Dios quiera que así sea. Noto cierto agotamiento del movimiento independentista. Agotamiento psicológico, físico. El mantenimiento de un escenario ficticio tanto tiempo requiere un esfuerzo titánico. Jamás pretendo faltar a nadie, lo juro, cuando digo que esto me ha parecido un “de ridículo en ridículo hasta el bochorno final”. Ha sido un despropósito constante de gente con una aspiración honrada. La masa ha ido aceptando, porque al final alguien lo tiene que proponer, unos eslóganes, unas perfomances, unos cánticos, unos movimientos internacionales, unos comportamientos políticos, unas puestas en escena, de lo más ñoño, burdo, ridículo, que he visto en mi vida. Y la concatenación ha magnificado el bochorno. Sueltas y aisladas podían quedar hasta simpáticas pero al final, la suma de todas ellas, abigarradas en el tiempo, le han otorgado al movimiento un tufillo de chiste, de fiestuqui de barrio, de caída en los infiernos de la indignidad, esto lo digo por el posicionamiento con los que pretendían atentar, que es difícil d defender y digerir. Y tengo amigos, por lo menos en mi entorno, que a la que lo miran con cierta distancia les inflama haberse dejado arrastrar por unos políticos ineptos e intentan distanciarse intelectualmente. No de la idea de la independencia, sino del formato.
Por eso pienso que hay una posibilidad de que aunque haya disturbios, estos serán comedidos y en todo caso liderados por los mismos que lideran cualquier movida callejera. No veo, no creo, que la mayoría monte un pollo, más allá de manifestarse multitudináriamente en alguna convocatoria oficial y específica un día festivo. O por lo menos es mi deseo. Y después de todo esto a preparar un nuevo estatuto, en el que deben haber nuevas cesiones y recuperaciones.