Está claro que algo ha cambiado. no es como antes, no es como siempre. Que salgan a la calle 1.000.000 de personas pidiendo algo no es como para que te limpies el culo con semejante movilización. Yo cuestiono la legitimidad de lo que pretenden imponer y el alcance de su análisis. Son muchos pero no son tantos, no representan a la mayoría de los catalanes, a uno de cada siete como máximo, cuestiono el formato de la pregunta y quién es el sujeto susceptible de ser consultado. Pero no quita que haya que mover cosas, que haya que estudiar si ha llegado el momento de cambiar algo o seguir como estamos.
Hay un sistema jurídico que todo lo ordena, una seguridad jurídica que todo lo garantiza. Sabemos que existe un orden y una justicia que nos protege de la arbitrariedad en nuestra vida cotidiana, de los abusos, de los más fuertes, de la violencia, un sistema creado para protegernos del caos. Y ese sistema se autoprotege. La conservación de ese modelo de sistema se convierte en prioritario para el mismo sistema y por eso se impone unas normas y leyes para que no pueda ser transformado con facilidad. En su inmovilismo está su fuerza, en someter a lo arbitrario, a lo espontáneo , a lo temporal, a lo efímero, que es lo que haría débil el sistema. Lo dificulta pero no lo impide. Se puede cambiar el modelo, el sistema, el núcleo de la ley pero lo pone difícil.
Transformar la ley es difícil, no imposible. Cojamos el camino difícil e intentemos cambiar las cosas desde ahí. No desde el estómago y el populismo fácil. NO desde una desatada fiebre colectiva que ve bien cualquier infracción legal con tal de conseguir sus objetivos. No ser escrupuloso con el cumplimiento de la ley llevará al derramamiento de pena, frustración, tristeza y desolación. A la sangre no creo dado el carácter histórico de los catalanes, tendente a lo prudente y lo pacífico. Desde la ley comencemos un camino exigente, paciente, sinuoso y complejo pero único posible.
Antes de empezar a convocar referéndums estúpidos en su concepción, absurdos en su planteamiento e inútiles en su análisis de resultados hay que empezar a definirlo todo partiendo de cero. La manifestación de tantos catalanes, lo aclaro, no es ni estúpida, ni absurda ni inútil , todo lo lo contrario. Es el paso necesario para que se inicie todo de cero. No así la convocatoria del referéndum, que sí me lo parece.
Su concepción es estúpida por lo que pretende, que su resultado sea el desencadenante automático y vinculante de la autodeterminación. No es cierto que sea consultiva, que es lo que se dice para apaciguar su oposición, si no que pretende ser vinculante. Con esa pretensión disfrazada la pretensión no puede ser menos que estúpida. Es una estupidez desgastarse en pretensiones irrealizables. Irrealizable es la pretensión de inmediatez. Todos los proyectos tienen su calendario, como en la vida privada, y solo un estúpido no lo ve.Y estúpidos aquí los hay en los dos lados, en quién no ve hasta donde se puede llegar y en quién no ve que todo cambia y en que nada es como era antes.
Su planteamiento es absurdo. Hacer leyes regionales ad hoc para facilitar lo que deseas sabiendo que probablemente sean inconstitucionales o que no sea reconocida la legitimidad por el estado, con lo que cualquier farsa que se monte solo se encamina al ridículo y que los que no sean partidarios de la independencia no se presten a hacer el juego, como sería mi caso, yendo a votar una consulta ilegal.
Y es inútil porque el análisis de sus resultados serían sesgados, tendenciosos y partidistas. Si la consulta no está amparada por el estado los resultados de las mismas no son oficiales. Inútiles porque permiten el voto a personas que legalmente no tienen derecho a voto en unas elecciones oficiales.
Es todo un absurdo monumental empujado por gente enfebrecida por unos ideales legítimos.
¿cuál sería mi forma de actuar? ¿cuál sería mi calendario?
Lo primero es aprovechar el éxito rotundo de las manifestaciones para empezar negociaciones de calendario, para convencer al mayor número de parlamentarios españoles de la necesidad de revisar el modelo de estado, en este caso arrimar al psoe porque el pp no lo hará, y decidir conjuntamente el modelo a seguir de consultas, el sujeto de la consulta y el calendario temporal. Sin mayoría parlamentaria del congreso pretender que esto salga adelante es un sinsentido,hacerlo bien requerirá más esfuerzo y habilidad pero no es imposible conseguirlo.
La independencia de un pais no se consigue fácilmente ni rápido. Mi modelo de consulta sería una serie de referéndums con un intervalo de 5 años entre sí. La primero opción que llegue a tres victorias es la elegida. Si la generación de hoy no acepta lo que votó una generación anterior la siguiente a la nuestra no tiene por qué aceptar lo que votemos nosotros. De igual manera que el movimiento independentista ha de demostrar, antes de someter a la ciudadanía a un proceso traumático de separación por todas las consecuencias que tal hecho acarrearía, que se sostiene con el paso del tiempo y que no es fruto de las consecuencias colaterales de situaciones históricas concretas. Como es nuestro periodo brutal de crisis que ha sido el vivero de la efervescencia nacionalista, de un sentimiento que antes no había en esta proporción , que ha llevado a un partido catalanista pero no nacionalista a radicalizarse y que ha hecho que medre un sentimiento de necesidad de separación basado en promesas de mayor bonanza económica.
Con un intervalo de 15 años entre la primera votación y la tercera la certificación de que el movimiento independentista se sostiene será inequívoco.
En cada consulta tres opciones:
1- Deseo en exclusiva la nacionalidad catalana ( estado propio e independiente) Esto conllevaría unos efectos jurídicos concretos que ambas partes deberían explicar a la perfección.
2- Deseo la nacionalidad española en exclusiva ( seguimos como estamos)
3- Deseo la doble nacionalidad. En este caso seguimos como estamos. La decisión de querer seguir siendo españoles además de catalanes inhabilita moral y éticamente el deseo de ser independiente. Querer ser catalán pero a la vez querer seguir siendo español es un capricho sentimental que no justifica el esfuerzo y sacrificio personal y económico inmenso que supone la creación de un estado nuevo.
Un proceso espaciado en el tiempo, en el que fuera necesario confirmar en más de una ocasión la voluntad popular, y con estas preguntas sería para mí admisible como vehículo para admitir ser independientes.