El nacionalismo catalán, me refiero a las élites oligarcas, las famosas 100-200 famílias, que son las que llevan y han llevado la batuta los últimos 300 años (el resto solo es paisaje, rebaño o bulto sospechoso sin criterio que abducido aplaude lo que le echen) se han dedicado por tierra, mar y aire a intentar dominar política y económicamente España.
Lo primero (dominar políticamente) nunca (por suerte) lo han conseguido. Lo segundo, el domino económico, lo consiguieron – compartido a medias con el nacionalismo vasco – gracias a Felipe V, Primo de Rivera, Franco y algún otro (excepto Felipe V siempre han estado del lado de los más "heavies" y reaccionarios del momento). Mediante la imposición al (débil) Estado por parte de estas élites de un proteccionismo económico salvaje y feroz, un mercado cautivo impuesto, la imposición de un monopolio del comercio interior, la imposición de un monopolio exclusivo del comercio americano (Cuba, Puerto Rico), el tráfico de esclavos en América (negrers catalans), etc... que no ha contribuido a una prosperidad, un desarrollo y un progreso igualitario, equitativo, homogeneo y repartido de la riqueza entre las diferentes zonas/regiones españolas sino que solo ha contribuido a crear regiones ricas y desarrolladas a expensas de regiones subdesarrolladas y pobres (y de emigrantes)
Aunque en los últimos tiempos ese dominio económico es cada vez menor en parte por la llegada de la democracia, la globalización de la economía, la autocomplacencia inherente a todo nacionalismo de corte narcisista-románticoide (mirarse el ombligo) y sobre todo a la propia incapacidad para conservar el estatus. De ahí que chillen y griten tanto con asuntos “nuevos” como el déficit fiscal, el concierto económico o que las regiones pobres les “roban” : El primer caso en la historia de la humanidad que los pobres roban a los ricos
Regiones que se han transformado en pobres (nadie nace rico o pobre 'per se') ya que de forma directa o indirecta previamente las han estrangulado económicamente, las han descapitalizado y les han forzado a perder todo el capital humano conduciendolas a la despoblación (en beneficio propio, obviamente) y con ello a un callejón sin salida. La prepotencia y el cinismo del nazionalismo ya no pueden llegar ni ir más lejos acusando ahora a todas estas regiones de "robar" al históricamente señorito privilegiado. Les han cerrado el paso a todo progreso y desarrollo durante estos últimos 300 años acaparando y amasando el control económico y comercial de todo el Estado : 300 años impidiendo el progreso y "robando" (comillas) a los demás.
Y esto de "ahora" no es más que otra vez el viejo plan de toda la vida para mantener estatus impidiendo un progreso y desarrollo homogeneos de todas las regiones y manteniendo la sartén económica bien fuerte por el mango
Dejo un par de enlaces incluyendo un "pequeño" copia-pega del primero de ellos sobre bajo mi punto de vista lo más interesante del tema tratado aquí en el hilo :
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marcos
Altos hornos de Marbella - Wikipedia, la enciclopedia libre
Las circunstancias históricas que mantuvieron a ambas regiones al amparo de la contribución militar y económica requerida por la política imperial de la dinastía de los Habsburgo (fuero e inmunidad, en el caso vasco; mantenimiento autónomo de la Corona de Aragón e incluso la no integración plena en el sistema tributario, en ambos casos incluso después de 1716, pese a los tan denostados decretos de Nueva Planta) y al propio tiempo gozar del beneficio del mercado interior, provocó el retroceso del reino de Castilla y favoreció las incipientes diferencias en el grado de desarrollo que acumulativamente se han hecho significativas en ambas regiones.
Aunque el desarrollo industrial fue tardío (e impulsado por el Estado y la financiación extranjera) fue suficiente para que en las décadas anteriores a la Guerra Civil (1936-39) y muy especialmente durante el franquismo éstas regiones se sobredesarrollaran con respecto al resto, creando así las condiciones para la movilización nacionalista como instrumento para alcanzar sus objetivos.
En este punto, y aunque sea una disgresión, es necesario referirnos a dos mitos difundidos a lo largo del tiempo por las interpretaciones interesadas de los "historiadores" nacionalistas, y que parecen haber sido asumidos por la población española; son importantes porque forman parte de la estrategia legitimadora de los nacionalismos y porque inducen el sentimiento de sobrevaloración de los ciudadanos de esas áreas y el complejo de inferioridad de los restantes.
Se trata de:
- El mito de "somos los únicos desarrollados" en un país agrario, inmovilista, atrasado, atávico, tradicional, sin cultura... Se trata del mito de "la isla industrial".
- El mito del "fracaso".
(...)
La agricultura no fue ni atrasada ni inmovilista. Hacia el final del siglo se produjo la hecatombe de los mercados europeos con la irrupción de los productos americanos, argentinos, canadienses y australianos. Esto provocó un frenazo importante al proceso de modernización. No obstante, la agricultura peninsular no se colapsó pese a la invasión de grano barato en el litoral (Castilla vendía el 50% de su producción en Cataluña, al suministrarse ésta con grano exterior, más barato, la infligió un duro golpe), y los más competitivos subsistieron: Castilla y León con los cereales, y Andalucía incluso alcanzó la hegemonía del aceite en Europa hasta bien entrado el s.XX.
En esas circunstancias, agricultores y viticultores (zona mediterránea) reclamaron, y obtuvieron, del Estado la protección arancelaria. En cambio no lo logró, y por tanto desapareció, la ganadería lanar, que no podía competir con la lana extranjera importada a bajo precio para favorecer a los fabricantes textiles catalanes.
En cuanto a la industria, también el punto de vista difundido está distorsionado interesadamente. Durante el s.XIX la industria creció bajo el proteccionismo del Estado, con el mercado interior al amparo de la competencia internacional. Los catalanes fueron quienes constantemente exigieron el proteccionismo aduanero, requiriendo un mercado nacionalizado, a través de sus asociaciones empresariales (el Instituto Industrial de Cataluña y el Fomento de la Producción Nacional).
Al inicio del siglo, las mejores perspectivas industriales las tenían Cataluña y Andalucía. Andalucía fue pionera en el uso del vapor como fuerza motriz (50 años antes que Cataluña) en la industria molinera y en el curtido de pieles.
En 1830 se instalaron Altos Hornos en Marbella, y junto a ellos se desarrolló una serie de industrias: algodonera y lanera (ambas equipadas con la más moderna maquinaria, igualando la capacidad catalana), industrias químicas auxiliares y del ácido sulfúrico. Pero todos esos desarrollos, se enfrentan a un problema básico: el carbón (la única fuente de energía en esa época).
El carbón local era de mala calidad, y al tener que utilizar el procedente de Asturias, se encarecían los costes. Se solicitó del Estado una rebaja aduanera para importar carbón europeo barato, pero las protestas de los industriales del Norte (que utilizaban carbón inglés), impidieron la concesión. La siderurgia tuvo que cerrar en 1885. Con ello se frenó la ya iniciada expansión de los ferrocarriles en la región, y el intento de construcción de una industria avanzada. La actividad se limitó a la transformación de productos agrícolas (vino, azúcar, refino de aceite,...) y la industria química quedó muy reducida. La huida de capitales propios dejó en manos del capital extranjero la rica minería (líder mundial en la producción de plomo) y la industria química complementaria, y como consecuencia los beneficios no revirtieron en la región, no dando lugar a ningún desarrollo posterior, funcionó como una colonia.
Encontramos ejemplos similares en la industria carbonera asturiana, que pese a su riqueza, sólo promovió un muy lento desarrollo industrial, por falta de capitalización, ya que a la cercana industria vasca le fue posible importar carbón inglés.
Estos ejemplos, y muchos más, indican que el proteccionismo actuó de forma selectiva, favoreciendo a unos y perjudicando a otros, pero sin voluntad clara de tender al desarrollo de todo el país. También nos muestran la capacidad real de las elites locales para influir en el Estado a favor de sus intereses particulares, en particular para mantener el "mercado cautivo", impidiendo el acceso a los productos industriales europeos, más baratos.
Las acciones de las elites locales sobre el tan odiado (y débil) Estado centralista tuvieron grandes consecuencias económicas y sociales. Produjo un desarrollo absolutamente desequilibrado del país (promoviendo, a la vez, una imagen fraccionada del mismo); la prosperidad que la industrialización promovió se concentró en esas dos zonas (catalana y vasca), que absorbieron el excedente de trabajadores procedentes de la agricultura, despoblando así a las zonas agrarias del interior. El efecto generó una dinámica progresiva; el crecimiento económico en ellas transcurrió paralelamente a la llegada de trabajadores de otras regiones, fortaleciendo al mismo tiempo el propio mercado local.
Los nacionalistas jamás reconocerán estos hechos, corroborados con los datos estadísticos, que atentan contra sus supuestas superioridades raciales: cultural, laboral, empresarial etc., y han desarrollado una actitud xenófoba hacia quienes, según ellos, vienen a "comer su pan" y a "destruir su cultura y su identidad". Niegan por ello los cambios sociales que conlleva el desarrollo económico, pretenden la modernidad tradicionalista, el conservadurismo rural en la urbe industrial, es decir la síntesis de los opuestos; no en vano fue en esas áreas donde arraigó con más fuerza y persistencia el carlismo.
Las regiones del interior y del sur se fueron descapitalizando, y ya en la época franquista, y también como consecuencia de ese régimen nefasto para ellas, sobrevino el absoluto estancamiento desde 1940 hasta prácticamente 1960, cautivos de sus estructuras agrarias inacabadas y sometidos a los dictados del capital de las dos regiones industriales privilegiadas.
Nada tiene de sorprendente que las elites catalanas y vascas pretendan no solamente influir en el Estado, sino su control total y, de no lograrlo, las viejas instituciones locales son un buen lugar donde aislarse y atrincherarse.
La difusión del mito de su singularidad requiere la puesta en circulación de diversas afirmaciones propagandísticas (e historias manipuladas) como la queja actual de que para ellos, España es un lastre, incluso un lastre histórico. La amnesia súbita les ha hecho olvidar que han sido ellos quienes han impuesto sistemáticamente el proteccionismo del cual se han beneficiado, y que examinado desde otra perspectiva, el lastre lo han sido ellos para el resto al cerrar el país al desarrollo industrial y a la innovación procedente de Europa.
También afirman que: "Diversas causas (mercado pobre, malas comunicaciones, etc.) impidieron que la burguesía catalana pudiera colonizar al resto de la península y que, incluso, ella misma fuera parcialmente colonizada por el capital extranjero." (de "Fulls dels Enginyers", enero 2000, pág.9), la irracionalidad, y la soberbia, del nacionalismo ya no pueden ir más lejos, resultando que es culpa del colonizado el que el colonizador sea un incapaz.
La realidad es que siempre han necesitado de un mercado cautivo de sus intereses (aunque pobre) porque jamás fueron, ni lo son, capaces de colocar sus productos en el mercado internacional, ni por precio ni por calidad.
Es un hecho también que pese a los extraordinarios beneficios que obtuvieron de la neutralidad española en la 1ª Guerra Mundial, no se generó, aprovechando la posición de ventaja sin riesgos, ningún tipo de mejora productiva ni de procesos ni de productos, ni tan sólo la renovación de instalaciones; tras la contienda fueron inmediatamente barridos de los mercados internacionales, y durante ese período sin competencia no fueron capaces ni de cosechar un mínimo prestigio, fabril o comercial, que les hubiera permitido alguna presencia internacional posteriormente.
Constatamos que solamente "triunfan" cuando no hay competidor, nada más se evidencia su capacidad industrial y organizativa cuando están solos, rodeados de muros que les aislan del mundo, como con el monopolio en Cuba... o con ¡el régimen franquista!. Las importantes inundaciones de la comarca del Vallés (inmediaciones de Barcelona) en 1962 arrasaron las fábricas de la brillante industria textil catalana mostrando con consternación la estafa: toda la maquinaria era prácticamente material de museo, jamás, desde sus orígenes, había sido renovada. De igual modo la siderurgia vasca es antediluviana y no admite la menor comparación con cualquiera otra europea. Se podrían acumular muchos casos que dejan sin fundamento cualquier arrogación de prestigio, no se trata de casos personales, son los sectores completos, que sólo han generado industrias mediocres o ineficientes.
(...)
No hay pues genialidad alguna, ni existe el "carácter de los pueblos", que explique el éxito de esas regiones a parte de la trayectoria histórica, que es la que es, y las circunstancias políticas que han tenido lugar en la Península Ibérica, inextricablemente enlazadas a la historia de Europa y del mundo.
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