He visto perlas como ésa que me han escalofriado cuando leí el hilo...
...ahora estoy EN PAZ.
Ropit, me encanta cómo acaba el fabuloso artículo que linkas, apéndice perfecto al libro que realizó:
Pero si en la última parte de la obra de Anderson nos encontramos con miradas alucinadas, es preciso antes de terminar volver a echar la vista atrás, pues previamente su cine había constituido la plasmación de diferentes miradas oblicuas, que observan a los EE.UU. desde ángulos marginales, que revelan aristas que normalmente permanecen ocultas por otras facetas más vistosas. Y coherentemente, Anderson se ha interesado durante toda su carrera por personajes que de alguna forma son la imagen distorsionada de distintos estereotipos americanos -o siendo más precisos: muchos de sus personajes impugnan la distorsión propia de los estereotipos. Así, en Sydney Anderson mostraba a una serie de perdedores, una ficción negra desprovista de los oropeles, si bien a la postre fatales, del self made man, de esa versión del sueño americano a la que dio forma el cine de gangsters, aunque fuera a través del recorrido por las sendas tenebrosas del mismo; una película, no en vano, desarrollada en Reno, en esa suerte de versión desvaída de Las Vegas. De forma similar, Boogie Nights era una nueva versión de Ha nacido una estrella… ambientada en el cine porno, en ese residuo marginal y denostado de Hollywood. Asimismo, Magnolia se empeñaba en mostrar la cara oculta de una serie de personajes, desde los que en primera instancia se podría considerar como “triunfadores” hasta los más evidentemente desplazados, es decir, la cara privada del éxito público; una película, en definitiva, sobre el cáncer, sobre aquello que destruye desde el interior, invisible. Por su parte, el Barry Egan de Embriagado de amor era la trascripción oscura del personaje popularizado por Adam Sandler, su versión “de arte y ensayo”, por no decir experimental -lo que para Hollywood sería poco más o menos lo mismo que decir “la traslación patológica” de las películas de Sandler. Por otro lado, como ya hemos apuntado, el Daniel Plainview de Pozos de ambición era la versión demoníacadel capitalismo, el reflejo esquizoide del emprendedor espíritu americano. De forma parecida, The Master plasmaba la versión delirante y venal de la religión -como ya lo hacía el personaje de Eli en Pozos de ambición. Hasta llegar a Sportello y Bigfoot, que en Puro vicio, a pesar de su mutua animadversión -que, por supuesto, admite un cierto respeto recíproco-, constituyen sendas aberraciones de la figura del policía, sendos desplazamientos marginales de la misma… aspecto en el que encuentran un mutuo reconocimiento. Si el detective es tradicionalmente una especie de versión marginal del policía, el Sportello de Puro vicio es una muestra heterodoxa de esa figura ya de por sí desplazada: un private-eye que apenas puede ver nada, el encargado de hacer encajar todas las piezas en su cerebro, pero en uno que ha cambiado la típica lucidez del detective por el aturdimiento del drogadicto. Y el policía encarnado por Josh Brolin, aparentemente más canónico, se descubrirá no menos marginal, una versión enfermiza y atormentada de ese policía que aparece en las series de televisión en las que él mismo actúa.
En fin, con cada nueva película se comprende mejor este interés de Anderson, que recorre toda su carrera, por personajes desplazados… y por este desplazamiento de la perspectiva. No otra es la posición del director en el panorama del actual cine norteamericano: dentro de la industria, pero en una esquina; una obra construida con el andamiaje del cine de Hollywood, o de su extrarradio, pero de una audacia que a día de hoy no tiene parangón en el cine de su país… y casi en el de cualquier otra latitud; una obra que representa un extraordinario retrato de su país, pero oblicuo, en el que la crónica ha devenido en pesadilla, la historicidad en onirismo.