El Mundo
Domingo, 2 de diciembre de 2007
ECONOMIA Y EMPRESAS/MANO IZQUIERDA
¿El 'bluff' de 2007?
Miguel Sebastián
La evolución de la economía mundial desde 1997 ha sido la mejor de las últimas tres décadas. El gráfico recoge la tasa de crecimiento anual del PIB mundial en términos reales de los 30 últimos años, así como una medida más suave, conocida como «media móvil», de la misma serie. Hay varios datos que pueden caracterizarla como una década prodigiosa para la economía global. Su promedio de crecimiento ha sido del 4,2%, un punto por encima de las dos décadas anteriores. En tres años, ha crecido por encima del 5%, en otros tres por encima del 4% y nunca por debajo del 2,5%.Su volatilidad ha sido escasa, y la tendencia ha ido a más: los últimos años han sido los mejores.
Muchos analistas creen que viene una gran crisis, entendida ésta como un crecimiento en torno al 1,5%-2%. Es más, afirman que «ya le toca». De hecho, lo vienen afirmando desde 1999, pero lo cierto es que la crisis global no sólo no llega, sino que la economía mundial goza de buena salud. Y ello a pesar de que esta década ha estado plagada de acontecimientos económicos, políticos y financieros que han sido anunciados como el «preludio de la gran crisis global». Hemos sufrido casi un episodio anual, generalmente con estacionalidad veraniega u otoñal. Repasemos:
1997, la crisis asiática.
Las divisas asiáticas ancladas al dólar entraron en crisis en verano de 1997, provocando importantes ajustes de las balanzas de pagos e interrumpiendo la senda de crecimiento asiático. La crisis tuvo contagios en los mercados de divisas, deuda y bolsas.
1998, la crisis rusa y la quiebra de LTCM.
Se anunció la primera suspensión de pagos de deuda soberana desde los años 80. Rusia contagió a todos los mercados emergentes, con fuertes caídas de algunas divisas flotantes (peso mexicano) y aumentó la prima de riesgo de las que estaban ancladas al dólar (real brasileño, peso argentino, dólar turco). Se desplomaron las bolsas, en especial las más expuestas a Latinoamérica. El Ibex cayó un 36%, de los 11.000 a los 7.000, en apenas dos meses.Se produjo la quiebra del hegde fund americano de moda, el Long Term Capital Management, que fue rescatado por la Reserva Federal, acompañándolo de una bajaba de tipos de 50 pb. A finales de año, sobrevino la crisis brasileña, con la devaluación del real. Mientras, nacía el euro.
1999, el 'Y2K'.
También conocido como Efecto 2000, presuponía la paralización de los sistemas informáticos, que confundirían el cambio de siglo con la vuelta a 1900. El sistema de pagos se vería fuertemente afectado, las pensiones no se podrían pagar y los cajeros automáticos no darían dinero. Ahora se recuerda con sonrisas este episodio grotesco, pero muchos de mis compañeros del mundo financiero se quedaron sin vacaciones navideñas. Se dispararon los tipos a corto y se vaticinó una fuerte caída del PIB, que nunca ocurrió.
2000, el pinchazo de las 'punto com'.
Tras varios años de sobrevaloración de los activos de la nueva economía y de los valores tecnológicos, los mercados se dieron la vuelta y se desplomó el Nasdaq, arrastrando a todas las Bolsas.El Ibex cayó desde el entorno del 13.000 en marzo hasta los 9.000 en octubre. Un caída de casi un 30%, algo menos intensa que la de 1998, pero más duradera. Nueve meses continuados de crash bursátil. Los niveles de marzo de 2000 no se recuperarían hasta octubre de 2006.
2001, los ataques del 11-S.
Sin lugar a dudas uno de los acontecimientos políticos más trascendentales del siglo. Se vaticinó el comienzo de la III Guerra Mundial y la hecatombe económica global. Los mercados financieros estuvieron cerrados durante días. La Reserva Federal y el BCE, junto a otros, bajaron los tipos de interés de forma masiva. Fuerte caída del consumo durante el mes de septiembre, que se recuperaría a lo largo del siguiente octubre.
2002, la crisis argentina.
La convertibilidad de la divisa argentina con el dólar terminó de forma brusca, en medio de una «corrida bancaria» -retirada masiva de depósitos-, que dio lugar al corralito. Se produjo una de las mayores crisis económicas vividas por ningún país desde la II Guerra Mundial, ante la indiferencia del Fondo Monetario Internacional. Los países europeos superaron la introducción del euro físico sin grandes alzas de precios ni tensiones de pagos.
2003, Irak y la escalada del petróleo.
En medio de fuertes divisiones entre los países aliados, se produjo la invasión de Irak, cuyo desenlace no fue tan rápido como se había previsto. En el verano de 2004 se inició la escalada del precio del petróleo, que duraría hasta bien entrado 2005.
2007, la crisis de las 'subprime'.
Al lector que haya aguantado la lectura de todos estos episodios le habrán venido a la memoria los momentos de temor, tensión e incertidumbre vividos en esta década. Es el momento de volver al principio de este artículo y recordar que este periodo de turbulencias ha sido, sin embargo, el de mayor bonanza económica mundial.
En este otoño de 2007, el lector estará viviendo la incertidumbre asociada a los problemas de confianza y de liquidez por la crisis de los activos hipotecarios de baja calidad o subprime. Muchos anticipan, una vez más, una crisis crediticia, seguida de una recesión económica global. En absoluto quiero decir que no haya ningún fundamento financiero; sin duda habrá bancos afectados, con el consiguiente riesgo para la confianza. Ni pretendo afirmar que sea un episodio intrascendente. Pero tampoco lo fueron muchos de los mencionados en la lista anterior, algunos graves y dramáticos, y la economía global exhibió su fortaleza. Los bancos centrales actuaron tanto vía cantidades (inyecciones de liquidez) como vía precios (tipos de interés). Los gestores de activos diversificaron en busca de la calidad. Las empresas apostaron por la eficiencia y los gobiernos utilizaron su capacidad de actuación fiscal.
Por todo ello, pese a los agoreros, hoy es menos probable el escenario de la «gran crisis mundial» que el escenario de que todo se quede en el bluff de 2007.
El Confidencial
18/07/2008
MIENTRAS TANTO
Una duda: ¿En qué se parecen Miguel Sebastián y el profesor Franz de Copenhague?
Carlos Sánchez
El profesor
Franz de Copenhague era aquel loco genial capaz de inventar los ingenios mecánicos más disparatados. Hubo uno muy celebrado que se denominaba “bicicleta refrigerada para días calurosos”, y que consistía en adherir al chasis del velocípedo una pequeña cisterna de agua de la que sobresalía una pequeña ducha. Ésta caía sobre la cabeza del ciclista, quien mediante pedaleo accionaba el invento para su propio deleite.
Desconozco si el invento del profesor Franz de Copenhague -un personaje ficticio que hizo las delicias de los lectores del TBO durante décadas- está incluido en el plan de ahorro energético anunciado por el ministro de Industria,
Miguel Sebastián, pero a la espera de la presentación en sociedad de tan valioso documento vale la pena reflexionar sobre las ideas del renombrado economista, quien hace sólo unos meses (noviembre de 2007) afirmaba lo que sigue en las páginas de El Mundo: “Pese a los agoreros, hoy es menos probable el escenario de la ‘gran crisis mundial’ que el escenario de que todo se quede en el bluff de 2007”.
Resulta que el bluff de 2007 se ha convertido, casi de la noche a la mañana, en la “crisis más compleja” de la reciente historia económica, como ha definido
Pedro Solbes a lo que está pasando. Así son las cosas, y por eso cabe recordar algunas soluciones ‘imaginativas’ (como a él mismo gusta decir) planteadas por el ministro Sebastián durante los últimos años. El economista por Minnesota deslumbró a los españoles hace años con la idea del tipo único en el IRPF, una medida progresista donde las haya. Afortunadamente, su partido no le hizo mucho caso, por lo que ahora el secretario de Estado de Hacienda,
Carlos Ocaña, puede sacar pecho y decir en público que gracias a que nuestro sistema impositivo es de carácter progresivo (paga más quien más tiene, al menos en el IRPF) existe solidaridad interregional, como han puesto de manifiesto negro sobre blanco las balanzas fiscales.
Ya en el Gobierno -y al frente de la Oficina Económica-, Sebastián se puso manos a la obra, nunca mejor dicho, para diseñar otra ‘solución imaginativa’. Dar un golpe palaciego en el BBVA y facilitar el asalto al poder de sus amigos ladrilleros. Como se sabe, y gracias a la sensatez del Banco de España, la operación fracasó; pero no estaría de más reflexionar sobre lo que hubiera sido del sistema financiero español (una de las joyas a proteger) si los
Del Rivero y sus aliados hubieran logrado sus objetivos con el patrocinio del inquilino de la Moncloa. El segundo banco español estaría hoy en manos de empresas que se desploman en Bolsa, y cuya capacidad de generar recursos es algo más que limitada por el hundimiento del sector de la construcción. Todo un aviso para futuros navegantes.
Desbordante creatividad
La desbordante creatividad de Miguel Sebastián le llevó posteriormente a impulsar una operación sobre Endesa, sin lugar a dudas una empresa manifiestamente mejorable en los tiempos de
Manuel Pizarro. Primero, respaldo la oferta de Gas Natural, y cuando la gasista catalana fracasó en su intento inspiró la entrada de los italianos de Enel en su capital, en compañía de Acciona. Como se sabe, la nueva Endesa es hoy una balsa de aceite, un remanso de paz entre sus principales accionistas. Los
Entrecanales y los discípulos de
Fulvio Conti se llevan la mar de bien, lo que sin duda facilita la gestión de la segunda compañía energética de este país, al menos hasta ahora. La estrategia de Sebastián ha sido tan brillante que si finalmente la operación EdF-Unión Fenosa sale adelante (y ACS se queda con los activos de Iberdrola), el antiguo portaviones energético del Estado español se convertirá simplemente en la tercera pata del sector eléctrico. Sus empleados deben estar contentos.
Entre las soluciones ‘imaginativas’ que propuso el ministro de Industria se encuentran también los célebres 400 euros, como todo el mundo sabe una medida de izquierdas donde las haya. Es de sobra conocido que tras la aplicación de la medida, Hacienda cuenta con 6.000 millones de euros menos en su hucha. Sin duda mucho dinero que si lo tuviera ahora podría destinar a fines más productivos (y más sociales). Lo peor, con todo, no es eso. Lo peor es que los 400 euros no tienen fecha de caducidad, por lo que el año que viene Pedro Solbes -que ahora está elaborando los Presupuestos Generales del Estado- tendrá que reservar otros 6.000 millones para cumplir el compromiso electoral de
Zapatero. Como se ve, una bomba de relojería diseñada por el vicepresidente Sebastián (perdón por el ministro Sebastián) que le estallará a Pedro Solbes en sus propias narices.
Sostiene Sebastián ahora que la solución a los problemas inmobiliarios de este país es que los poderes públicos compren suelo y se dediquen a construir viviendas. Sin duda que estamos ante la formulación más brillante de su larga y fructífera carrera como economista profesional. Resulta que en un país en el que el 16,2% del parque de viviendas está desocupado (datos del Censo de 2001), en el que el número de viviendas por hogar es de 1,55 (datos del Banco de España) y en el que hay entre 800.000 y un millón de pisos sin vender, la solución es seguir construyendo más y más. Y lo dice quien se quita la corbata y viaja en metro para ahorrar energía. Ni al mismísimo profesor Franz de Copenhague se le hubiera ocurrido una solución tan ‘imaginativa’.