Secesión o democracia
Joaquim Coll
La secesión y la democracia son dos conceptos difícilmente compatibles», nos recuerda el profesor y político liberal quebequés Stéphane Dion en una interesante entrevista realizada por Beatriz Silva para el blog de Federalistes d’Esquerres. Esta contraposición entre democracia y secesión seguro que sorprenderá a más de uno e indignará a otros, pues los soberanistas insisten cada día en reclamar que se pongan ya las urnas en Catalunya para el famoso referendo, hasta el punto de negar la condición de demócratas a todos aquellos que planteamos serias objeciones. Y es que las cosas no son tan sencillas como se pretende desde la retórica pueril del «dejadnos votar», que curiosamente no concede ninguna importancia al hecho de que entre referendos y elecciones generales, locales, autonómicas y europeas, los catalanes hemos sido llamados a las urnas 40 veces desde 1977.
PORQUE lo cierto es que aún no ha ganado las elecciones ningún partido o coalición que postule la independencia y la celebración de una consulta clara. Es importante recordar que en el programa electoral de CiU de hace poco más de un año la secesión no aparecía por ninguna parte. Se hablaba, eso sí, de un escenario del 2020 y de una hipotética consulta, pero sin especificar el contenido de la pregunta, únicamente, se podía leer, «para que el pueblo de Catalunya pueda determinar libre y democráticamente su futuro colectivo», un enunciado tan enfático como ambiguo. Por tanto, el «proceso» carece de legitimidad de origen, tal como ha explicado el jurista Javier Pérez-Royo, nada sospechoso de nacionalista español y que diferencia sustancialmente lo que está sucediendo aquí del caso de Escocia, donde el partido de Alex Salmond obtuvo en el 2011 la mayoría absoluta con un programa secesionista claro, que pedía un referendo para decidir justamente eso. Al no existir una Constitución escrita en el Reino Unido, la negociación entre gobiernos no ha estado sujeta a otra limitación que la voluntad política de los actores. En el caso español, aun en el improbable caso de que hoy se celebrase un referendo consultivo por la vía del artículo 92, tal como ha sugerido el profesor Francisco Rubio Llorente, la Constitución tendría que ser modificada en último término.
Volviendo a Dion, y al hilo del gran equívoco introducido en Catalunya por el famoso derecho a decidir, es importante subrayar que en democracia no existe derecho a la secesión. La inmensa mayoría de las constituciones del mundo consideran que el Estado es indivisible. Por tanto, cuando Artur Mas invoca el derecho a decidir como algo consustancial a la democracia ignora que «fuera de las situaciones coloniales, las secesiones no se ven facilitadas de ningún modo por el derecho internacional o la práctica de los estados», nos recuerda el politólogo canadiense. Además, muy pocos países desean promover maniobras de desintegración territorial en otros lugares, de manera que la internacionalización del proceso soberanista catalán va a limitarse a los medios de comunicación. La secesión es solo una posibilidad de desarrollo político extremo, muy complicada y que requiere en todo caso mucho tiempo. Incluso en los estados que no se consideran indivisibles, como Canadá, exige diálogo y acuerdo entre las partes hasta el final. La tentación independentista de coger atajos fue rechazada de plano por la Corte Suprema de ese país, que declaró inviable una declaración unilateral de secesión, sin fundamento en el derecho internacional y contraria al ordenamiento interno de Canadá.
Por eso mismo, no creo que los escenarios de futuro en Catalunya pasen por una declaración unilateral de independencia (DUI) tras unas elecciones pretendidamente plebiscitarias. Cuando algunos invocan esa posibilidad, lo hacen como una amenaza que sirve de estímulo para una parte del electorado soberanista. Artur Mas sabe, y también el conseller de propaganda Francesc Homs, que tras la famosa DUI el proyecto independentista entraría en bancarrota. Al no poder materializarse la secesión (¿acaso los Mossos intentarían ocupar la Agencia Tributaria, reemplazar a la Guardia Civil en la frontera o expulsar a la delegada del Gobierno español, por ejemplo?), Catalunya entraría en una situación de caos y desorden. ¿Quién reconocería en la escena internacional a ese nuevo Estado? La respuesta se acerca bastante a nadie. Sinceramente, no se me ocurre otro escenario probable que aquel en el que Mas intente protagonizar, capitalizar, al máximo la tensión gestual y verbal de este 2014 para cuando le interese convocar nuevas elecciones con el objetivo de alcanzar esa legitimidad de origen de la que hoy carece. Ahora bien, por el camino de tanta tensión, nos alerta Dion, es difícil que la convivencia democrática salga indemne.
Historiador.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/secesion-democracia-3049111