@gary1991 Algunos de los participantes de este hilo nos hemos definido como "republicanos pragmáticos". ¿Qué quiere decir esto? Pues que aunque algunos consideramos que la monarquía es una institución caduca y que en pleno siglo XXI no deberían existir cargos de naturaleza hereditaria, al ver el modelo de república que idolatran la mayoría de los políticos españoles que se autoproclaman republicanos (las dos desastrosísimas repúblicas españolas, las repúblicas bananeras latinoamericanas) y el nivel medio de los últimos presidentes de Gobierno (y aspirantes al cargo) que hemos tenido, pues muchos hemos llegado a la conclusión de que casi una monarquía como la que tenemos actualmente en España es preferible a una república fallida. A estas alturas está sobradamente demostrado que la forma política de un Estado sea república o monarquía parlamentaria no tiene incidencia alguna en el grado de progreso o bienestar de un país (si cogemos los países más prósperos y avanzados del mundo encontramos tantas repúblicas como monarquías) y que, a pesar de lo mucho que inciden los republicanos en el enorme gasto público que supone la monarquía, las repúblicas también generan una serie de gastos que hace que algunas sean bastante más caras que monarquías como la española, por no hablar de países más avanzados que el nuestro que gastan en monarquía mucho más que nosotros.
El republicanismo nació sobre todo en una época en el que el poder de los monarcas era absoluto, situación muy alejada de la actual. En las monarquías parlamentarias actuales, los poderes del Rey están muy limitados, y aunque sigan siendo unos privilegiados (y sea legítimo reclamar la retirada de ciertos privilegios todavía vigentes, como la inviolabilidad del Rey), hay que reconocerles que ejercen su trabajo con bastante mayor profesionalidad que la mayoría de nuestros políticos. Posiblemente el Rey esté tan corrupto y tan lleno de trapos sucios como cualquier político, pero al menos es una figura que entiende que en sus actuaciones públicas tiene que comportarse como el representante de todos los españoles y no dedicarse a menospreciar a los que no comparten su cuerda ideológica, como hacen la mayoría de los "representantes del pueblo". Por otra parte, tanto el Rey emérito como el actual han demostrado sobrada lealtad a nuestra Constitución la cual, nos guste o no, establece importantes límites al poder político y dificulta la implantación de régimenes totalitarios que, a tenor de las pruebas, algunos políticos implantarían de buen grado si de ellos dependiese.
Y no sé, pero yo creo que definirse como "republicano pragmático" en el fondo es un signo de flexibilidad y de falta de dogmatismo. Demuestra la capacidad de comprender que república y monarquía tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, y aceptar que una mala república puede ser muchísimo peor que una monarquía parlamentaria. Demuestra entender que la realidad es bastante más compleja que el mundo ideal que todos tenemos montados en la cabeza, y que a veces los sueños pueden acabar convertidos en pesadillas (como bien podrían atestiguar los padres espirituales de la Segunda República).
Pues por afirmar cosas tan poco dogmáticas como esta, algunos hemos sido llamado fachas, súbditos descerebrados, "tontos de remate", cómplices de robo o de estar a sueldo de la Corona. ¿Me puedes explicar cómo es posible el diálogo en este contexto? Creo que es sobradamente conocida mi predisposición al diálogo, a solucionar las cosas hablando y a escuchar toda opinión ajena. En no pocos debates he intentado acercar posturas y en no pocas ocasiones compañeros me han dicho que perdía el tiempo y que llegaría un día en el que me cansaría de ser dialogante tras recibir múltiples descalificativos por el simple hecho de pensar diferente, y por desgracia he tenido que acabar dando la razón a todos estos compañeros que me advertían. Para que haya diálogo tienen que haber al menos dos personas dispuestas a hacer el esfuerzo de escuchar al otro, intentar entender sus argumentos sin caricaturizarlos, y estar abierto a la posibilidad de cambiar de opinión si nos ofrecen argumentos lo suficientemente convincentes, pero por desgracia, en política al final la mayoría de la gente se acaba convirtiendo como hinchas de un club de fútbol, y los ataques a las ideas se acaban llevando al terreno personal.