No comparto la mentalidad de los medios de comunicación, en cuanto a sus servicios informativos, de ser sencillamente voceros de la naftalina y la hipocresía que vende la Casa Real en su política de comunicación.
Se sigue dando una imagen totalmente inmaculada, imaginaria en la que nosotros tenemos apariencia de súbditos y el Rey vendría a ser nuestro padre, nuestro símbolo, una certeza, algo a quien amar por encima de todas las cosas. Todo obviamente esceníficado en fotos donde vemos a todos los miembros de la familia como si nos importaran, con las amputaciones necesarias en estos casos. Por ejemplo, la Infanta Cristina no existe cuando operan a su padre. No está ahí, ahora los miembros de la familia real son "los decentes". El otro día, casualmente delante de los medios, la Reina besó a su "marido". Todo encorsetado, estudiado, como acto publicitario para mejorar la imagen de esta gente. A mí no me tienen que comprar, o manipular , soy libre de tener un ideario y una opinión sobre ese grupo de personas que están ahí. Pero operan al Rey y a todas horas partes médicos, donde dirán que el Rey es un superhombre que evoluciona favorablemente para volver a sus obligaciones en tiempo record. Me da igual, no soy un súbdito o alguien que como es tradición en este país, admire insanamente a quien ostenta un cargo. Él se lo coma.
Tenemos esa enfermedad, esa falta de amor propio que nos hace ver a un Ministro, un Alcalde como algo sobrenatural, más sabio que nosotros, alguien al que hacerle la ola e inclinarte humildemente ante él. Más allá del encorsetado protocolo que se pasan por el forro cuando la ocasión ante fotógrafos lo requiere, no son más que personas, tan patéticas como somos las demás, solo que con el pecado del orgullo de sentirse verdaderamente en una tribuna desde la que mirar a los demás por encima del hombro. Y como ocupo tal cargo, mis gilipolleces son norma.
Pero vuelvo otra vez, nos sentimos como una mierda delante de estos seres, y así nos va... Es uno de los graves problemas de este país, que no somos incapaces de exigir la realidad de que esa gente está ahí para hacer de su trabajo un servicio a la sociedad, no a sus intereses ni a su ego, y que la sociedad ha de tener el poder de exigir. Pero ¿quién osa a exigir a los "Dioses" cuando sus designios son divinos?