Me ha parecido notable en muchos aspectos: la mentada interpretación de Phoenix, que compone un Joker tan patético como carismático, tan peligroso en su locura potenciada por el sistema enfermo como vulnerable en su condición de marginado y desfavorecido dejado de la mano, tan confuso y frustrado por su identidad rasgada como orgulloso de la liberación que experimenta a raíz del estallido que supone "existir" definitivamente gracias (y a causa de) tocar fondo. Su Joker rivaliza con el de Heath Ledger, al que rinde tributo (la escena en la ventanilla del coche de policía deudora de TDK, la melenita verde despeinada, lo incierto de su auténtico origen), y desde luego desarrolla una génesis interesante que se desmarca del de Nolan al incorporar características más humanas y sobre todo más cercanas a la identificación del espectador. Como se ha dicho, es una suerte de rebelión de la figura del incel. Cabe entender, por lo tanto, las simpatías que crea en el espectador, que jalea su estrellato apocalíptico (público rendido al Mesías de la revolución violenta en mi sala, repleta de chavalería y de niños de teta). Aquí también cabría referirse a la simplicidad con la que está elaborado su mensaje: gente descontenta de clase baja que sufre el abuso de los diabólicos integrantes de un estamento de poder.
Por otro lado, el trabajo visual es muy destacable gracias a las texturas setenteras que embrutecen la imagen y componen un paisaje urbano desesperado y desapacible. Un Gotham y un ambiente de tensión emparentado con el N.Y. de El Rey de la Comedia y Taxi Driver. Y además, resultan estéticamente fascinantes determinados encuadres.
También es interesante la visión crítica acerca de la necesidad de ser feliz a toda costa, del show business como lanzadera al protagonismo, de la escasez de recursos sociales al desclasado y, en concreto, al enfermo, que sufre la exclusión. Esa rabia generada por el estado de las cosas es el hervidero que desencadena el nacimiento de un agente del caos que lo es sin intención de serlo. Nos olvidamos de un perverso genio del mal. Aquí, en realidad, tenemos a un trastornado sin ínfulas que encabeza, casi por accidente, una revuelta cuya semilla estaba a falta de germinar.
Es decir, se agradece una película que, de algún modo, resulte subversiva en el cine de multisalas de hoy. Y sin embargo, creo que también tiene serias costuras que chirrían. Por un lado, su alusión directa y explícita a sus referentes scorsesianos, que de tan desvergonzados y nada disimulados me parecen casi de caricatura. Le vienen grandes, demasiado grandes, y creo que más que inspiración propiamente dicha, diría que son fusilamientos a la hora de apropiarse de hallazgos ajenos y buscar la complicidad con el espectador. Y considero que a estas alturas igual tendríamos que haber superado estas cosas. De igual modo, hay una tendencia al subrayado por medio de verbalizar o simbolizar ciertas ideas que han de quedar claras sea coml sea. Se mastica demasiado lo que se pretende transmitir tanto a través de discursos como de uso de la música. Llega al extremo de la obviedad más acusada demasiadas veces. Me recordó un poco a Midsommar en el sentido de ser una película a la que se le nota demasiado la tramoya. O sea, está muy teledirigida a producir un efecto, a conseguir un objetivo, y por eso va de A a B siguiendo un proceso no exento de tópicos y de hechos y reacciones forzadas de manera poco natural. Aquí clama al cielo que de un plumazo se vaya construyendo poco a poco un movimiento revolucionario capaz de lo terrible. No veo un progreso fluido, sino encorsetado y ya visto. El resultado pretende ser más provocador de lo que realmente es...