El valor i la qualitat del vot (Albert Pla Nualart)
Cuando dibujamos un mapa electoral es inevitable constatar ciertas correlaciones entre los rasgos socioculturales de los votantes y su voto. Es un tema delicado. Establecer categorías de voto -de informados y los ignorantes; los cosmopolitas y los provincianos; los arraigados y de los recién llegados ...- parece demasiado a decir que unos son mejores que otros. "Todos los votos valen igual", repetimos como un mantra. Y sí, en democracia, todos valen igual: no evaluamos el votante. Que valgan igual es -políticament- el mal menor, pero la calidad de una democracia depende en gran medida de la calidad de los votos.
Todos valen igual, y debe ser así, pero no todos tienen la misma calidad.
" ¿Y tú qué vas a votar? ", Me dice el Elías, el locuaz dominicano que hace ejercicios a mi lado a rehabilitación. Le digo que no digo el voto, pero él no se desanima. " Yo a Ciudadanos ". Y cuando me lo dice se le ilumina la cara, como si hablara del coche que se quiere comprar. Se detiene un momento. " Bueno, yo votaré Ciudadanos, pero aún no es tengo papeles. Los votar mi mujer, y mis amigos. Arrimadas va muy fuerte ... y está buena ". De votos como el de la mujer del Elías se emitirán un montón este jueves.
Son votos que deben valer igual, pero son también votos que hacen daño a la democracia. Y no porque vayan a Cs, sino por el nulo criterio que los orienta.
Para dar calidad al voto del 21-D sería necesario que alguien, hablando la lengua de los que escuchan, fuese el barrio del Elías y explicara de la manera más sencilla posible qué políticos son más o menos favorables a cuestiones de una importancia decisiva para los que viven. Por ejemplo, facilitar papeles para reunificar familias de inmigrantes. ¿Se ha ido? ¿Se ha hablado la misma lengua? Una respuesta piadosa sería "No mucho". Y lo entiendo.
¿Qué puede hacer un escaso mitin contra cientos de horas tragándose Antena 3 o Telecinco?
De todos los binomios que determinan la calidad del voto, lo más decisivo es el que opone el voto ciudadano al voto suburbial:
el voto de los que conviven en un tejido social arraigado en el territorio y se integran en la sociedad civil en el voto de los que se socializan en Facebook o Instagram y se alimentan del fast food informativo, trufado de telebasura y fake news , de las grandes corporaciones. En muchos casos, este binomio tiene un paralelo urbanístico: los barrios y pueblos con comercio de proximidad y un intensa vida asociativa y las urbanizaciones o banlieuesen que la calle es un espacio desierto u hostil. (Y cuando digo esto también pienso en ciertas zonas de Pedralbes.)
Como menos derechos ciudadanos tengan o ejerzan los votantes, más se degrada una democracia. Y el gran drama del 21-D es que los que nunca votan y esta vez lo harán, votarán mayoritariamente los partidos que impiden que los tengan.
A veces pensamos que para ampliar la base soberanista hay una cruzada identitaria. Y no, lo que hay es extender al máximo la plena ciudadanía -la irrenunciable dimensión política- a todos los votantes. El gran enemigo de los partidos del Ibex 35 es la calidad del voto.