Lerink dijo:
Vamos, que en general me gusta. Y me hubiese gustado que Von Trier siguiese ese camino, porque algunos momentos destila un equilibrio perfecto entre clasicismo y montaje de atracciones que entra muy bien por los ojos.
Pues tomó exactamente el camino contrario, firmando el manifiesto Dogma y filmando
Breaking the Waves. Pero tiene su lógica: a Lars von Trier se le puede acusar de cualquier cosa menos de convencional.
Quizá por eso
Europa, aun no llegando a la altura de aquella, me gusta tanto. De hecho, la acabo de ver de nuevo y me ha gustado más todavía que antes. Quien no hay visto la película y no quiera enterarse de qué va, que no siga leyendo, porque la voy a destripar.
Europa se presenta (con la excelente escena que ha puesto antes Lerink) como una sesión de hipnosis que actúa sobre el protagonista y le sitúa en Alemania en 1945, tras el fin de la guerra. La sensación de irrealidad que transmite la historia se extiende durante toda la narración, hasta llegar a un final tan impactante como el comienzo, a años luz del
happy end.
El protagonista es Leo, un americano idealista que quiere ayudar a la reconstrucción de un país devastado y hundido moralmente. Lo que Leo (y nosotros) desconoce es que se va a situar en medio de una lucha sorda y encarnizada entre los resistentes nazis y las fuerzas de ocupación americanas, y que será utilizado como tonto útil por ambos. El director no aclara en ningún momento quién es quién en esta situación, y los espectadores estamos tan perdidos como el protagonista a lo largo de la trama. Ni siquiera el final se aclara: ¿por qué se produce la explosión del tren? ¿Fue un accidente, o una decisión premeditada?
Leo viene de América, un continente que no ha conocido la guerra en su territorio, y se encuentra con una nación en ruinas donde la única ambición de sus habitantes es olvidar y sobrevivir. Algunos, como el dueño de la empresa de trenes en la que trabaja Leo, no lo consiguen; otros, como su tío, siguen adelante aferrándose a las reglas y al alcohol. Hasta los judíos, representados por un cameo del director en una triste escena, tienen que tragar para recibir la ayuda de los vencedores. Y estos tampoco han ido allí a ejercer de samaritanos, como se ve en la secuencia en que se habla de las patentes químicas.
Lo mejor del film es la sensación claustrofóbica que transmite. Aunque las imágenes alternan el blanco y negro habitual con trazos de color, no hay una sola escena diurna en toda la cinta. El paisaje que se puede contemplar a través del tren es siempre el de una Alemania industrial en ruinas; los interiores son oscuros y ominosos. La fotografía me recuerda a la de películas de culto como
Pi de Aronofski o
Eraserhead de Lynch, en el sentido de crear mundos irreales, alienados. Todo ello apoyado por la utilización de varios trucos técnicos como las transparencias, el desdoblamiento de imágenes, la utilización del color para resaltar la sangre en un suicidio, el freno de mano en el tren…
Tiene además escenas extraordinarias: mis preferidas son la del diálogo entre Leo y Katharina en los dos trenes que corren paralelos y la del ahogamiento final.
El trabajo de los actores me parece muy bueno, en especial los de Ernst-Hugo Järegard, Eddie Constantine y, sobre todos, la actuación de Barbara Sukowa, que da a su personaje el punto justo de distanciamiento, cinismo y sensualidad que requiere el papel. Sin olvidar la banda sonora de Joachim Holbek y la extraordinaria voz en off de Max von Sydow.
Resumiendo: aunque no llegue a la altura de
Breaking the Waves,
Europa me parece una gran película, extraordinaria visualmente y algo más floja en un guión que despista bastante, pero que igual refleja lo que buscaba su director.