El fin del modelo de 1945
Martes, 22 de Mayo de 2012
Mucho se ha escrito sobre la depresión mundial de 1930 y sobre sus orígenes que se podrían resumir en especulación financiera apalancada con créditos y concentración de riqueza. Si se quiere vivir en carne propia aquellos días nada mejor que leer el libro de John Kenneth Galbraith “El Crash de 1929” donde narra los pormenores y comidillas de dicha crisis y sobre todo los constantes y reiterados llamados por parte de la fuerzas vivas a la “confianza”, al que “aquí no pasa nada” así como aquello de “esta crisis es pasajera, ya se ve su fin en el horizonte”. Los paralelismos con los mensajes de hoy día sobre brotes verdes, stress tests y la supuesta solvencia de la banca mientras bancos y demás tinglados financieros van cayendo uno a son sorprendentes, mismo sainete con diferente decorado.
Lo que no se atina a describir correctamente son las causas que permiten salir de dicho desastre. El discurso oficial fue que se inventaron los seguros de paro, la seguridad social, planes de obras públicas y todas esas cosas “buenas” que se hicieron en aquellos años para mitigar el sufrimiento de las personas. Esto tiene algo de verdad y le costó a Franklin Roosevelt un atentado con seis tiros del que salió milagrosamente ileso. Pero en realidad, aparte de colocarle una inmensa mordaza al sector financiero para que esto no se volviese a repetir, fue la segunda guerra mundial quien sacó al mundo occidental de ese desastre económico al poner en funcionamiento el ciento diez por ciento de la industria con un único fin: producir objetos para matar a otros.
Luego de seis años y cuarenta y cinco millones de muertos inmolados en el altar de la producción industrial, políticos y élites llegaron a importantes conclusiones.
La guerra no la ganan los más valientes, la gana el que produzca más aviones, bombas, tanques, ametralladoras y balas. Es decir: el aparato productivo es estratégico, es el arma de defensa/ataque definitiva.
Hay que mantener al sistema productivo funcionando muy cerca del 100% de su capacidad de forma que las personas tengan trabajo, las empresas beneficios y se puedan devolver los créditos. Es decir: hay que mantener la producción a plena capacidad para garantizar la estabilidad social.
La estabilidad social hay que mantenerla a toda costa, la Unión Soviética ha demostrado ser un enemigo formidable: le ganaron la guerra a los alemanes con tanques y aviones producidos en sus industrias colectivizadas. En aquella época la economía soviética crecía a un 10% anual y solo era cuestión de tiempo para que superase a las occidentales.
Hasta la segunda guerra mundial el mundo industrial desarrollado había sido un constante estira y afloja por la repartición de la riqueza que se generaba, clases propietarias y trabajadoras se encontraban enzarzadas desde hacía décadas en una agria lucha por apropiarse de las plusvalías generadas por el aparato productor industrial, degenerando en violencia abierta las veces que hizo falta lo que era muy a menudo.
Este es el origen de la sociedad de consumo en la que hemos vivido y cuyo modelo se agota en estos días. El pacto social de 1945 era el que vosotros consumís todo lo que se produce, nosotros producimos al cien por cien de capacidad y todos felices: vosotros con trabajo y nosotros con beneficios, todo en un escenario de energía barata y abundancia de recursos naturales. Efectivamente dicho pacto acabó con la conflictividad social en los países desarrollados a costa de aumentar el consumo de todo tipo de recursos, los que en parte se despilfarran en aras de mantener la paz social.
Bienvenidos al mundo de los USA de 1950 y la Europa de 1960, el sur de Europa no cuenta ya que siempre ha llegado veinte años tarde a todas estas fiestas. Todo lo que se producía se vendía, viviendas asequibles, un solo salario bastaba para que una familia viviese, universidad para todos, empleo de por vida, a las cinco de la tarde en casa todos los días y al final jubilación dorada en Florida (USA) o en el sur de España (Europa). Todo este nuevo pacto social se basó en las siguientes premisas:
No se produce lo que se consume, se consume todo lo que se produce haga falta o no, el objetivo no es la plenitud material sino el mantenimiento del orden social mediante la generación de pleno empleo para la población y suficientes beneficios empresariales para la industria estimulando el consumo hasta donde haga falta.
La energía y los recursos naturales serán baratos por siempre jamás.
Rusia amenaza con un sistema de producción alternativo que provocará la expropiación generalizada de toda la clase social propietaria de los medios de producción en occidente.
Las personas podrán consumir todo lo que produzcan por siempre jamás.
El primero en caer fue el número dos cuando entre 1973 y 1974 el petróleo pasó de costar tres dólares a doce debido a la inestabilidad política en el medio oriente. Desde aquel entonces el crecimiento económico del mundo se redujo a la mitad. Los países desarrollados vivieron un simulacro de lo que sería vivir con petróleo escaso y caro; eso lo cambio todo para siempre.
El segundo en caer fue el número cuatro debido a la revolución tecnológica que se produjo a partir de los años ochenta con la introducción generalizada de la robótica, la automatización de los procesos industriales y el uso de ordenadores en la industria. Este fenómeno se señala poco pero ha tenido una influencia desmesurada en la productividad industrial. No es solo la aplicación de estas tecnologías lo que ha introducido el cambio, pero la gran mayoría de procesos industriales desde la producción de acero hasta la de helados fue rediseñada de cabo a rabo para permitir su automatización. Ahora muy pocas personas pueden producir de todo y eso provoca el que estas mismas personas no puedan consumir todo lo que producen, físicamente es imposible. Digamos que es imposible que la población consuma todo lo que produce en un escenario de pleno empleo donde todo es automático, cada quien tendría que tener cinco coches, cuatro lavadoras, etc, etc. El mantenimiento del pleno empleo en estas condiciones requeriría de un consumo desbocado de recursos naturales ya que cada quien es capaz de producir muchísimo debido a la generalización de las instalaciones automáticas. El pacto del pleno empleo se ve roto debido a un importantísimo cambio tecnológico. Este es el origen profundo de la crisis del actual sistema de producción-consumo al no poder garantizar el pleno empleo y por lo tanto ingresos a la población ante una creciente oferta proveniente de los brutales aumentos de productividad conseguidos mediante avances tecnológicos. La tecnología ha hecho que el valor de la mano de obra disminuya, por lo que la balanza de la riqueza se escora hacia las empresas, lo que detrae capacidad de consumo de la población que solo hace empeorar el problema de ventas que esas mismas empresas tienen ante la avalancha de bienes que dicho cambio tecnológico produce en un círculo infernal como pocos.
Consideramos que este es el hecho central de toda la crisis que vive occidente, tiene un origen tecnológico donde los propietarios de los medios de producción se han apropiado de casi todos los aumentos de productividad exactamente en el mismo sentido de cuando se introdujo la máquina de vapor: los hombres fuertes dejaron de ser necesarios y mujeres y niños “reventaban” sus salarios. El brutal crecimiento de China es verdad que ha tenido que ver con la depauperación de los ingresos de la clase media occidental al ponerlas a competir contra salarios chinos, pero no lo explica todo. China actualmente exporta unos 1.2 billones de dólares al año contra aproximadamente 30 billones de dólares que representa el PIB de Europa y USA. La causa del los altos niveles de desempleo, estancamiento de salarios y de generaciones enteras sin futuro hay que buscarlo en el cambio tecnológico: su mano de obra cada vez es menos necesaria.
La tercera en caer fue la tercera (ya..ya lo hemos puesto así) cuando el sistema comunista deja de ser una alternativa creíble al occidental y sobre todo al desaparecer la amenaza de expropiación masiva que pesaba sobre los propietarios de las instalaciones industriales y el capital cual espada de Damocles.
Con la número uno se ha intentado seguir como sea, por lo que a las clases medias empobrecidas ya que su mano de obra cada vez hace menos falta se les conceden créditos y más créditos en un esfuerzo desesperado por mantener la rueda funcionando. Esto provoca la crisis financiera que hoy se vive y que no es la causa, es un síntoma del agotamiento de una forma de hacer las cosas que hoy toca a su fin.
Llegados a este punto el sistema de producción-consumo producto de 1945 se encuentra herido de muerte a manos de la escases de recursos y de un cambio tecnológico que en teoría debería de haber permitido a la población el trabajar menos y vivir mejor, pero que debido a las relaciones de poder existentes se vuelve en su contra. Varios puntos saltan a la palestra.
El vivir como se vive en el occidente desarrollado cuesta unos 30-40 barriles de petróleo por año y habitante. Si todo el planeta quisiese vivir así (que es su aspiración) sería necesaria una producción diaria de entre 500 y 700 millones de barriles al día, lo que es imposible.
A medida que pase el tiempo se necesitará menos y menos mano de obra en la industria y en los negocios. Con emplear una pequeña parte de la población será suficiente para producir todo lo que haga falta en el mismo sentido en el que hoy solo un 3% de la población en los países desarrollados trabaja en el sector agrícola siendo capaces de producir todos los alimentos necesarios.
No existe ninguna fuerza externa que amenace al régimen de producción occidental por lo que lo de la paz social como que no hace tanta falta.
El sistema creado en 1945 ha crecido a base de ir incorporando cada vez más población al sistema de producción-consumo producto de esa época. Comenzó por los USA, luego Europa y Japón para continuar con los tigres asiáticos, una parte de China y la India, lo de Latinoamérica no funcionó todo lo bien que se esperaba e hizo crisis en los años ochenta y el sur de Europa fue el último en entrar en la rueda. El sistema hoy día es insostenible en base a los recursos disponibles, la tecnología ha dejado obsoleta a las antiguas relaciones laborales y no existe nadie que sistémicamente amenace al sistema de producción imperante.
Según se suceden los acontecimientos da la impresión de que al día de hoy cada país tratará de perpetuar su sistema de consumo-producción lo mas que pueda y como sea. Los últimos y más débiles en entrar por lo tanto serán los primeros en salir. Los que entraron solo como consumidores para mantener la rueda operando pero sin producir mayor cosa o aportar materias primas serán los primero en ser expulsados, aquí entran los países del sur de Europa. Esta es la crisis sistémica dentro de la que a su vez se desenvuelve la particular crisis de cada uno de estos países. Expulsarlos de la fiesta del consumo es muy simple: solo basta cerrarles el crédito y exigir la devolución de lo prestado.
Luego la cosa se irá conformando con el paso del tiempo, con toda probabilidad en la forma de regiones económicas desarrolladas que comercien entre ellas. Todo el que no tenga industria y/o tecnología que otros necesiten o materias primas o acceso a materias primas y armas para garantizar ese acceso o tenga algo útil que ofrecer a los demás progresivamente será expulsado de los canales principales de la economía mundial. Los recursos no alcanzan para todos y cada quien tendrá que velar por lo suyo. Lo que parece cierto es que ante este panorama los convidados de piedra (que consumen pero no producen ni aportan materias primas) poca falta harán.
El sistema de producción-consumo nacido en 1945 nunca imaginó que un cambio tecnológico equivalente a la máquina de vapor le haría trizas, ¿ cómo saberlo ?. Siempre supuso que energía y recursos serían abundantes y que la productividad nunca se multiplicaría varias veces. Mantener este sistema funcionando a pleno empleo y con la productividad actual requeriría niveles altísimos de consumo y de ingentes cantidades de recursos naturales de los que no se disponen. Por otra parte si la mayoría de la población no hace falta y se encuentra desempleada y sin recursos ¿ quién comprará la inmensa producción que diariamente vomitan las fábricas automáticas ?. Interesantes preguntas a las que al parecer nadie tiene respuesta. Tal como se mencionó, cada quien parece querer seguir manteniendo el obsoleto sistema de 1945 por su cuenta y sálvese quien pueda, pero lo cierto es que como los países industriales no se coordinen y busquen una solución política que responda a las nuevas condiciones no se salvará nadie, todos intentaran acaparar los recursos que les permitan mantener su sistema de producción-consumo a todo gas como sea y el conflicto será inevitable. Si nuestros líderes fuesen un poco más líderes y no estuviesen en manos de los poderosos lobbies industriales y financieros deberían trabajar en un nuevo pacto social que responda a las siguientes premisas.
En el futuro la mano de obra necesaria para producir todos los servicios y bienes que hagan falta a toda la población será testimonial. ¿ Como vivirán los que no hacen falta ?.
La tecnología al día de hoy hace imposible el mantener a todo el mundo empleado consumiendo lo que produce ya que el consumo de recursos naturales sería exorbitante. ¿ cómo se maneja esto ?, bajo que premisas.
¿ Hay que poner un límite al crecimiento poblacional ?, si es así ¿ cómo se implementa ?
Como se reforma el sistema financiero y el funcionamiento de la banca para impedir el que la constante generación de crédito fuerce el crecimiento económico no-matter-what.
Preguntas que nadie parece poder o querer responder, ya que según entendemos los responsables se encuentran ocupados apagando los incendios que ellos mismos han provocado producto de treinta años de huidas hacia adelante.
Crisis sistémica, vienen tiempos interesantes….y no hay nadie al timón.