Siempre me ha fascinado, supongo que por cierto sadismo o morbo, la capacidad de algunos para imaginar métodos para matar más y mejor. Cuando el camión de ¿Niza? me quedé frío por eso mismo, porque me imaginé a algún grupo de hijos de puta sentados frente a un plano, discutiendo cómo hacer para matar más, como llevarse a más gente por delante. Saboreando la sangre que estaban a punto de derramar.
Me pasó un poco como cuando visité el museo de la inquisición en Cartagena De Indias, me resultaba increíble que alguien se sentara a diseñar aquellas máquinas destinadas a hacer el mayor daño posible...
Y, lo que es peor, me parecería bien que se usaran hoy en día con terroristas confesos y reconocidos. La violencia que vemos todos los días, lejos de insensibilizarme, me está haciendo más y más tolerante con la idea de la tortura como castigo. Pienso en las familias que habrán quedado rotas hoy y... Uf.