MONETARISMO Y CRISIS (III): RESPONSABILIDAD DEL BANCO DE ESPAÑA EN LA CRISIS FINANCIERA
2ª PARTE: ESPECULANDO CON LA FÁBRICA DEL DINERITODecíamos ayer que la política monetaria de un Estado consiste en usar instrumentos para influir sobre los precios, el PIB y el desempleo. ¿Cómo? Pues simplemente manipulando el circulante. Una inyección de 10.000 millones de euros, gracias al multiplicador del dinero, se transforma en 500.000 millones, al cabo de un tiempo llamado “retardo”. La inyección actúa a través de la Ecuación de Fisher que describe la Teoría Cuantitativa del Dinero. Se trata de una igualdad formal entre la cantidad de dinero multiplicada por la velocidad de circulación del mismo —que se supone casi constante— y el nivel de precios multiplicado por el volumen de las transacciones:
M.V = P.T
El BdE trabaja mediante operaciones de mercado abierto. El tipo de interés básico el BdE actúa sobre la Base Monetaria; y el Coeficiente de Caja actúa sobre el multiplicador. Resulta epatante que una política monetaria expansiva como la llevada estos últimos cuatro años zapateriles pretenda ser eficaz, porque no está nada claro que el incremento de la oferta monetaria tenga impacto en el PIB. Aunque el Gobierno dé facilidades para invertir, las empresas no invertirán si no tienen buenos proyectos de inversión. O peor: invertirán en malos proyectos, que es lo que ha sucedido.
No se sabe con exactitud el tiempo que tarda una determinada medida de política monetaria en modificar la economía real. O sea que el “retardo” es o puede ser una entelequia. Se piensa que la política monetaria tiene efecto retardado en la renta y el empleo, pero es difícil controlarlos. Y cabe dentro de lo posible que los incrementos de la oferta monetaria sólo lleven a incrementos en los precios pero no tengan efectos reales sobre la economía, como demuestra el siguiente gráfico que relaciona Oferta Monetaria e Inflación que, aunque sea de los 80, es aplastante:
Pero hay otra gráfica aún más interesante. Diré antes que todas las funciones del dinero, que os conté en la primera entrega de esta pesadísima serie, se pueden reducir a dos: el intercambio de bienes y el atesoramiento. Bueno, pues estas dos funciones opuestas han sido estudiadas por los economistas, aunque muchos penséis que son una pandilla de inútiles... Se trata de un par de curvas empíricas que se cortan en un punto. En abscisas, la cantidad de circulante; en ordenadas la cantidad de euros que harán una u otra cosa, según el “deseo inducido” de sus dueños. La primera curva es la del atesoramiento: cuanto menos dinero hay, más se pretende atesorarlo. La segunda, la del consumo, el gasto, el endeudamiento, si hace falta: cuanto más dinero hay, más fácil es tomar la decisión de gastarlo.
Ambas curvas se cortan en un punto E en el que ambos deseos —atesorar o gastar— se equilibran. Ésa es teóricamente la masa monetaria ideal. El problema es que la forma de ambas curvas —una hipérbola y una exponencial— determinan que la economía sea muy sensible a pequeñas inyecciones de circulante. Lo que ha sucedido en los cuatro años zapateros ha sido que mucho dinero que debiera haberse atesorado se ha gastado (Delta2).
¿Y qué es la crisis actual? Pues la súbita retirada de dinero del mercado que, por el efecto desmultiplicador del dinero (llamo así al multiplicador de un número negativo), se amplifica y provoca que, en un tiempo muy breve, haya que situarse en posición de atesoramiento y reducción del gasto (Delta1). El problema es que el retardo se traduce en agonía, miseria y crisis de familias endeudadas y de empresas que han de cerrar: Hoy por falta de liquidez, pero mañana porque el consumo de la sociedad se reducirá muchísimo, dadas sus nuevas ganas de atesorar. ¿No habéis notado que ahora mismo todo el mundo ahorra, gane lo que gane, incluso aunque tenga un sueldo fijo del Estado? Contra el deseo de la ciudadanía no se puede ir, pero sí que se puede provocar.
Toda esta mojiganga que acabo de contaros demuestra que las expansiones desaforadas y las crisis galopantes están programadas por la Banca, que utiliza como acólito al Banco de España. Y lo hacen mediante operaciones de cuantía reducida para el efecto que provocan, como si estuvieran jugando al Monopoly. Objetivo: eliminar a la competencia indeseable —banquitos y cajitas que tocan los cojones— y hacerse con los activos de las empresas estratégicas, a las que en el periodo expansivo se convenció para invertir y endeudarse. ¡Si no me creéis, preguntádselo a Fernando Martín, que ha pasado de prócer a pedigüeño en un año! ¡O a tantos bancos que están en suspensión de pagos encubierta! Por eso, cajas y bancos importantes —los realmente influyentes, los que financian a los partidos a fondo perdido— son dueños de las empresas energéticas, autopistas, agua, farmacéuticas y armamentísticas...
Todo esto que os cuento fue exhaustivamente estudiado por Von Misses y Hayek, y se sintetiza en sus tesis monetaristas: la vuelta al patrón oro y el establecimiento de un coeficiente de encaje bancario del 100%. Debo decir, sin embargo, que sus consecuencias serían en estos momentos nefastas para la economía mundial. Imaginad lo que sucedería en la gráfica 1 si el desplazamiento a la izquierda fuera descomunal: la ruina universal, el cierre generalizado de cualquier negocio, la vuelta a las cavernas. La solución de la vuelta al oro como respaldo de la moneda contante y sonante implicaría que el oro valdría rápidamente 15 veces más de lo que cuesta ahora mismo, porque las reservas de oro en España ascienden a la cantidad (al cambio actual) de 5.571 millones de Euros y circulan en metálico unos 80.000 millones de euretes. Si el oro tuviera que respaldar, al menos, a la moneda impresa debiera éste encarecerse (o devaluarse el Euro, que lo mismo da). ¡Y la gente, para casarse, tendría que usar anillas de cortina, en vez de alianzas de oro de 18 kilates! El "desapalancamiento" de los bancos —se denomina apalancamiento a cuando el banco te la mete; y desapalancamiento a cuando te la saca— llevaría a una edad oscura de decenas de años.
Queda otra solución, claro...
1. La nacionalización inmediata de toda la banca —europea, por supuesto: la salida de España de la moneda única sería volver a las catacumbas, con una deuda externa impagable, por la devaluación de la peseta—, volviendo al patrón oro. El oro subiría de manera astronómica, lo que equivale a una devaluación inicial del Euro brutal. Pero inmediatamente el resto del mundo vería que esa medida hacía que el Euro fuera una moneda blindada contra futuros cambios.
2. Permitir que el circulante siguiera como está en cuantía, respondiendo de los depósitos el Banco Central Europeo nacionalizado.
3. Establecer un coeficiente de caja del 100% para los depósitos a la vista, que jamás fueron ahorro y nunca debieron haber sido prestados.
Sería un largo camino hacia la racionalidad, desde luego. Pero tras el mismo, verdaderamente, las crisis habrían pasado a la historia, junto con la inflación y los ciclos económicos.
La duda de cualquier ser racional es evidente: "Si nacionalizamos, tendremos que fiarnos del buen hacer de unos funcionarios, lo que resulta un oxímoron". Y hay razón para dudar: Un banco central sin control ciudadano, puesto al servicio de la partitocracia imperante en Europa sería nefasto, siempre al albur de las gilipolleces y los atracos a mansalva de los políticos. Por eso, cualquier medida racional para resolver esta crisis pasa también por reponer la Democracia, la independencia de poderes y el control ciudadano de todas las instituciones en las que delega su poder soberano: Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Financiero y Mediático.
En la siguiente entrega, en vez de contar lo que debiera hacerse, que no se hará nunca, hablaré de lo que se va a hacer en realidad. Que no tiene nada que ver con lo que nos hacen creer que va a pasar.
FÉLIX UDIVARRI