le llama iniciando allí su primer y único encuentro desde dos planos generales.

Poco a poco ambos personajes y la planificación se van acercando física y sensitivamente a través de una primera parte llena de extraña dulzura mientras hablan de la música, del dolor de la ausencia de Anna, de su dependencia hacia ella o de la aparente sencillez de una muerte posible y aceptada, pero cuando todo parece indicar que la conexión emocional entre ambos se produce satisfactoriamente y tras un plano general de ambos juntos, la inestabilidad afectiva de Henrik hace que la escena cambie de pronto hacia la sordidez de la ambición material, hacia la exposición de los sentimientos más negros y hacia la sugerencia malévola de intenciones perversas por parte de Marianne quien se sorprende indignada por dichas insinuaciones. Los planos siguen siendo cortos pero ahora mostrando en sus rostros la extraña ambigüedad de Henrik y la reprobación creciente de Marianne.

Finalmente un Henrik lejano, abandona la iglesia dejando a Marianne quien, a punto de abandonar también el recinto, se vuelve al notar la entrada de unos rayos solares por las ventanas, acercándose al altar para contemplar una imagen de la última cena donde un Jesucristo de mirada desvariada y con un halo flamígero en la cabeza ignora, aparentemente, a uno de sus apóstoles, presumiblemente Juan, que se sujeta a él buscando acogida paterna.

Sexto encuentro. La propuesta


En el sexto encuentro, Karin se dispone a visitar a Johan a requerimiento de este último. Se la observa nerviosa mientras se dirige a la habitación en la que Johan escucha en solitario y de espaldas a la puerta, música de Beethoven en su equipo (podría ser interesante estudiar la relación entre los personajes del padre y el hijo bajo la perspectiva de la música que escuchan o interpretan, Henrik, música de Bach espiritual, elevada, extática y Johan, música de Beethoven, violenta, tumultuosa, vehemente). No es consciente de la llegada de Karin hasta que ella entra y le toca el hombro. La conversación comienza a centrarse de nuevo en Anna, en su ausencia y en el impacto que tuvo en ellos, al descubrir Karin una fotografía de su madre en la habitación de su abuelo, fotografía que, una vez más, es tomada por Bergman en un gran primer plano convirtiéndola en presencia inevitable en el ánimo de los protagonistas.

Tras unos momentos cercanos y entrañables entre ambos, con Anna flotando en el ambiente, la conversación se empieza a centrar en el futuro de Karin de forma más distante pero evidenciando una atmósfera totalmente distinta, más bien opuesta, a la producida entre padre e hijo. La cámara se vuelve a aproximar a los personajes en cuanto se ve que la oferta de un futuro prometedor para Karin orquestada por Johan tiene consecuencias no solo profesionales sino también personales, al implicar indirectamente a su padre a quien debería abandonar.

A lo largo de su desarrollo se puede intuir que en la propuesta del abuelo hay algo más que un simple y desinteresado ánimo de mejora de su nieta, parece posible un intento de ajuste de cuentas con su hijo al que su propuesta afecta directamente. Amablemente pero presa de la confusión Karin se retira inquieta, reflexionando sobre una posibilidad que ve alejarse en un corto inserto, este sí, innecesario.

Séptimo encuentro. La carta de Anna


De nuevo, en el séptimo capítulo, Karin se reúne con Marianne, la figura más independiente de la situación, para mostrarle una carta que Anna escribió una semana antes de morir y que encontró en un libro. En esa carta se muestra la lucidez con que veía la situación tras su muerte, previendo la inseguridad afectiva de Henrik y la posibilidad de que se volcara en exceso sobre Karin para compensar el vacío emotivo dejado por ella. La cámara las muestra desde atrás aunque giradas, como dando a entender la negación y el rechazo que esa carta produce en la conciencia de Karin que lucha entre su necesidad de hacer caso a su madre Anna en lo que inteligentemente adivinaba y el miedo acerca de lo que su abandono podría producir en su inestable padre. Busca el apoyo de Marianne en su negativa a emprender el camino mostrado por Johan, pero Marianne no se lo da.

Otra vez Anna es el centro de la escena que termina uniendo las manos de ambas sobre su carta posada en la mesa, como con una atracción irresistible de la que escapa Marianne retirando súbitamente su mano. Incluso sin conocerla siente que está cayendo en su hechizo y se resiste tratando de poner en tela de juicio la afirmación de Karin sobre el amor contenido en la carta.

Octavo encuentro. Decisión de Karin


En el octavo episodio, Karin se enfrenta de nuevo a Henrik. El encuadre de la cámara cuando Karin entra en la casa es exactamente el mismo del correspondiente a la primera vez que aparecen juntos, en una situación especialmente tensa. El plano se mantiene durante más de tres minutos mostrando el grado de exaltación de Henrik entusiasmado con la idea de un concierto con Karin interpretando las Suites de Bach en forma de dúo. A pesar del grado de alegría que refleja Henrik, el encuadre nos anuncia unas tensiones que pronto aparecen ante la falta de interés por parte de Karin, más preocupada con la propuesta de Johan y con sus dudas acerca de ella.

Al adivinar Henrik que ha estado con su abuelo y con Marianne, estalla de nuevo la tensión entre ambos. La cámara se acerca a ambos que comienzan a hablar con alternativas entre e cariño y el reproche hasta que él le besa en la boca, momento en el que ella decide mostrarle la carta de Anna. Karin comprende en ese instante que su madre tenía razón en la posibilidad de que su padre quisiera dominarla en exceso volcando en ella sus carencias afectivas y toma una decisión sobre su futuro, por primera vez toma una decisión al margen de los intereses que la han estado empujando y así, en unos planos muy cercanos, se lo transmite a su asombrado padre que entre asustado y confundido no sabe cómo reaccionar. Finalmente le pide que interprete como broche la zarabanda de la Suite Nº5 que escucha de espaldas y con una mirada llena de incertidumbre y de soledad.

Noveno y décimo encuentros. Johann, Marianne y Anna


En el corto noveno episodio de nuevo Marianne y Johan frente a frente discuten sobre el intento de suicidio de Henrik tras la marcha de Karin, suceso que, tras otro muy corto e innecesario inserto de Herik ensangrentado, Johan aprovecha para destilar su profundo desprecio hacia su hijo ante la airada respuesta de Marianne. Tras el intercambio de pareceres Johan toma una botella de coñac y se sienta tras ella empezando a descubrir, con ambos personajes en el mismo plano pero sin mirarse, las verdaderas razones de su desprecio en la atracción que sentía por Anna y en la incomprensión de que Anna hubiese estado enamorada de Henrik. Bergman vuelve a mostrarnos el primer plano del retrato en blanco y negro de Anna recurrente en toda la película.

El último encuentro se produce, cómo no, en la hora antes del alba. De nuevo la hora del lobo, la hora en la que los fantasmas de los miedos más íntimos aparecen, surge para mostrar el desasosiego de los personajes y reunir otra vez a Johan y Marianne desnudos física y espiritualmente para darse apoyo, como ya ocurría en la pesadilla que, en la última escena de Escenas de un matrimonio, mostraba la inseguridad íntima de Marianne , contradiciendo su aparente estabilidad. En esta ocasión es Johan el que se siente desamparado y angustiado y Marianne la que le acoge en su seno para tranquilizarle.

Epílogo.


Esta última temporada de convivencia de Marianne con Johan que es Sarabande y el omnipresente amor de Anna intuido en la persistente visualización de la foto de su rostro, le sirve finalmente a ella para, en un brevísimo episodio introducido en la coda final, tomar conciencia de su relación con una hija, Martha, recluida en un asilo y con quien apenas mantiene contacto pues casi no es reconocida por ella. Por primera vez es consciente del contacto físico con su hija.

A lo largo de la película se han ido desgranando ante los ojos asombrados de Marianne y del espectador todo el desprecio del padre hacia el hijo, la tristeza y el desamparo por la pérdida de alguien capaz de mostrar amor con su sola presencia, el intento de revivir dicho amor a través de Karin, tanto por parte del padre como por parte del abuelo sin detenerse, para ello, ante la manipulación de sus sentimientos. Eso sí, al final de la película, en su última explicación al espectador de los momentos vividos durante esos meses, otra vez ante sus fotografías, en el montón de retratos aparece uno nuevo, Anna forma ya parte de sus recuerdos.

Una bella película, en suma, compendio de sus últimas obsesiones (relaciones personales, muerte, afecto, incomprensión ...) realizada con una serenidad clásica, con una planificación de una precisión implacable, que no necesita de innovaciones de lenguaje, para mostrar el lado más humano de su cine, como ya había hecho en En presencia de un clown, hablando de otro de sus grandes temas, el teatro y el cine, es decir la representación, que ha sido la razón de su vida profesional.
 
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[FONT=&quot]Apostillas finales[/FONT]

Comentario especial requieren los actores. Bergman, como suele ser habitual en él, construye sus películas siempre apoyándose en sus rostros, con abundantes primeros planos, seguro de la capacidad de unos profesionales capaces de transmitir emociones y sin tener, por lo tanto, que recurrir a complejos sistemas de planificación o montaje. Los rostros vuelven a ser la paleta de que el director se vale para realizar su pintura, los sentimientos contenidos afloran en ellos demostrando la capacidad de este gran realizador para el manejo de sus colaboradores. Sin esos actores, o quizás sin su capacidad de dirección de los mismos, sería difícil realizar este tipo de películas con tanta perfección. Resulta casi imposible mantener tanta naturalidad, con la cámara reflejando únicamente sus expresiones durante minutos, sin cortes, si detrás no hay unas personas de una gran capacitación.

Como ya he apuntado anteriormente la conexión entre las dos películas es relativamente leve, ya que la última podría haber sido realizada sin la existencia de la primera dada la diversidad de los temas, a pesar de que el conocimiento previo de algunos de los personajes crea una cierta atmósfera de complicidad, pero es una satisfacción que cualquier excusa aunque sea insignificante, haga que un director de la categoría de Ingmar Bergman no permanezca inactivo y siga deleitándonos con obras que, aunque no sean redondas siempre tendrán mucho más que aportar al espectador que la gran mayoría del cine que actualmente sufrimos en nuestras carteleras, planteando temas personales e íntimos sin los ojos puestos en la recaudación.
 
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Que slguien le pareee!!!

No es mejor un link a todo el articulo o para descargarlo?

:)

Lo cierto es que para mí lo mejor habría sido poder poner el enlace, pero, como ya comentamos más arriba está roto.

De todas formas podemos hacer dos cosas : eliminar los post (se hace bien fácil, no tenéis más que decirlo) o bien poasar olímpicamente de los mismos (eso aún resulta más fácil, aunque se necesita la ruedecita del ratón)

A lo primero estoy dispuesto sin ningún problema, lo segundo es cosa vuestra.

¡Ah! y a lo de que tengo que desarrollarlo más, que comentabas antes, estoy de acuerdo, sobre todo sobre ciertas películas que merecen más espacio del que les dediqué, pero ahora ando algo mal de tiempo, pues tengo una vida muy agitada.:juas

Por cierto, he terminado. Pensaba haberlo hecho a lo largo de varios días pero, por esas cosas de la vida, he tenido una tarde más libre de lo habitual y he preferido ponerlo seguido ... para agobiar un poco.
 
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No le hagas ni puñetero caso a Elliot. :queteden

Lo que pasa es que te tiene tirria porque sus 22.000 posts seguramente sumen menos palabras que éstos últimos tuyos. :lee

Por lo demás, un lujo. Muchas gracias. :ok
 
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Aunque me pagaran por eliminarlos me negaría en redondo. Eliminar esto sería menospreciar el arte, el cine y la labor de un forero.

Me negaría en rotundo, vamos.

Y eso que yo no he visto nada aún de Bergman (que todo llegará) pero si algo me incitaría a ello son textos como estos. Cierto es que no los he leído (ahora no tengo tiempo) pero que ahí hay calidad y cantidad a partes iguales.

Salina, no falte usted por favor.

PD: ¿No tendrás algo parecido pa' Disney, verdad? (jeje).
 
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Pero entonces, si no veo las pelis me tacharán de no querer peldañear, que soy un culoblando, un palomitero, un marquesinero, de ser un nostálgico falaz... me han llamado tantas cosas que ya he perdido la cuenta :cuniao
 
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Cierto es que no los he leído (ahora no tengo tiempo) pero que ahí hay calidad y cantidad a partes iguales.

Salina, no falte usted por favor.

PD: ¿No tendrás algo parecido pa' Disney, verdad? (jeje).

¿Cómo sabes lo de la calidad si no lo has leído? Lo de la cantidad es evidente, siempre he sido un pelmazo en todas mis reencarnaciones, y quienes me conocen pueden dar fe.

Falto, falto... soy lo que en algunos lugares se dice "faltoso"

Pues de Disney ... si que tengo algo similar (¡que nooo, que es broma ...!) aunque he visto casi todo lo suyo en sus diferentes épocas. De hecho tengo un "Master de Pixar" con Cars, pues gracias a un gran chavalín que prácticamente vive conmigo, la habré visto más 20 veces. Casi la usa como ruido de fondo.
 
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¿Cómo sabes lo de la calidad si no lo has leído? Lo de la cantidad es evidente, siempre he sido un pelmazo en todas mis reencarnaciones, y quienes me conocen pueden dar fe.

Jaja, grande usted. Cuando digo no los he leído me refiero a todos (como comprenderá hay mucho texto a leer). He leído los 3 primeros. Y me imagino - deduzco que el resto tendrán la misma calidad. ;)

Decía lo de Disney, si se me permite el OT, porque soy extremadamente fan de todo lo que conlleva ese apellido y si a Bergman le dedicabas algo con tanta pasión, leerte algo así tiene que ser de órdago.
 
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Un verano con Mónica

Una de las primeras películas del cineasta sueco, generalmente considerada como su primer trabajo importante. Es un drama que relata la historia de amor de dos adolescentes, donde se nota la influencia del neorrealismo predominante en el cine europeo del momento, pero también es una película que reúne ya gran parte de las obsesiones de Bergman (que posteriormente desarrollaría más y con una personalidad característica), aunque las muestra de una manera menos trascendental y solemne, y más “llana” (por momentos incluso naif). Complejo y fascinante film que muestra sus cartas sin moralizar ni proponer soluciones fáciles, una historia sobre el final de la inocencia y el fracaso de la utopía ante la cruda realidad, y al mismo tiempo, sobre el individuo condenado a vivir en una sociedad que le condena a la mediocridad. Los dos protagonistas no son sino las dos caras de la moneda, puede parecer que el personaje de ella es el “malo”, pero en realidad no se pone a uno por encima del otro, y al final la idea es que no hay una solución concreta para alcanzar la tan deseada felicidad. Únicamente el recuerdo del paraíso perdido e ideal, que una vez existió.

A destacar toda la primera parte, presidida por una naturaleza omnipresente (el mar, el cielo, etc.) en contraste con lo opresivo de la ciudad. Los planos desde la barca en el viaje de ida y de retorno. Y sobre todo ella, una locura de personaje en el que hay mucho de fascinación por su carácter casi morboso, de criatura que rechaza toda norma y moral en pos de seguir su instinto, y que sigue una evolución de niña humilde a absoluta femme fatal (tela con la mirada hacia cámara).


Puede que me esté flipando demasiado, pero por cada nueva película
que veo de éste tío, más tengo la convicción de que es el mejor director de la historia del cine.
 
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Creo que no dices mentiras, también le tildaría como el mejor de la historia.
 
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Hablé de Mónica en este hilo, tiene un cambio de tono tan gradual que el sueco te lo cuela de pe a pa, para encima desmontar su ¿discurso? ¿ambigüedad? ¿trampa? con la famosa mirada a cámara.

Podría ser un recuerdo melancólico de amores de juventud que se tuercen o el retrato de una auténtica bitch encubierta. O ambas cosas.

No, no te estás flipando nada. Es uno de los grandes.
 
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Podría ser una historia sobre cómo los hombres somos capaces de llegar a perder el culo por una mujer (el cásico "tiran más dos tetas que dos carretas"). O podría ser lo que digo en la crítica, dos personajes más complejos de lo que aparentan y una idea de que la moral es difusa y relativa. Total, él parece el bueno de la película y la víctima, pero no deja de ser un calzonazos encaminado a la misma vida mierder del resto de la ciudad, y porque él quiere... (lo cual por cierto cuadra con ese existencialismo que caracteriza a Bergman).
 
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creo que voy a repetir con este hombre este año y de paso lo completo, ¿cuáles son las pelis con versión extendida / TV? :)
 
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Fanny y Alexander, Secretos de matrimonio, Saraband y Cara a cara.

Luego hay muchas que, depende del país, la edición o la censura, varían unos cuantos minutos arriba o abajo.
 
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"Las mejores intenciones" de Bille August pero con guión semiautobiográfico de Bergman también tiene versión miniserie de 4 capítulos.
 
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EL SILENCIO (Tystnaden, 1963)

Ésta es de las durillas ¿eh?

Atravesando un extraño país extranjero, dos hermanas deciden descansar en un hotel. Una de ellas parece enferma física y psicológicamente. La otra escapa del agobio y el aburrimiento buscando amantes por la ciudad. Mientras tanto, el hijo de una de ellas vaga por el hotel tropezando con personajes que parecen los restos de un casting de Herzog.

La polémica y el choque censor en su momento no es injusificado: más allá de los desnudos concretos, masturbaciones, indicaciones de incesto y lesbianismo, El silencio señalar a las hermanas como un ying y yang en base a su relación con el sexo y (o por eso) la relación entre ellas, llevado casi a la parábola: una hermana es la mente consciente, lo cerebral (incluso tiene un trabajo intelectual), la represión, el choque emocional; la otra hermana es el impulso, la voluptuosidad, el calor en busca de liberación (los baños, el dormir en bolas). No es la cumbre de la sutileza de Bergman, pero aquí es puro ensayo y ya desde el casting te lo está diciendo: Ingrid Thulin y Gunnel Lindbloom, típicas suyas, perfectas representaciones.

Lo demás es un cuando los mundos chocan, porque Bergman ni es tonto ni se calla y sabe que el sexo tiene un lugar importante en la comunicación hacia nosotros y hacia los demás; y negativamente, hacia la soledad, el agobio interior y el aislamiento. Aquí el trío descansa en un Marienbad hardcore, un hotel casi deshabitado en lo que parece una zona desmilitarizada o a punto de entrar en guerra (visiones de tanques casi fantasmales); cuando intentan evitarlo sólo aparece gente que no comprende su idioma o que les tira el sexo a la cara (esa pareja follando en la butaca). En esa atmósfera un poco ominosa y sudada, con sombras made in Nykvist, Bergman pega la cámara a las chicas o aprovecha al niño para ponerse voyeur... porque, encuentros aparte que no he terminado de pillar (¡los enanos!), el hijo/sobrino es un testigo incómodo. Que está muy bien cuando la Lindbloom se le acurruca sin sostén, pero no cuando el sueco se pone enfermizo.

PD: me juego algo a que esta peli le mola a Lynch, y no sólo por los enanos. Mullholland drive ahí está.
 
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EL HUEVO DE LA SERPIENTE (The serpent's egg, 1977)

Fallida incursión de Bergman en territorio más comercial (en comparación) e internacional, nada menos que de la mano de Dino De Laurentiis, una producción fuerte y con un cast más variadito (David Carradine, Gert "Goldfinger" Frobe o James Whitmore, además de Liv Ullman). La peli arrastra fama de tropiezo y no le faltan razones.

Abel es un judío que sobrevive como puede en el Berlín de los años 20. Bergman parece más interesado en retratar un momento/lugar histórico, una atmósfera a través de pequeñas situaciones, y ahí surge el problema: el guión es un sindiós dando tumbos, del misterio del suicidio del hermano a la relación entre Abel y su cuñada (Carradine y Ullman no funcionan juntos, parecen en pelis distintas), la decadencia social, el antisemitismo, los experimentos pre-nazis, los problemas laborales, la degradación de Abel (absurda e interminable secuencia en un prostíbulo)... sin más cohesión que el protagonista. Incluso así de disperso podría funcionar, pero llega a ser demasiado indiferente y monótono, perdiendo interés.

Hay, sin embargo, cosas que me gustan: asoma el típico ensayo humano de Bergman, como en el encuentro entre Ullman y el cura dando perdón recíproco, muy Comulgantes. O el clímax entre Abel y Vergerus (ejem), con los experimentos como parábola de la reflexión explicada en el título, la humanidad venenosa, visible cuando aún no ha florecido (la sombra del nazismo está MUY presente). Incluso destellos visuales majetes, como los créditos allenescos con insertos o la potente dirección artística.
 
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