Mas: ¿Catalunya Independent?
No te cree nadie
Como el 25 de noviembre está a una semana vista, tengo que hacerlo, pero éste es uno de los artículos que más pereza me da escribir. Hablar otra vez más sobre el nacionalismo catalán, ¡qué aburrimiento! Tomármelo tan en serio como para juntar más de mil palabras, cuando tengo claro que no es otra cosa que un sonajero de la burguesía catalana —las denominadas 300 famílies del Pinyol—, apoyada por la derechona pepera desde Madrid, para engañar a un rebaño de crédulos botarates que ignoran que no hay ni ha habido nunca un nacionalismo, y menos independentista, sin un fascismo violento detrás que lo sustente. Y en Cataluña, ese fascismo existe, pero es débil como el soplido de un tísico. Lo representan los cuatro maricones que asustaron a la desconsolada niña de la foto, con su camisetita de la Selección Española de fútbol, tras golpear y humillar a su padre y a su hermano por la grave afrenta al Principat de haberse tomado en serio el cuento del independentismo catalán y portar una bandera española para ir manifestarse contra él, en la Plaza de Cataluña, el 12 de octubre.
¿Es razonable siquiera que estos idiotas traten de imitar la asonada de Ibarretxe rechazada por el Congreso Español en 2005? Absurdo. Cataluña no es el País Vasco en ningún sentido. Los vascos son mayoría suficiente frente a los maquetos, mientras que los catalanes de pura cepa son una proporción ridícula frente a los inmigrantes de Cataluña. Terra Lliure fue a ETA como un gatito a un tigre de Bengala y desapareció maullando en 1991, con sólo un muerto —por infarto— en su haber. La Izquierda Abertzale tiene los arrestos que ERC no tendrá jamás. Y hasta el PNV roba a los vascos cien veces menos que CiU a los catalanes. ¡Y ni siquiera los vascos lograron otra cosa que la ilegalización de HB y la llegada al poder de Patxi Nadie, de la mano del nacional-sindicalismo del PPSOE!
Cuando veo los carteles electorales de CiU, con Mas, de brazos abiertos, apropiándose de toda “la voluntat d'un poble” como un nuevo Moisés, se me crujen los higadillos de la risa. El sinvergüenza promete un referéndum que jamás se convocará. Los catalanes que lo apoyan, que están en el ajo, lo saben perfectamente. De hecho, tal referéndum es innecesario y redundante. Durante estos últimos años se han venido realizando consultas en diversos municipios catalanes que, si bien no han servido para averiguar cuál es “la voluntat d'un poble”, sí han sido útiles, por lo menos, para estimar por la vía casi censataria cuántos independentistas hay en Cataluña. Y, resultados cantan, son menos de un 20% de los catalanes. Quizás no lleguen ni a un 15%, tomando en cuenta que se han evitado tales consultas en las populosas ciudades dormitorio de la clase obrera, como Hospitalet, Badalona o Cornellá, por ejemplo. Los susodichos referenda demostraron únicamente que los catalanes no independentistas rehúsan obstinadamente manifestarse en aplecs para lunáticos y fundamentalistas de la espardenya y la barretina. De hecho, los españoles residentes en Cataluña se abstienen de votar en las elecciones autonómicas como si el resultado no fuera con ellos , como si eso de la autonomía fuera sólo cosa de catalanes, como si ellos —diga lo que diga el Estatut— no lo fueran o así no se sintieran. Tal absentismo ante la raja de la urna influye en los programas electorales. Y es lógico, pues, que todos los partidos, incluyendo al socialista PSC, se vuelquen en las autonómicas aparentando tanto nacionalismo catalán como puedan. Al frente del Govern, fueron los socialistas unos voluntariosos continuadores del pujolismo; y ahora, en campaña electoral, oponen a la independencia de boquilla botiflera un no menos flatulento federalismo.
Imaginemos, para no aburrirnos del todo, una Catalunya independiente en forma de república —a menos que se prefiriera convertir a la dinastía Pujol en una nueva línea monárquica constitucional—. Conste que de la organización del Estat Català ni se ha hablado en la campaña electoral. ¿Para qué molestarse, si jamás va a existir? Adivinemos, de todas maneras, el primer Poder Executiu de la quimérica flamante República Catalana, teniendo en cuenta el señoreo que las famílies del pinyol ostentan en Cataluña:
El President de la República Catalana, sin dudarlo ni un instante, pues la experiencia es imprescindible al dar los primeros pasos de la balbuciente Nació Sobirana, sería el octogenario Jordi Pujol i Soley, uno de los creadores de Banca Catalana —entidad financiera a la que desfalcó después a conciencia—; y eficiente inventor y gestor durante 23 años del famosísimo Tres per Cent, que era la comisión institucionalizada que las empresas habían de apartar para el partido en todas las adjudicaciones, grandes o chicas, de obras o servicios de la Generalitat. La familia Pujol ha evadido capitales por cientos de millones a Suiza y otros paraísos fiscales mientras Jordi fue President de la Generalitat.
President del Govern, repitiendo cargo, Artur Mas i Gavarró, tipejo cuya familia posee en Suiza cuentas opacas por un monto de más de 137 millones de euros.
Secretario general del Govern, Germà Gordó i Aubarell, mano derecha de Mas e imputado en el caso del Palau de la Música Catalana.
Ministre d'Economia i Finances, cargo que ya ostentó en 1989, Maciá Alavedra i Moner —relacionado con el extorsionador juez Lluís Pascual Estivill—, que afanó cuanto pudo a Javier de la Rosa, empresario al frente de la sociedad Grand Tibidabo, tras concederle avales de la Generalitat por 60 millones de euros, y estar incurso en el Caso Pretoria. En 2009 estuvo en prisión incondicional a una orden del juez Garzón, por uno de sus muchos asuntos turbios.
Ministre de la Presidència, Oriol Pujol i Ferrusola, incurso en la trama de corrupción denominada “Caso ITV” y otros cuantos delitos más.
Ministre de Foment i Territori, Lluis Prenafeta i Garrusta, implicado en la corrupción urbanística del Caso de Pretoria, salpicando también a la Fundació Catalunya Oberta.
Ministre d'Interior, Felip Puig, consejero de Interior, uno de los principales implicados en el expolio del Palau de la Música Catalana.
Por su extraordinaria capacidad de organización en el caso del Palau de la Música Catalana, Ministre de Cultura, Fèlix Millet i Tussell, descendiente del fundador del Orfeó Català, Lluis Millet. Para Fèlix solicitan 6 años de prisión por apropiación indebida por el caso del Hotel del Palau y otras docenas de delitos más, como el desvío de 4 millones de euros para arreglarse su pisito.
Y finalmente, para agradecer el apoyo de los independentistas de ERC a la causa patria, Ministre d'Afers Exteriors, el experto en fronteras Jordi Ausàs i Coll, ex-conseller d'Interior, recientemente afamado por su demostrada actividad delictiva como contrabandista de tabaco desde Andorra a la Seo d'Urgell, lugar que le vio nacer y medrar.
Para los ministeris d'Agricultura, Ramaderia i Pesca, Salut i Benestar Social, Indústria, Ensenyament y Defensa, vale la pena rebuscar en la lista de implicados en el Caso Banca Catalana, aparte de Jordi Pujol i Soley, pues de ellos podrían extraerse un buen puñado de hábiles ministres para el primer Govern Lliure de Catalunya. Obsérvese la raigambre pinyolera de los apellidos: Jaume Carner i Suñol, Francesc Cabana i Vancells (cuñado de Pujol), Andreu Ribera i Rovira, Oleguer Soldevila Godó, Víctor Sagi i Vallmitjana, Josep Lluís Vilaseca i Guasch, Joan Baptista Cendrós i Carbonell, Joan Martí i Mercadal, Martí Rosell Ballester, Manuel Ingla Torra, Delfi Mateu i Sayos, Francesc Constans Ros, Esteve Renom Pulit, Joan Casablancas i Bertran, Salvador Casanovas i Martí, Antoni de Moragas i Gallissà, Joan Millet Tusell (hermano de Fèlix Millet), Ramón Miquel Ballart, Lluís Montserrat Navarro, Ferran Aleu Pascual, Antoni Armengol Arnan, Pere Messeguer Miranda i Ramon Monforte i Navalón. Varios de ellos tienen la Creu de Sant Jordi. Es el colectivo más condecorado por la Generalitat de Cataluña.
Con un Govern así, nada cambiará en Cataluña, desde luego, excepto en que el primer Consell de Ministres aprobará el indulto de todos los catalanes piñoneros pillados en actos delictivos por la Justicia Española. Y todos esos delincuentes serán galardonados con la Creu de Sant Jordi por haber luchado contra el Drac Espanyol a base de meter mano en sus arcas públicas sin guantes de seguridad como los de las carniceras. Las families del pinyol, que se han adaptado como camaleonas a todo régimen, sin frenar sus actividades depredadoras —han sido monárquicos con Alfonso XIII, republicanos con Azaña, falangistas católicos con Franco y autonomistas estos 30 años pasados, y serán nacionals catalans, si toca, pero sin dejar de apropiarse de lo público, sin dejar escapar ni una pela nunca— seguirán fungiendo de poders fàctics. Lo único que cambiará es que malversaciones, saqueos y pillajes irán más deprisa. El expolio al poble català marchará como una máquina bien engrasada y Cataluña acabará exhausta en menos de un lustro, y llamando a las puertas de España (o de Francia, de donde proceden la mayoría de ellos; que a estos botiflers igual les da Juana que su hermana) cuando todo el dinero robado esté seguro en paraísos fiscales del mundo entero.
¡Qué ridículo, qué absurdo resulta todo ya! Recuerdo otros tiempos, cuando los catalanes no necesitaban manifestarse por cientos de miles en apoyo de la independencia para ejercer su arrogante prepotencia nepotista. Entonces, agazapados tras un fachismo sin base ideológica, fundamentado únicamente en el reparto de chollos y liquidación de presupuestos, me parecían mucho más peligrosos y dañinos para los seis millones de españoles inmigrados que residen en Cataluña. Ahora, a finales de 2012, ya no me lo parecen. Cataluña es un bluf, una de las regiones menos creativas de España. Un reducto del provincianismo saqueador a ultranza. ¡Y qué aburridos resultan los catalanes, con su creciente número de senyeras y su menguante dotación de seny!
En fin, ya digo, aquí no va a pasar nada de nada, excepto que Mas ganará un par de años más en su sillón de la Plaça de Sant Jaume para seguir despojando a los catalanes de su riqueza desde la Generalitat. Lo de siempre. Por eso, al llegar al último renglón de texto, me ratifico: éste ha sido uno de los artículos que con más desgana he escrito en estos últimos seis años.
MESS