Mcoy: Esta casa es una ruina o lo grave de la intervención de CCM
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Por fin se ha consumado el drama. Caja Castilla la Mancha ha sido intervenida por el Banco de España durante el fin de semana con objeto de evitar la fuga de depósitos de la entidad, según se desprende de la interpretación que realizan fuentes bien informadas. Me imagino el alegrón que tienen que estar viviendo los impositores ante tal consideración. Dan palmas con las orejas. Al menos se podía haber anunciado ayer antes de la apertura de las sucursales y dejarles tranquilo el fin de semana, pero no ha habido lugar. Cae la primera ficha de un dominó que va a llevarse por delante otras muchas piezas, no les quepa la menor duda. Y alguna de ellas de un peso específico muy superior al de la firma castellano-manchega. Se acaba de escribir tan sólo el primer capítulo de una historia que amenaza con pasajes truculentos, sobre todo en el ámbito de las Cajas, en las que los lodos de su dirección política amenaza con traer a más de una los lodos de la insolvencia primero y desaparación después. Suenan las sirenas de alarma.
El derrumbre de la entidad presidida por Hernández-Moltó ha estado desgraciadamente envuelta en el halo de chapuza que persigue el modo en el que se ha gestionado en España la crisis financiera desde un principio. Nuestras autoridades han gastado meses y meses complaciéndose de la solidez del sistema bancario, aún a sabiendas de que las causas que habían conducido al colapso a numerosas sociedades financieras más allá de nuestras fronteras eran similares a las que afectaban al entramado financiero nacional: exceso de crédito sobre activos sobrevalorados, especialmente suelo y segunda vivienda. El español era un modelo a exportar simplemente por el hecho de que había establecido una suerte de aprovisionamiento anticíclico que le daba colchón, aunque todos sabían que tal protección se había visto claramente desbordada por la voracidad de los prestamistas, que nunca se vieron constreñidos en su libertad para conceder financiación a diestro y siniestro. Cara y cruz del Banco de España. No había nada más nuevo bajo el Sol, pero era suficiente para sacar pecho. Y de qué manera.
Una oportunidad perdida: el modelo sueco.
Veinte meses perdidos en los que la negativa deriva del discurso oficial, desde el somos inmunes al estamos preparados para intervenir cuando sea necesario, no se ha visto apoyada por el establecimiento de un plan de acción que permitiera actuar sobre el conjunto del entramado financiero español con objeto de evitar que, lo que podía parecer un riesgo específico de alguna entidad menor, tuviera repercusiones de mayor calado sobre una parte importante de la industria. Una vez sabido que subprime en España se traduce por promotor, era momento de analizar la solidez de los pilares que sostienen el edificio bancario patrio. Porque si, como parece, esta casa puede llegar a ser una ruina, no tiene sentido dejarse la mayor parte del presupuesto en arreglar el parquet, intervención de CCM, mientras los cimientos tiemblan, las paredes se agrietan, el aire se cuela por las ventanas, la calefacción no funciona y ni siquiera hay una chimenea con tiro suficiente para poder sacar los malos humos de la vivienda.
Una actuación global que, en cualquier caso, y con objeto precisamente de hacer un uso eficaz de los escasos recursos públicos, tenía que haberse llevado acabo antes de que se consumara la primera ocupación por parte de la acción pública de una firma privada. A partir de ahora, las autoridades irán necesariamente a remolque cuando, por el contrario, podían haber liderado de forma ordenada un proceso que necesariamente pasaba por el establecimiento de un valor razonable para los activos en balance, la determinación de las sociedades viables con base en tales parámetros, una liquidación ordenada de las no solventes con ayuda de las solventes y el balance estatal e inyecciones selectivas de capital. El llamado modelo sueco.
Y es que una vez abierta la espita, no tardarán en aflorar nuevos damnificados. No esperen ni una miajita de solidaridad interregional. Si Chaves ha dicho no al matrimonio de conveniencia de Unicaja con la Caja de Castilla-La Mancha no es por un problema de recursos, que no hay nada que no se pueda resolver de un modo u otro, sino porque quiere salvaguardar su as en la manga por si alguna otra de las entidades andaluzas necesita partenaire de emergencia, que lo necesitará. No voy a quemar mis naves en una batalla cuya verdadera dimensión no conozco y que no me genera rédito electoral alguno, debe pensar el presidente de la Comunidad. De ahí que el proceso de concentración de las Cajas, que están insisto llamadas a desaparecer del sistema bancario español por lo que veremos en el párrafo siguiente, vaya a ser necesariamente regional. Y que las entidades finalmente intervenidas, dado el exceso de capacidad del sistema financiero español, tengan como destino su liquidación y no su saneamiento y posterior venta a un tercer adquirente. Ojalá me equivoque.
Lo verdaderamente grave de la intervención.
Está por ver cómo el Gobierno gestiona ahora esta situación en la que debe primar la protección de los impositores por encima de cualquier otra consideración. Una intervención implica, de partida, un reemplazo en la gestión de la sociedad que debería poder continuar con su actividad corriente de la mano de los nuevos administradores públicos. Probablemente la primera decisión que tomen sea el garantizar el 100% de las aportaciones de los clientes, curiosa nomenclatura cuando no dejan de ser proveedores de fondos, más allá de los 100.000 euros que protege el FGD con objeto de evitar que el desequilibrio patrimonial se incremente. Una medida que servirá de precedente para actuaciones posteriores y que, en la práctica, supondrá extender tal seguro a casi la totalidad del sistema bancario español. La deuda con terceros quedará automáticamente protegida por el paraguas del Estado con los mismos efectos que en el caso anterior. Se perseguirá, con ambas iniciativas, evitar una fuga de depósitos del sistema, especialmente de las sociedades más dudosas, y que no se dispare el coste de financiación de la banca nacional. Y, a partir de ahí, comenzará la gestión de los activos del balance que, visto su perfil, será difícil y complicada con más riesgo de disgustos adicionales que de alegrías contables. El agujero negro de partida son, según PwC, 3.000 millones de euros.
Pero lo verdaderamente grave de la muerte en vida de la CCM son sus implicaciones, que exigen una inmediata reacción si no queremos que se perpetúen los errores que han conducido a tan dramática coyuntura. Pone de manifiesto, en primer lugar, el suicidio financiero que supone el haber dejado durante años la gestión de unas entidades esenciales para la actividad de sus respectivas áreas de influencia en manos de unos políticos carentes de las aptitudes y actitudes adecuadas y que se han dedicado a servir sus propios intereses en la creencia de que los recursos privados son tan ilimitados como los públicos de donde proceden; en segundo término que, pese al mito que se ha construido sobre la excelencia en la labor de control del Banco de España, los excesos en la actuación de esos advenedizos no podrían haberse llevado a cabo si no hubieran contado con la aquiescencia del suprevidor, temeroso de enfrentarse a la clase política que se beneficiaba, a través de la ilusión de riqueza de la ciudadanía, del engorde de las burbujas; tercero y último, por si había alguna duda, el año y medio perdido hasta la firma de la primera orden de defunción de una entidad en España revela que, pese a las constantes advertencias desde los foros más ilustrados, no se ha sabido gestionar en tiempo y forma una crisis bancaria que, como Neptuno, amenaza ahora con devorar alguno de sus hijos. Pese al mal comienzo, les deseo una buena semana a todos, última de la Cuaresma de 2009