Gracias, ciudadano Quim Torra
Gracias, ciudadano Quim Torra
Al tristemente célebre ciudadano Quim Torra
--permítanme que le niegue el tratamiento protocolario que corresponde al cargo que ostenta, porque ni es ni podrá ser jamás mi president-- le ha caído, como se dice coloquialmente, la del pulpo, debido a sus soflamas, textos, columnas y artículos.
No es para menos. He podido revisar, estupefacto, más de una veintena de ellos, y casi todos merecen enmarcarse y ser colgados en el mural de la infamia. Lo suyo, digámoslo claro, no ha sido un calentón, una pérdida de papeles, una puntual enganchada por las solapas. No, lo suyo es un vómito infernal, repugnante a más no poder. Búsquenlos, léanlos, y si encuentran algo más hiriente y detestable me lo dicen. Bucear detenidamente en el pensamiento de este señor, al que sus palmeros y paniaguados consideran muy letrado --supongo que para marcar distancia con el par de majaderos que le precedieron en el cargo: el maniquí ególatra Artur Mas y el enajenado pirómano Carles Puigdemont--, me llena de dudas retóricas: ¿De haber vivido Quim Torra en la Alemania nacionalsocialista, acaso hubiera aplaudido hasta con las orejas la Solución Final nacida en el marco de la inmunda conferencia de Wannsee?
No lo sé. Pero no teman, que no caeré en la tentación de tildarlo de nazi aunque lo parezca, porque
sus insultos --en los que nos niega a los españoles la más mínima dignidad y nos reduce a la condición de bestias hediondas, infrahumanas, carroñeras--, son táctica de manual nazi para principiantes: se despoja de todo atributo humano al odiado enemigo para convertirlo, acto seguido, en galletas para perros sin el menor remordimiento.
No, no lo voy a llamar nazi. Diré simplemente que es un supremacista radical al que el odio almacenado le ha fermentado en el interior pudriendo largos segmentos de su hélice de ADN; alguien cuyo panteón de arquetipos áureos está conformado por los hermanos Miquel y Josep Badía, Josep Dencàs, Estat Català y sus Escamots, de infausto recuerdo; un enfermo que se refocila soñando con los tanques de la infecta España entrando por la Diagonal; un jingoísta alucinado que anhela la expansión de un imperio catalán que jamás existió; un fanático que considera a España un Estado terrorista al que hay que vencer y destruír a cualquier precio. El personaje es un cromo. No hay por donde cogerlo. Tela marinera.
Pero los caminos del Señor son inescrutables. Resulta que no todo es malo en Quim Torra.
Su mera existencia supone un tiro en el pie para el independentismo, que trabaja a marchas forzadas, día y noche, en medios de comunicación y redes sociales, vertiendo kilos de cal, pintura blanca y desinfectante sobre su egregia figura. Se hace difícil creer que los defensores de la República Geyper puedan sentirse orgullosos de alguien así, pese a que Joan Coscubiela dice que una parte muy significativa del independentismo suscribe los postulados supremacistas e hispanófobos de su actual líder...
Por lo tanto, gracias, señor Quim Torra, porque ahora podremos dejarnos de pamplinas y llamar a las cosas por su nombre. Se acabó la cansina revolución de las sonrisas y esa imagen insufriblemente cursi de fraternidad festiva y bon rollet a lo Marta Rovira.
Terminó la mascarada. Ahora vemos con claridad meridiana a la bestia. Y si hemos de acabar mal, por Dios, que sea a cara de perro y como los vikingos. Que ser insultados, vejados, silenciados y maltratados durante tantos años y además tener que soportar tanta impostura y cinismo no es de recibo.
Gracias también por el hecho de que al fin --¡albricias!-- hasta la izquierda desnortada y equidistante abre los ojos y entiende que usted, y los que le siguen sin reflexión alguna, suponen un peligro para la democracia, la convivencia y la paz social --la cara de Miquel Iceta y la de Xavier Domènech durante su investidura era un poema--; gracias, porque ahora hasta Pedro Sánchez tiene claro que a la que hagan el chiricahua y crucen el Llobregat les caerá un 155 bonito y contundente como una catedral de Burgos --en el fondo lo están deseando; no quieren gobernar, no saben lo que es trabajar por las personas--;
gracias, un millón de ellas, porque ahora ya toda Europa sabe quién es usted y qué representa; gracias, y termino, por devolvernos al suelo a todos, porque siempre es mejor estar en el suelo y jodidos que en las nubes y alelados...
Su exabrupto racista, señor Torra, va a obrar milagros. No lo dude.
Perversión del lenguaje: línea dura del constitucionalismo
Una de las perversiones más grandes del procés independentista es el lenguaje. Han construido un escenario donde sólo las palabras pueden llevar a clasificarte en un bando u otro. No olvidemos que, a estas alturas, todos estamos ya en un lado de la trinchera. Los equidistantes, a pesar de lo que piensen Miquel Iceta o Xavier Domènech, son ya una especie a extinguir.
En esa lucha de bandos, a mí siempre me ha hecho especial gracia que aquellos que defendemos la ley seamos tildados de fascistas, fachas o españolistas, incluso a nivel conversacional como algo natural. Últimamente, además, algunos empiezan a denominarnos como "la línea dura del constitucionalismo". Según parece, para los independentistas más radicales defender la ley es ser línea dura. Y en ese grupo estamos desde jueces a periodistas y cualquiera que ose criticar a la tropa bendita por un Dios menor del independentismo.
Entre nosotros, yo, de pequeñito y hasta más allá de la adolescencia, dormía con una ikurriña en mi habitación. Creo que nunca he tenido en mi mano una bandera española, y encima una parte de mi familia tiene un sesgo nacionalista --incluido mi caso-- elevado. Por todo ello, debería quedar atónito. Si además sumamos los ataques de la auténtica línea dura de la derecha española, podríamos incluso brincar boca abajo esperando una pizca de inteligencia de los radicales independentistas. Entre ambos siempre queda la coherencia. Y la verdad es que yo no tengo problema en decir que me gusta la diversidad, no la convergencia, y en ese aspecto creo que el gran mérito de España es disponer de gente diversa bajo un mismo techo. Esto no es Francia, donde siempre se masacró el pensamiento regional. Esto, por suerte, es España, con gente buena, gente peor y gente impresentable, pero donde, al final, el respeto siempre ha marcado la línea roja.
Y en eso no tengo duda. Sí los independentistas han pasado la línea roja, que lo han hecho muchas veces, deben ser castigados sin concesión. A eso los fachillas radicales catalanistas le llamarán "línea dura", pues bienvenido sea su porquería de criterio mental. Prefiero ser línea dura con mi pasado que ciego ante los abusos, la xenofobia, el fascismo o la sociedad feudal prometida por los Torra, Puigdemont, Mas, Artadi y el del patinete de turno.
Ahora mismo en Cataluña toca posicionarse, diga lo que diga la gente. Podemos querer una sociedad abierta con oportunidades para todos iguales o una sociedad dominada por una casta familiar con sede en la Generalitat, empresas públicas y medios de comunicación torticeros. Muchos nunca hemos entendido a esos que viven de la mendicidad del dinero de todos. No por mala fe, sino porque seguramente la facilidad con la que han vivido les hace ser unos simples vasallos de la nada. Y la nada acostumbra a no generar riqueza en un territorio.
Un último dato, como quien no quiere la cosa. La editorial de Quim Torra, A Contra Vent, facturó unos 10.000 euros en 2014, cuando había recibido cerca de 52.000 euros de subvenciones. Es decir, con casi 50 libros publicados y subvencionados vendió, menos de diez ejemplares por libro al año. Menos de uno al mes. ¿Lo han oído en TV3? ¿En RAC1? ¿Incluso en La Vanguardia? Perdón, ¿es eso una editorial? Por favor. Claro que para cosas como esas yo sí soy linea dura... y, señores, a tomar viento. Es indigno, es una vergüenza y no podemos estar callados ante tales atropellos. Hay que destruir una forma de sociedad feudal de familias, empezando por cerrar TV3, que rompe Cataluña. Ya no valen medias tintas. No vale más que confirmar que debe haber una línea dura basada en la ética y en la coherencia contra esos abusos de estas familias catalanas.